Martes de la XXIII Semana Ordinaria

Col 2, 6-15

De nuevo san Pablo nos recuerda que el cristianismo, dado que está basado en una elección y decisión personal (¡Quiero ser Cristiano!), esta decisión se debe transformar en un estilo de vida.

En otras palabras, ser cristiano, implica vivir de acuerdo al evangelio. Esto, humanamente no es posible, pues nuestra debilidad no permite que muchos de los elementos de la vida cristiana se desarrollen (por ejemplo el perdón, la renuncia, la caridad, etc.). Por ello, es necesario continuamente abrirse a la gracia de Dios y reafirmar nuestra opción por Cristo y por su evangelio.

Dios no niega sus gracias a quien se las pide y sobre todo cuando éstas son el fundamento para que el hombre construya su felicidad y tenga paz en el corazón.

Pide insistentemente esta gracia y pon todo lo que está de tu parte, tanto para que ésta se desarrolle en ti, como para hacer vida el mensaje de Jesús en todas las áreas de tu vida.

Lc 6, 12-19

Los evangelios, en particular el de hoy, nos muestran cómo siempre que Jesús debía tomar una decisión importante pasaba toda la noche en oración.

Es común oír: «No tengo tiempo para orar». Esto generalmente es verdad, pues el tiempo para orar debemos «crearlo». Esto implica renunciar a nuestro tiempo de diversión, a la televisión, inclusive, como Jesús, al descanso nocturno.

Solamente el cristiano que ora todos los días verá cambios en su vida, pues la oración es el elemento que permite que la gracia de Dios se convierta en vida.

Es también común escuchar: «Dios siempre está conmigo y por eso yo hago mi oración mientras voy manejando al trabajo o a la escuela». Esto es verdad también, Dios siempre está con nosotros, pues Dios siempre tiene tiempo para nosotros, la pregunta sería si nosotros, como Jesús, también tenemos tiempo para Dios.

Si bien es cierto que todo momento es un buen momento para orar, es necesario dedicar un tiempo exclusivo para Dios, para estar con Él, para que todos nuestros sentidos se centren y concentren en Él.

Date tiempo para orar… solo así tendrás suficiente luz para dirigir las decisiones de tu vida.

Martes de la XXIII Semana Ordinaria

1 Cor 6, 1-11

Después del problema de las divisiones en la comunidad, de la no coherencia entre fe y costumbres patentizadas en un caso muy concreto, hoy Pablo ataca otro defecto en los cristianos de Corinto: los problemas de justicia entre ellos.

Los cristianos de Corinto no habían tratado de solucionar esos problemas con un sentido fraternal y familiar.  Pablo tenía en mente la enseñanza de Mateo: «Al que te golpee en la mejilla derecha, ofrécele también la otra…»

Había otra dificultad relacionada con los tribunales paganos, y era que los juramentos de esos tribunales tenían fórmulas idolátricas.

Pablo recuerda una lista de fallas morales graves.  Y añade: «Y eso eran algunos de ustedes.  Pero han sido lavados, consagrados y justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por medio del Espíritu de nuestro Dios».

Lc 6, 12-19

Jesús eligió a los doce apóstoles.  Para prepararse «pasó la noche en oración con Dios».  La oración verdadera no es huida, es fuerza; no es pérdida de tiempo es acción salvífica.  Jesús es el primer modelo.

Apóstol quiere decir «enviado», pero antes de enviar a sus apóstoles, Jesús los ha llamado, los va formando y después de su Ascensión les dará su Espíritu, para finalmente enviarlos a dar testimonio.

Hoy oímos la lista de los nombres de los doce apóstoles, los cimientos de nuestra Iglesia.  Tal vez sabemos los nombres de todos los miembros de tal equipo, o los actores de tal telenovela.  ¿Nos interesa conocer los nombres de los amigos de Jesús, que son la base de nuestra comunidad?

Todos son gente sencilla, la mayoría pescadores… Hay un publicano, con su título de pecador y traidor a la patria y a la religión (Mateo); hay un miembro del grupo de los «zelotes» con su título de violento y extremista (Simón); hay uno, elegido como los demás, amado por Jesús como los demás, que recibió los mismos ejemplos y doctrina que los demás, pero… «que fue el traidor» (Judas).

Hay uno que renegó de Jesús tres veces, pero que arrepentido, por tres veces juró su amor a Cristo y recibió de Él el encargo de fortificar en la fe a sus hermanos (Pedro).

Nosotros también hemos sido llamados, también convivimos con el Señor, también somos enviados…, también podemos traicionar, también nos podemos arrepentir.