
Col 3, 12-17
En este pasaje encontramos una serie de consejos que san Pablo da a la comunidad con el fin de que su cristianismo sea verdaderamente una vida de amor, no solo con Dios sino con cada uno de los hermanos.
Centremos hoy nuestra atención en el saber soportarnos. San Pablo un hombre enraizado profundamente en el Espíritu, es un gran conocedor de la naturaleza humana y sabe que nuestros caracteres, nuestros gustos, etc., pueden no solo ser diferentes a los de los demás hermanos, sino incluso contrarios.
Nos damos cuenta que en nuestras comunidades, sea en la escuela, en el trabajo o en nuestros propios barrios, nos relacionamos con personas, las cuales por su manera de ser o de pensar, a pesar de ser buenos cristianos, nos es difícil el convivir con ellos. Por ello Pablo invita a la comunidad a saber «soportarlos» o tolerarlos, sabiendo que en esto se desarrolla el verdadero amor de Dios que nos ama a todos de la manera como somos.
No es una virtud fácil de adquirir, sin embargo nuestro esfuerzo cotidiano, y la gracia de Dios siempre rinden frutos.
Hagamos de nuestras comunidades verdaderas extensiones del Reino de los cielos poniendo nuestro granito de arena.
Lc 6, 27-38
El cristiano es en definitiva una persona distinta a las demás.
Sus criterios no van muy de acuerdo con los del mudo pues ha adoptado la «ilógica» manera de pensar de su maestro.
Lo más extraño de todo es que a pesar de lo ilógica que parece la enseñanza de Jesús es la única que nos garantiza la verdadera felicidad. Y es que quien sigue de cerca a Jesús, aprende a dar y no solo a recibir, a perdonar, a pesar de ser el ofendido, a amar cuando solo se recibe ingratitud…
Y es curioso, pero quien obra así experimenta una gran alegría y sobre todo una profunda paz, sin embargo, todo esto solo pude ser conocido y vivido desde adentro. Es decir, es necesario, por un lado buscar el vivir de acuerdo al evangelio, pero por otro y quizás más importante, permitirle al Espíritu Santo conducir nuestra vida.
Seamos hombres y mujeres diferentes, auténticos seguidores del Maestro, y mostrémosle al mundo que en la «ilógica» del evangelio está la felicidad.