Lunes de la VI Semana de Pascua

Hech 16, 11-15

En el pasaje que acabamos de leer podemos apreciar cómo para Pablo toda ocasión es una oportunidad para hacer conocer el Evangelio… de hecho, busca insistentemente que se presente esta oportunidad.

Sin embargo nosotros, muchas veces actuamos de modo contrario: cuando sale a la conversación algún tema de fe o de religión preferimos escabullirnos, con la típica excusa: «En cuestiones de política y religión no se puede discutir pues nunca se llega a nada».

Pensemos que si este hubiera sido el pensamiento de los primeros cristianos, todavía nosotros viviríamos en la ignorancia del amor de Dios. Quizás nosotros no nos sintamos llamados como Pablo a ir a buscar «por las orillas del río» a aquellos que no conocen a Jesús, pero lo que por vocación universal tenemos los bautizados es el aprovechar toda oportunidad que se presenta para anunciar el amor de Dios. Aprovecha hoy todas las oportunidades que Dios te presente para hacer conocer el amor de Dios. Recuerda que la fe nace de la predicación.

Jn 15, 26–16,4

En la primera parte del Evangelio de hoy Jesús, les deja a sus apóstoles el encargo de dar testimonio de Él. Momentos antes de la Ascensión Jesús les vuelve a repetir esta misión. Los apóstoles fueron testigos de la predicación de Jesús, de su Muerte y de su Resurrección. Pero es recién, con la venida del Espíritu Santo, cuando se inicia la predicación pública de los Doce, y la vida de la Iglesia.

Jesús, en este pasaje vuelve a anunciar la venida del Espíritu: «Cuando venga el Protector que les enviaré desde el Padre, por ser Él el Espíritu de verdad que procede del Padre, dará testimonio de mí»

En medio del odio del mundo y de las persecuciones, los discípulos sentirán la presencia viva del Espíritu, que es verdad y vida y que el mismo Jesús resucitado les enviará desde el Padre. Jesús no va a dejar solos a los suyos, y el Señor se los dice a sus discípulos para que no se derrumben cuando empiecen las persecuciones. Este pasaje del Evangelio, no vale solo para el pasado, sino que tiene plena vigencia para nuestra vida de hoy. Todavía hoy, es fuerte el odio del mundo a Jesús, y hoy y siempre, seguirá el Espíritu Santo, alentando fuerte en su Iglesia y reavivando en las comunidades cristianas, el testimonio de Jesús.

Como predijo el Señor en este pasaje, la Iglesia ha sufrido repetidas veces a lo largo de la historia, el odio y la persecución fanática. Otras veces, esa persecución no es tan abierta y evidente pero se manifiesta en la oposición sistemática e injusta a las cosas de Dios. En estos casos, como lo dice Jesús, suele pasar que quienes persiguen a los verdaderos servidores de Dios piensan que le agradan. Esos perseguidores confunden la causa de Dios con unas concepciones deformadas de la religión.

El Señor les profetiza a sus discípulos que sufrirán persecuciones y contrariedades, para que cuando lleguen no se escandalicen ni se desalienten, sino que por el contrario, les sirvan como ocasión para demostrar su fe. Por eso, en este tiempo pascual, y próximos ya a la celebración de Pentecostés, vamos a pedir a la Tercera persona de la Santísima Trinidad que proteja siempre a su Iglesia y fortalezca a sus fieles para defenderla de sus enemigos.

Lunes de la VI Semana de Pascua

Hech 16,11-15


En el pasaje que acabamos de leer podemos apreciar cómo para Pablo toda ocasión es una oportunidad para hacer conocer el Evangelio. De hecho, busca insistentemente que se presente esta oportunidad.

Sin embargo nosotros, muchas veces, actuamos de modo contrario: cuando sale a la conversación algún tema de fe o de religión preferimos escabullirnos, con la típica excusa: «En cuestiones de política y religión no se pude discutir pues nunca se llega a nada».

Pensemos que si este hubiera sido el pensamiento de los primeros cristianos, todavía nosotros viviríamos en la ignorancia del amor de Dios. Quizás nosotros no nos sintamos llamados como Pablo a ir a buscar «por las orillas del río» a aquellos que no conocen a Jesús, pero lo que por vocación universal tenemos los bautizados es el aprovechar toda oportunidad que se presenta para anunciar el amor de Dios.

Aprovecha hoy todas las oportunidades que Dios te presente para hacer conocer el amor de Dios. Recuerda que la fe nace de la predicación.

Jn 15,26-16,4

Al estarnos acercándonos ya a la fiesta de Pentecostés, la liturgia nos ofrece textos y testimonios que nos ayudan a comprender, valorar y anhelar la venida del Espíritu en medio de nosotros.

La primera lectura nos presenta a Pablo trabajando arduamente, predicando la palabra, navegando; sí, hace mucho trabajo, pero quien abre el corazón de Lidia para que acepte la palabra es el Espíritu. El evangelio nos muestra la promesa de Jesús de enviarnos al Espíritu Consolador. Les anuncia a sus discípulos que sufrirán y los expulsarán de las sinagogas, que los amenazarán de muerte, pero que tienen que ser fuertes y encontrar esta fortaleza en el Espíritu Consolador.

Así con las palabras de Jesús entendemos como normal la serie de ataques y descalificaciones que sufre quien se entrega completamente al evangelio, pero lo que nos debe preocupar y cuestionar es si realmente estamos siendo fieles al Espíritu.

Nosotros, los cristianos no somos una organización social o meramente humana, que se rige por los estatutos y los estándares de aceptación.  La piedra de toque será la aceptación del Espíritu. Tendremos que abrir los corazones y dejarnos invadir por el Espíritu.

Con frecuencia queremos escudarnos en las seguridades de una estructura y quedamos anquilosados en tradiciones y costumbres que van perdiendo el verdadero sentido de seguidores de Jesús. El Concilio Vaticano II fue una fuerte llamada y una irrupción del Espíritu que sacudió desde sus cimientos a la Iglesia, pero posteriormente nos vamos otra vez acomodando y estableciendo.

Necesitamos pedir con fe y confianza ese Espíritu que venga a renovarnos y llenarnos de su impulso para ser fieles a Jesús a pesar de las críticas y las acusaciones. Si sufrimos por el Evangelio, tendremos la consolación del Espíritu que nos traerá la verdadera paz.

Lunes de la VI Semana de Pascua

Jn 15, 26-16,4

El texto del evangelio se encuentra en los llamados discursos de despedida de Jesús. Jesús les anuncia cómo el Espíritu fortalecerá a sus seguidores en medio de la persecución para ser sus testigos de todo lo que han visto y oído del Maestro. El Paráclito les ayudará a recordar lo vivido.

Jesús les advierte para que no se escandalicen y esto los lleve a apartarse de la fe, puesto que los primeros perseguidores serán los propios hermanos judíos. La persecución concreta se refiere a la expulsión de la sinagoga. No podemos olvidar que los primeros cristianos eran judeocristianos y la separación del mundo judío supuso uno de los grandes conflictos en las comunidades judeocristianas. Tras la toma de Jerusalén y la destrucción del templo por parte de los romanos, un grupo de judíos, en su mayoría escribas y fariseos, huyen a Jamnia, una pequeña ciudad de la costa mediterránea a la altura de Jerusalén. Allí se reconfigura un judaísmo sin templo en el que el lugar central lo ocupará la Torá, iniciándose así el llamado movimiento rabínico. En el año 85 Gamaliel II, líder del grupo, introduce en la Shemoné Esré, oración de las 18 bendiciones, una maldición contra los herejes (minim) entre los que se encuentran incluidos los nosrim (nazarenos), es decir los judeocristianos. Así los seguidores de Jesús al acudir a orar a la sinagoga, tenían que maldecirse a sí mismos, lo que los llevó a autoexcluirse de la misma y a una ruptura definitiva con el judaísmo.

Jesús les anuncia que en esos momentos en que no entienden porque sus hermanos en la fe los excluyen de la asamblea, el Espíritu les dará fuerza para ser testigos de Jesús de Nazaret, que ha revelado el verdadero rostro misericordioso del Padre. Nosotros también podemos experimentar muchos tipos de persecución a causa de nuestra fidelidad al proyecto de Jesús, tal vez incluso de aquellos que consideramos nuestros hermanos. ¿Experimentamos en esos momentos la fuerza del Espíritu que nos anima? ¿Nos mantenemos firmes dando testimonio de la Buena Noticia de Jesús? En medio del sufrimiento, no podemos olvidar que no estamos amenazados de muerte, estamos amenazados de Resurrección.

Lunes de la VI Semana de Pascua

Jn 15,26-16,4

Al estarnos acercándonos ya a la fiesta de Pentecostés, la liturgia nos ofrece textos y testimonios que nos ayudan a comprender, valorar y anhelar la venida del Espíritu en medio de nosotros.

La primera lectura nos presenta a Pablo trabajando arduamente, predicando la palabra, navegando; sí, hace mucho trabajo, pero quien abre el corazón de Lidia para que acepte la palabra es el Espíritu. El evangelio nos muestra la promesa de Jesús de enviarnos al Espíritu Consolador. Les anuncia a sus discípulos que sufrirán y los expulsarán de las sinagogas, que los amenazarán de muerte, pero que tienen que ser fuertes y encontrar esta fortaleza en el Espíritu Consolador.

Así con las palabras de Jesús entendemos como normal la serie de ataques y descalificaciones que sufre quien se entrega completamente al evangelio, pero lo que nos debe preocupar y cuestionar es si realmente estamos siendo fieles al Espíritu.

Nosotros, los cristianos no somos una organización social o meramente humana, que se rige por los estatutos y los estándares de aceptación.  La piedra de toque será la aceptación del Espíritu. Tendremos que abrir los corazones y dejarnos invadir por el Espíritu.

Con frecuencia queremos escudarnos en las seguridades de una estructura y quedamos anquilosados en tradiciones y costumbres que van perdiendo el verdadero sentido de seguidores de Jesús. El Concilio Vaticano II fue una fuerte llamada y una irrupción del Espíritu que sacudió desde sus cimientos a la Iglesia, pero posteriormente nos vamos otra vez acomodando y estableciendo.

Necesitamos pedir con fe y confianza ese Espíritu que venga a renovarnos y llenarnos de su impulso para ser fieles a Jesús a pesar de las críticas y las acusaciones. Si sufrimos por el Evangelio, tendremos la consolación del Espíritu que nos traerá la verdadera paz.

Lunes de la VI Semana de Pascua

Jn 15, 26–16,4

Con frecuencia aparecen anuncios catastróficos que pronostican un muy cercano final del mundo o amenazas sobre determinadas regiones. Lo curioso es que fácilmente se provoca un sicosis colectiva y aparecen los miedos y las angustias a causa de lo que ya está por venir.

Si leyéramos con atención las palabras de Jesús creo que podríamos encontrar más paz y tranquilidad en nuestro corazón. Jesús es muy realista y conoce que la verdad predicada y vivida, siempre produce agresiones y contratiempos para quien la proclama. Previene a sus discípulos porque en su lucha por la verdad muchas veces se tendrá la sensación de que “los buenos van perdiendo” y que la injusticia y la violencia prevalecen sobre los pacíficos.

Jesús sabe muy bien de estas dificultades para quien anuncia el Evangelio y no pretende en ningún momento ocultar la verdad a sus discípulos. ¿Cómo sostenerse en esos momentos difíciles?  Las prevenciones de Jesús son muy claras, pero también lo es su promesa. En los momentos de dificultad estará presente en medio de sus discípulos “el Consolador”, “el Espíritu de Verdad”. 

Jesús busca poner paz en el corazón de sus discípulos anunciándoles que en las duras pruebas que sufrirán a causa de su nombre, su testimonio será apoyado por el testimonio del Espíritu de la Verdad. En un contexto de odio, en un clima de oposición, se deberá mostrar cuál es el temple de los discípulos.

Hoy también Jesús nos asegura la presencia de su Espíritu Consolador en medio de nuestras aflicciones y angustias. No debemos temer los malos augurios y mucho menos inquietarnos por futuras predicciones, pero sí debemos tener muy en cuenta que habrá oposiciones y dificultades para quienes buscan ser fieles al Evangelio y a la verdad.

También hoy los discípulos de Jesús están sometidos al clima de incomprensión y de hostilidad con los que fueron perseguidos los primeros discípulos. No debemos desalentarnos ni porque muchos han fracasado y han abandonado, ni porque las dificultades se multiplican. Debemos mirar en nuestro interior y descubrir la validez del Evangelio y la presencia del Espíritu Consolador en nuestras vidas.

Que hoy la promesa de Jesús se haga realidad y que podamos abrirnos a los nuevos y reconfortantes vientos del Espíritu.