Jueves de la XVIII Semana Ordinaria

Num 20, 1-13

El episodio de hoy nos presenta de nuevo los tres elementos que se repiten en la vida del pueblo de Dios: inseguridad y reclamo a Dios; intercesión de Moisés y Aarón; acción salvadora de Dios por medio de un intermediario. Si analizamos nuestra propia historia y la historia de la misma Iglesia, veremos que esto se repite y de alguna manera forma parte de nuestra naturaleza fragmentada por el pecado. El hombre, aun el cristiano, frecuentemente se siente inseguro (por la situación económica, la enfermedad, la violencia, etc.) y no obstante el conocer que tiene como aliado y Señor a Dios, siente que no podrá salir adelante y en ocasiones, cuando la situación es muy grave, incluso le reclama a Dios. Es entonces cuando, acude en busca de ayuda, la cual se expresa generalmente en un reclamo hacia los líderes de la comunidad (sacerdotes, ministros, consagrados), quienes oran al Señor pidiendo la bendición de Dios.

Finalmente, Dios, valiéndose de nuevo de instrumentos, manifiesta su acción salvadora (desafortunadamente no siempre de la manera en que la persona lo esperaba), lo cual trae la paz de nuevo al corazón. Hermanos, Dios nos ha mostrado cientos de veces su santidad y su amor. Clamemos a Él en nuestras necesidades, pero hagámoslo con confianza, con paz en nuestro corazón… pidamos a nuestros hermanos que se unan a nuestras intenciones y oraciones, pero no como quien reclama sino con alegría sabiendo que Dios tiene un plan para nosotros, y finalmente estemos atentos, Dios manifestará siempre su salvación.

Mt 16,13-23

Este riquísimo pasaje tendría muchos elementos para nuestra reflexión (el primado de Pedro, el reconocer a Jesús como Mesías personal, la respuesta de Jesús a Pedro etc.), sin embargo quisiera centrar nuestra meditación en un elemento que a veces pasa desapercibido y es la relación que hay entre la misión de Cristo y la cruz. El evangelista nos dice que después de que Jesús se les descubre ya abiertamente como el Mesías, el hijo de Dios, «Jesús comenzó a anunciar que tenía que sufrir mucho y morir». Jesús buscaba con esto quitar de la mente de sus discípulos la idea triunfalista que el Judaísmo esperaba en relación al Mesías.

El Mesías no sería un Rey que gobierna desde un palacio, sino un Rey que reina desde una Cruz y sus discípulos, si querían pertenecer al reinado de este rey debería aceptarlo como tal. La reacción de Pedro, manifiesta, no solo el amor por el Maestro, sino la actitud errónea de los cristianos de buscar un paraíso sin cruz; un Mesías sin pasión. Por ello Jesús lo invita a reflexionar y a no pensar como los demás, sino a entrar en su corazón y aceptar el misterio de la Cruz. Es pues importante que nosotros, en medio de este mundo que nos invita al confort y a evitar a toda costa el sufrimiento, aceptemos que el seguimiento de Jesús forzosamente pasa por la Cruz. Los falsos paraísos propuestos por el mundo terminan siempre en desilusión; el camino de la resurrección pasa siempre por el dolor… por el dolor redentor. No tengas miedo de caminar detrás de Jesús, su amor te sostendrá a cada paso.