CATEQUESIS

Objetivo: Fortalecer la fe y confianza en Dios en todo momento y en especial el la dificultad.
Ideas principales:
· La infidelidad a Dios conduce a la pérdida de la Tierra Prometida, lo que supone el fracaso personal y comunitario.
· Dios no actúa como el hombre. Su justicia nunca es venganza, sino ocasión de manifestar el amor hacía El, para rectificar y salvarse.
· A veces necesitamos el fracaso para ver la falsedad de nuestras seguridades y, al sentir el desamparo, buscar al único Dios.
· El resto de Israel supo reconocer su pecado y a partir de ahí profundizó su fe y descubrió su misión en medio de su pueblo.
· Dios sostiene y da fuerzas para superar la adversidad a quienes de verdad tiene fe y confianza en él.
· El cristiano y la Iglesia deben vigilar y orar para no instalarse en falsas seguridades que lo alejan de Dios y de los Hombres.
RESUMEN DE LAS IDEAS PRINCIPALES
El sufrimiento y la desgracia, muchas veces consecuencia de nuestros errores son piedra de toque en la que el no creyente se estrella y sucumbe. No obstante para el hombre de fe son ocasión de rectificar y encontrarse más en profundidad con Dios, que en estas situaciones le sostiene y le salva, descubriéndole los verdaderos valores y objetivos de su vida.
DESARROLLO DE LA CATEQUESIS
Primer paso: EXPERIENCIA HUMANA
La sociedad competitiva que nos rodea es cruel con el que fracasa, y a la vez da escasas facilidades para alcanzar y mantener la felicidad. Por ello vemos muchos fracasos en los matrimonios, en la educación de los hijos, al buscar trabajo o conseguir una situación estable. Hay tantos que es muy probable que alguna vez nos haya tocado vivirlos.
El dialogo puede plantearse sobre la manera en que reaccionamos ante el fracaso, o a quien culpamos de él; si encontramos algo de positivo cuando ocurre o, si la fe supone una ayuda en estas circunstancias.
Segundo paso: DESARROLLO DE LAS IDEAS PRINCIPALES
Circunstancias históricas de los textos.
En el 933 a.C. Roboam, hijo de Salomón, ve escindirse su reino: El de Judá al sur (tribus de Benjamín y Judá) y el de Israel al Norte (tribus restantes). Sólo el primero mantendrá la dinastía de David. Así comienza la decadencia política y religiosa denunciada por los profetas, que conduce a la destrucción del Reino del Norte por
Asiria el año 721 a.C.
El impacto en Judá (que logra resistir precariamente y acoge a muchos refugiados) es grande en lo religioso. Se releen las tradiciones del Norte (E) y de Judá (J) bajo el santo rey Ezequías, encontrando un nuevo sentido en la palabra de Yavé. Sin embargo pronto se olvida la lección. Sólo un siglo después con el piadoso rey Josías reverdecerá la vida religiosa. En el 622 a.C. se descubre en el Templo el «libro de la Ley», que debe mucho a la tradición procedente del Norte, olvidada durante años. Josías la toma como base para promover una gran reforma nacional y religiosa, la llamada reforma «deuteronómica», que quedó abortada al morir el rey el 609 a.C. Sin espíritu ni líderes, Judá cae el 597 a.C. en manos de Nabucodonosor de Babilonia, vencedor de Asiria, y es sometido a vasallaje y deportada su nobleza.
Tras un desafortunado intento de alianza con Egipto, Jerusalén, su templo y el Arca de la Alianza son destruidos por Nabucodonosor el 587 a.C. y lo más representativo del pueblo conducido al destierro en Babilonia.
Las falsas seguridades: 2 Sam 7,11-16; Jr 2,7-13 y 7,8-15.
Quizás la más dura experiencia de fracaso es la de aquel que no quiere enfrentarse a la realidad y en un momento dado se le derrumba el castillo de falsas sus seguridades.
Las promesas de Dios a Abrahán, Moisés, David, la Alianza, la Ley y el Templo, todo fue interesadamente interpretado como seguridad absoluta de que, aunque el pueblo pecara, el Señor mantendría de forma «mágica» la prosperidad del país y sus reyes, frente a sus enemigos.
El aniquilamiento de Judá: 2 Re 24,15ss y 25,9-12; Lm 5,11-16
Materialmente pasan a la condición de vencidos y desterrados. En lo religioso, han perdido la Tierra de la promesa, de la cual han sido separados. El templo y el Arca, símbolos de la presencia de Dios entre su pueblo, están destruidos. ¿Olvido, castigo o fracaso de Dios? Sal 77,6-l0; Jr 25,7-11; Sal 89,47-52.
Ante la tremenda experiencia el desconcierto invade el pueblo. Las promesas de Dios tal como ellos las entendían no se han cumplido. La mayoría -si antes no lo había hecho – deserta de la fidelidad al Señor, considerando que ha sido vencido por los dioses de Babilonia. Unos se acogen a éstos, otros no aceptan a ningún dios, abandonando cualquier esperanza más allá de la mera supervivencia. Nada sabemos de esta mayoría.
La Historia los ha olvidado.
El resto de Israel: Sof 3,11-13 y 18-20; Ez 11,16-20; Is 49,14-15.
En la purificación que supuso esta prueba surgió un Resto que contra toda evidencia humana confió en el amor de Dios porque sentía su presencia en el corazón.
La labor de conversión y profundización en su fe que realizó en el destierro es valiosísima y conserva hoy todo su vigencia.
Descubre que la presencia de Dios no está ligada al Templo ni a la tierra sino al corazón del hombre. Interpreta el destierro como prueba purificadora y castigo amoroso de Dios para corregir a su pueblo y volverlo al buen camino. Se afianza en la supremacía universal del Señor sobre todas las naciones y sus ídolos (Jr 10,10-16) y reconoce con humildad la distancia entre la lógica humana y los caminos de Yavé (Is 55,8-9).
Tercer paso: NOS PREGUNTAMOS
REFLEXIÓN E INTERROGANTES
Los cristianos sabemos que estamos en este mundo sin ser de este mundo.
Durante la espera – como el Resto fiel ante el fracaso humano y la aparente lejanía de Dios- tenemos el deber de abrirnos a la conversión. Desenmascarar las falsas seguridades y metas – ídolos en las que hemos cifrado la felicidad olvidando al Señor, y alimentar nuestra comunicación con El, que nos consolará e impulsará hacía la conversión.
¿Hasta qué punto estamos poniendo nuestra felicidad en falsas seguridades?
Cuando aparentemente Dios no nos atiende en cualquier apuro, ¿revisamos qué parte de responsabilidad personal y colectiva tenemos para llegar a esa situación? ¿Somos capaces de ver más allá de una solución egoísta y mágica a nuestras desgracias?
Cuarto paso: TEXTOS PARA LA ORACIÓN E INTERIORIZACIÓN
Jr 2,26-28

Quinto paso: ORIENTACIÓN PARA HABLAR CON LOS NIÑOS
Hacerles ver que, lo mismo que sus padres no los rechazan aunque les regañen alguna vez, así también actúa Dios, que permite que pasemos algunos malos ratos de vez en cuando.