Lunes de la XIX Semana del Tiempo Ordinario

Mt 17, 22-27

Hoy hemos escuchado el segundo anuncio de la Pasión del Señor.  La presentación de su camino; la Pascua es algo que inquieta, escandaliza que es objeto de rechazo.  La traición, los sufrimientos, la muerte son cosas que afectan radicalmente nuestra sensibilidad.  Aquí Jesús los presenta como expresión de obediencia y amor.  El anuncio de la resurrección y de la gloria como resultado de esos dolores, no es comprendido.  El camino pascual del Señor: «se entregó hasta la muerte y muerte de cruz; por eso le dio un nombre sobre todo nombre» es también nuestro propio camino.

En ocasiones se ha presentado a Jesús como un revolucionario que ataca y destruye el orden antiguo.  Los evangelios, en cambio, nos lo presentan como un fiel observante de las prescripciones y ritos antiguos.

Los fieles israelitas debían pagar cada año dos dracmas para el Templo y su culto.  Aunque Jesús, como El lo explica, no estaba obligado a ello, lo cumplió «para no dar motivo de escándalo».  Es de notar la importancia de la figura de Pedro: a él se dirigieron los cobradores del impuesto y él responde en nombre de Jesús.  Con la moneda maravillosamente encontrada pagará su deuda junto con la de Cristo.

Que la fuerza del don del Señor nos ayude a seguirlo siempre en su itinerario pascual.

Lunes de la XIX Semana del Tiempo Ordinario

Mt 17, 22-27

Este breve pasaje nos ilustra cómo el cristiano está obligado a cumplir con las obligaciones puestas por el Estado, de la misma manera que Jesús lo hizo y enseño a sus discípulos a realizarlo.

Y es que, aun viviendo en el Reino, estamos sujetos a la vida social, a la vida civil, y es precisamente ahí en donde, con nuestro testimonio, podemos construir una sociedad más justa, más humana y más libre.

Es mediante nuestras acciones como vamos transformando el orden social, por lo que el pago de nuestros impuestos, el acudir a las urnas a votar en tiempos de elección, el pertenecer a organizaciones y partidos políticos y de servicio no solo es un derecho sino una verdadera obligación de cada cristiano.

No pertenecemos a este mundo, pero vivimos en él y tenemos la encomienda recibida de Jesús de transformarlo. Seamos responsables en todo lo que concierne a la vida civil, política y social de nuestro país, hagamos de él (cada uno de acuerdo al don que Dios le ha dado) un lugar en donde el amor y la paz sean una verdadera realidad.