
Lc 9, 46-50
San Lucas en este texto del evangelio nos habla de humanidad y no de grandezas.
Jesucristo llevaba mucho tiempo instruyendo a sus discípulos con sus enseñanzas, pero ellos tenían la mente tan cerrada que no comprendían lo que el Maestro quería decirles. Un día los discípulos iban discutiendo quién sería el más importante entre ellos. Jesús adivinando lo que pensaban, cogió un niño y lo puso a su lado y les dijo: “El que acoge a este niño en mi nombre, me acoge a mí y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado”. El más pequeño de vosotros es el más importante.
Lección de humanidad y sencillez, pero aun así ellos siguen ciegos para no comprender qué quería decirles el Maestro, porque Juan le dice: “Maestro hemos visto a uno echando demonios en tu nombre y se lo hemos impedido porque no era de los nuestros”, y Jesús le contestó: “no se lo impidáis, el que no está contra nosotros, está a favor nuestro”.
Los discípulos creían que solamente ellos podían hacer esos milagros porque estaban con Jesús, pero no era así, no comprendían que el que tiene verdadera fe en Dios, puede mover montañas.
A todos nos van más las grandezas de este mundo que la humanidad, ¿Por qué es así?, ¿acaso hemos visto rasgos de grandeza en la vida de la Virgen? No. Ella, ¿qué contestó al Ángel Gabriel?: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Imitémosla.
¿Estaríamos nosotros dispuestos a dar la vida por Jesucristo?