
Col 1, 9-14
Es importante la sabiduría humana, pues gracias a ella se realiza el progreso y se va haciendo más cómoda nuestra existencia, sin embargo es quizás más importante el tener sabidurías y conocimiento espiritual, pues es precisamente por medio de éste, como hoy nos lo dice san Pablo, que podemos llegar a conocer la voluntad de Dios.
Cuando la sabiduría humana no va acompañada de la sabiduría divina, la mayoría de las veces los resultados de la ciencia lejos de ayudar al hombre lo dañan.
Todas las ciencias Dios las ha puesto al servicio del hombre, por lo que la psicología, la medicina, las ciencias exactas, etc., por lo cual son buenas, pero éstas deben de ser un instrumento puesto al servicio de la voluntad de Dios.
Es necesario reconocer siempre que nosotros no somos nuestros propios árbitros y que todo obedece a un proyecto lleno del amor de Dios. Pidamos diariamente que el Señor ilumine nuestro entendimiento y nuestro corazón para que a la luz de su Espíritu podamos poner nuestro conocimiento a su servicio y así construir la sociedad del amor.
Lc 5, 1-11
Hoy se tiene la tentación de pensar que la Palabra de Dios, lo que leemos en el Evangelio o en general en la Sagrada Escritura, tiene el mismo valor que la que está escrita en cualquier otro libro.
Hoy Pedro, un experimentado pescador, se pone a escuchar lo que para un hombre de su experiencia resultaría una ilógica petición la cual proviene de un Carpintero. Sin embargo, la Escritura nos dice que antes de invitar a Pedro a pescar, Jesús había predicado a los que se reunieron en torno a la barca.
Seguramente que lo que escuchó Pedro de labios de Jesús, lo animó a intentar una acción fuera de toda lógica dentro de su oficio. El resultado: Una gran pesca. Pedro entonces, a pesar de ser un hombre experimentado reconoce que la Palabra de Jesús no es como la de cualquier hombre. Y a pesar de ser un experto en la materia se deja conducir por la palabra del Maestro.
Debemos, pues, por un lado, escuchar más seguido y con mucha atención la Palabra de Jesús que tenemos en los evangelios y por otro lado reconocer que esa palabra no es la de cualquier hombre, no es simplemente la palabra del Carpintero de Nazaret, sino que es la palabra de Dios, la cual tiene poder.
Date tiempo para leer la Sagrada Escritura y aprende a dejarte conducir por ella.