DULCE NOMBRE DE MARIA

1Tim 1, 1-2. 12-14

En este inicio de la carta de Pablo a su querido amigo y compañero de evangelización, Pablo reconoce que no es por sus méritos el que Dios lo haya escogido, sino por la gran misericordia de Dios.

Este aspecto de la vida apostólica es muy importante, ya que algunos hermanos no toman parte activa en la evangelización o en el trabajo pastoral de sus parroquias por el hecho de no sentirse dignos o capacitados para hacerlo.

Debemos recordar que esto es una gracia y que a Dios no le importa lo que hayamos sido antes de nuestro encuentro con Jesús.

Dios sabe que si no lo conocemos, difícilmente podremos amarlo y servirlo.

Pero una vez que lo hemos conocido, y que estamos buscando con todo nuestro corazón el amarlo, Dios nos da todas sus gracias y su amor para poder ayudarle en la construcción del Reino.

Seamos disponibles y abrámonos a la infinita misericordia de Dios.

Lc 6, 39-42

Hoy tenemos una doble enseñanza.

La primera estaría referida a descubrir nuestros propios errores.

Somos humanos y como tales tenemos fallas, debilidades. Es pues necesario descubrirlas. Pero ¿cómo podremos descubrirlas si no nos ayudan? O ¿cómo podremos superarlas sin la ayuda de los demás?

He aquí la segunda enseñanza: No es fácil ayudar al hermano a salir adelante de sus debilidades. Requiere, como cuando hay que sacar una paja del ojo, mucho cuidado, mucho cariño, mucho amor y atención.

De esta manera se completa la enseñanza: Somos débiles y estamos llenos de imperfecciones, no debemos cerrarnos a esto; pero al mismo tiempo debemos, por un lado permitir al hermano que nos ayude a superarlos, y por otro, ayudar con ternura a los demás a superar sus imperfecciones.

¿Serías capa de hacer esto en tu propia vida?