HOMILÍA DOMINICAL

XXX DOMINGO ORDINARIO (CICLO B)

Las lecturas de hoy nos invitan a la esperanza y a la alegría, a pesar de los males que nos pueden afectar, personal y comunitariamente.

La 1ª lectura del profeta Jeremías nos dice que el Dios en quien creemos no es un Dios insensible y alejado de los dolores y dificultades de los hombres, sino que es un Dios sensible y atento, que cuida de sus hijos con amor de padre.

A veces, estamos tentados de mirar nuestra vida y la historia de nuestro mundo, con ojos de pesimismo, de miedo y de desesperación. El terrorismo, los crímenes contra el medio ambiente, las dificultades económicas, las enfermedades incurables, el hambre, la miseria, los valores efímeros, parecen pintar de negro nuestro futuro y el futuro de nuestro planeta.

Sin embargo, la Palabra de Dios que hoy se nos propone nos da confianza: no tengamos miedo, pues Dios camina con nosotros por la historia y, como un padre lleno de bondad que enseña a su hijo a caminar, nos conducirá de la mano al encuentro de la vida verdadera.

La primera lectura nos garantiza que no estamos solos frente a los dramas y sufrimientos; Dios va a nuestro lado y, con amor de Padre, cuida de nosotros, nos da la mano, nos conduce al encuentro de la vida eterna y verdadera.  A nosotros nos queda reconocer su presencia (a veces tan discreta que no la notamos) y, con humildad y sencillez, aceptar su amor.

Hay, ciertamente, un futuro para nosotros, pues Dios nos ama y camina con nosotros.

La 2ª lectura de la carta a los Hebreos nos presenta a Cristo como sacerdote, mediador entre Dios y los hombres.

De esta lectura podemos sacar dos consecuencias para nuestra vida. 

La primera, es tener plena confianza en Dios y vivir con esperanza: junto a Dios nuestro Padre, tenemos un intercesor que entiende nuestras dificultades y que, a pesar de nuestras fallos, siguen creyendo en nosotros y sigue apostando por integrarnos en la familia de Dios.

La segunda, nos lleva al compromiso con los hermanos: la solidaridad de Cristo con nosotros nos invita a la solidaridad con los pequeños, con los últimos, con los pobres, con aquellos que el mundo rechaza y margina; nos invita a trabajar por todos aquellos que son humillados, explotados e incomprendidos.

El Evangelio de San Marcos nos presenta el episodio del ciego Bartimeo.

Bartimeo representa la marginación a la que una sociedad puede llegar a someter a un ser humano.  Bartimeo es para nosotros hoy la imagen de la desesperanza.

La desesperanza del que se da por vencido, del que ya no cree en nada ni en nadie, del que ha perdido la ilusión, del que ha sido tan golpeado por los demás o por la enfermedad que sólo quiere que lo dejen en paz. 

Desesperanza de muchas personas que se sientan cada día delante de la televisión para ver pasar la vida de otros, vidas engañosamente felices, de ricos, artistas, famosos y todo para conseguir que por un momento olvidemos la mediocridad de nuestras vidas.

Hoy nosotros estamos llamados a levantar a tanta gente que vive así: una vida de marginación.  Tenemos la misión de hacer levantar a la humanidad y llevarla hasta Jesús.  Porque hay mucha gente que se encuentra al borde del camino.

Al borde del camino quiere expresar que el ser humano sin Dios es un ser que está al margen de la vida auténtica. ¡Qué ciego está el mundo sin Dios!

Al borde del camino de la vida hay mucha gente que no puede disfrutar de la vida porque están marginados o son pobres; hay jóvenes que no saben vivir porque creen que la vida se vive al margen de Dios; hay gente que anda viviendo una vida sin sentido porque no ven el camino, pues le dieron todos los medios para vivir, pero no les dieron lo más importante: razones para vivir.  Hay tanta gente que son pobres de cariño, de esperanza, de ilusiones.  Y todas estas personas tienden su mano y nos gritan para que los escuchemos y les tendamos nuestra mano para ayudarlos.

Pidámosle hoy nosotros a Jesús, como el ciego Bartimeo: Maestro, que pueda ver.  Que podamos ver que nuestro mundo no es sólo esas tristes noticias que a diario vemos en los medos de comunicación; también hay muchas personas cuyas vidas son un proyecto de amor, bondad y servicio, aunque esto no sea noticia.

Maestro, que pueda ver.  Que pueda ver no sólo los defectos de los demás sino sobre todo las buenas cualidades, valores y virtudes de las personas con los que convivimos y tenemos que hacerlas felices.

Y que Jesús nos responda: “Anda, tú fe te ha salvado” y que al momento recobremos la vista y lo sigamos por el camino con un nuevo rayo de luz, de ilusión y de esperanza.