Martes de la V Semana del Tiempo Ordinario

Mc 7, 1-13

En la primera lectura de este día se nos narra la consagración del templo de Jerusalén. Salomón en su oración nos hace sentir cómo el pueblo siente a Dios vivamente presente en medio de ellos, lo consideran el trascendente y el diverso, pero al mismo tiempo muy cercano y en medio del pueblo. Cuando se vive esta presencia de Dios y cada momento de la vida está relacionado con Él, tienen sentido los cantos y las alabanzas, los ritos y purificaciones. Desgraciadamente, muchas veces se olvida el sentido y queda el rito hueco y vacío.

Jesús, el hombre libre y liberador, hoy responde a la dura crítica de los fariseos y los escribas ante descuido de los discípulos que no se lavaban las manos.  No es por razones de higiene, sino de purificación. Jesús centra muy claramente el sentido de estos ritos y tradiciones y los obliga a reflexionar profundamente si no han dejado de lado la palabra de Dios para hacer caso a las tradiciones de los hombres. También ahora nos pasa: nos atoramos en tradiciones y ritos que nos hacen olvidar la palabra de Dios.

Jesús resalta el compromiso con el Dios de la vida y la relación con las personas. Para estar cerca de Dios es necesario convertirse y no ampararse en ritos externos. Para ser agradable a Dios se necesita comprometerse con los hermanos en sus necesidades y problemas. El mandamiento del amor está por encima de los ritos y tradiciones.

Jesús expone con fuerza, retomando la tradición de los grandes profetas, que la verdadera religión y el verdadero culto es interior, es en la relación cercana del corazón con Dios y en el cumplimiento de sus mandamientos. Jesús une muy estrechamente la fe y el amor; el mandamiento exterior y la obligación interior.

El Papa Francisco nos inste en esta profanación de la religión. Nos decimos católicos porque hemos aceptado algunos ritos como el bautismo y en algunos casos el matrimonio, pero no hemos dejado penetrar el espíritu de Dios en nuestras obras y pensamientos. Junto a la práctica de rituales muchas veces están la injusticia y la mentira.

Que hoy nos dejemos tocar por estas palabras de Jesús y revisemos si nuestras tradiciones están respaldadas por el amor a Dios y al prójimo.

Martes de la V Semana del Tiempo Ordinario

Mc 7, 1-13

Hoy también podemos caer en la tentación de darle más valor a los preceptos de los hombres que al precepto con mayúscula de Dios, el precepto del amor. El pueblo judío, con el tiempo, se había cargado de normas, en cuyo origen había estado el cumplimiento de obligaciones para con Dios. Pero en la época de Jesús, muchas de esas normas, eran solo signos exteriores, que perdían de vista lo verdaderamente importante. Jesús les repite las palabras del profeta Isaías: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.

A Dios no se le puede honrar sólo con manifestaciones exteriores, se le debe honrar en espíritu y en verdad. Y el Señor, no se pronuncia “contra la ley” ni “contra las exteriorizaciones de la ley”. Jesús, fue respetuoso de las leyes de su pueblo, como lo fueron José y María, pero siempre antepuso “el hombre” a la “ley”. Siempre antepuso el amor.

A la luz de este evangelio, tenemos que analizar ¿qué ve en nosotros Jesús hoy? ¿Cómo actuamos? ¿Cumplimos con los ritos sólo exteriormente, o verdaderamente lo que nos mueve es el amor?

El Señor quiere y espera de nosotros que pongamos empeño en ser limpios de corazón. Los ritos de purificación, de limpieza del pueblo judío, eran simples manifestaciones exteriores, y Jesús les muestra que lo que verdaderamente es importante no es tener “limpias” las manos, sino el corazón. Centrarse sólo en los ritos es vivir una religión exterior vacía, una religión que reemplaza a la auténtica fe. El Señor nos quiere libres, dispuestos a cambiar aquello que haya que cambiar, para no perder lo verdaderamente importante. Lo que debe gobernar nuestros actos es el amor al prójimo y la rectitud de intención en toda circunstancia.