Viernes de la V Semana de Pascua

Hech 15, 22-31

Una de las cosas más reconfortantes y que animan nuestra esperanza, es el hecho de que la Iglesia es dirigida y sostenida por el Espíritu.

Es una institución formada por hombres pero cuya fuerza y diligencia no provienen de la debilidad humana sino del poder de Dios. Es por ello que a pesar de que ha habido épocas de gran oscuridad y tempestad en la Iglesia, la luz y la fuerza del Espíritu no la han dejado naufragar.

Por eso estamos seguros que cuando se trata de fe y costumbres, en el seno de la Iglesia volverán a resonar la palabras que hoy hemos escuchado: «El Espíritu santo y nosotros…»  

Esta es la garantía de que caminamos en la verdad y hacia puerto seguro. Por ello los que se apartan de la Iglesia o los que rechazan su magisterio ordinario, corren el grave riesgo de perderse en humanas e inútiles discusiones y de no encontrar la paz y la verdad.

Jn 15, 12-17

De este Evangelio se pueden sacar muchas enseñanzas. Una es el verdadero amor. Otra, lo que es el verdadero amigo. Pero nos centraremos en lo que es la tarjeta de presentación de todo seguidor de Jesucristo, que somos todos los que creemos en Él, y es el mandamiento de Jesús de amarnos los unos a los otros.

¿Qué implica esto? No es solamente una simple frase piadosa que se escucha cada domingo desde los púlpitos de las iglesias. Es el compromiso de todo cristiano. Implica salir de nuestro pequeño mundo, llámese trabajo, estudios, cosas personales, placeres, gustos, para fijarnos en las necesidades de nuestro prójimo.

¿Y quién es nuestro prójimo? Es el trabajador enfermo de nuestra compañía, es la humilde muchacha que hace la limpieza de la casa todos los días, es el cocinero que prepara nuestra comida, es la viejecita sentada fuera de la Iglesia que lo único que tiene para taparse del frío de la noche es su roído chal, son nuestros familiares y demás personas con quien tratamos. Y Cristo nos llama a amarlos desinteresadamente, no para ser vistos por las personas que nos rodean y que digan “Ah, qué bueno es fulano o fulana…” sino para cumplir con nuestro deber aquí en la tierra.

¿Y qué es amarlos? Es ayudarles en sus necesidades básicas, darles educación, casa, alimento, vestido, paciencia, cariño, comprensión.

Recordemos que al final de nuestra vida lo único que contará será lo que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres.

Viernes de la V Semana de Pascua

Jn 15, 12-17

Nos habla Jesús de la manera de ser y manifestarse como verdadero discípulo suyo Se dijo a los antiguos: guardarás los mandamientos del Señor. Jesús nos dirá: Un solo mandamiento os doy: “Que os améis unos a otros como Yo os he amado”. Y solamente el que cumple ese mandamiento nuevo es amigo de Jesús.

Y ¿cómo fue el amor de Jesús? Jesús entregó su vida a Dios Padre en rescate por muchos. Dar la vida es lo único que da pleno sentido a la vida. La vida de Jesús, el Hijo de Dios, fue la vida humana más rica de sentido. En ella hemos sido salvados todos.

Si adoptamos este estilo de vida, nos convertimos en verdaderos amigos de Jesús. Amigo de Jesús es el que apuesta su vida a la carta de Jesús, porque la conoce y aprecia su manera de ser y de actuar. Los amigos se conocen, se aprecian, comparten las mismas convicciones y los mismos estilos de vida. Este es el mensaje crucial del Evangelio que hoy leemos una vez más: “esto os mando: que os améis unos a otros”. Esto es suficiente para alcanzar el reino y para mostrar que, de verdad, aceptamos el mensaje salvador de Jesús.

Pidamos al Señor conocerle cada día mejor para seguirle muy de cerca y así poder dar fruto a su estilo, al estilo evangélico.

Viernes de la V Semana de Pascua

Jn 15, 12-17

El amor cristiano tiene una característica muy particular: ha de ser semejante al de Cristo. Jesús en este evangelio no deja lugar a dudas de cómo ha de ser nuestro amor: «ámense… de la misma manera que yo los he amado».

Entre las notas que nos pudieran ayudar a entender y a vivir este tipo de amor, te propongo: El amor de Cristo fue un amor solidario. Dejó su trono del cielo para servirnos, para ser uno de nosotros. Renunció a su «dignidad» para ser uno más entre los humanos.

Fue un amor compasivo. Por ello no podía ver un enfermo, un hambriento, un atormentado sin que Él hiciera algo concreto por éste. No vino solo a darnos órdenes y sermones sino a aplicar su amor y caridad con los más necesitados.

Fue un amor total y envolvente. Para Jesús no había clases sociales, culturas, buenos o malos, justos o pecadores, romanos o judíos.

Los amó a todos, los envolvió a todos de manera total. Junto a Él nadie se sentía excluido.

Si verdaderamente queremos cumplir el mandamiento de Jesús nuestro amor ha de ser también: Solidario, Compasivo, Total y Envolvente.

Viernes de la V Semana de Pascua

Jn 15, 12-17

De este Evangelio se pueden sacar muchas enseñanzas. Una es el verdadero amor. Otra, lo que es el verdadero amigo. El amor es más fácil de experimentar que de describir.  Es la esencia del mensaje de Jesús y todavía no lo hemos captado del todo.  Nos perdemos en las caricaturas del amor que nos ofrece el mundo.

En una ocasión una adolescente escuchando hablar a un sacerdote sobre el amor le dijo: “de eso sí no me va a enseñar usted, pues yo tengo mucho más experiencia.  Así como me ve de chiquita, a mis quince años yo ya he tenido más de diez novios”

Caricaturas del amor que nos distraen y que devalúan la palabra hasta convertir el amor en mercancía, manipulación y esclavitud.

San Pablo para hablar del amor prefiere describirlo: el amor perdona todo, el amor todo lo cree, el amor todo lo espera, el amor es siempre fiel, el amor no pasará jamás.  Este su precioso himno al mor.

Quizás, por nuestras limitaciones, al momento de entender el amor, Jesús prefiere más que decirnos qué es el amor, ponerse Él mismo como modelo y así nos manda: “amaos unos a otros, como yo os he amado”

Y ¿cómo nos ha amado Jesús?  Cuando éramos pecadores y esclavos de la maldad, Él ya nos amaba; cuando nos íbamos lejos, Él siempre nos amó; cuando estamos cerca también nos ama.

La medida del amor también nos la da a conocer: “nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos”.  La medida es el amor sin medida, hasta dar la vida.

Conviene que distingamos, como lo hace Jesús, entre esclavos y amigos.  Al esclavo lo utilizamos para nuestro provecho y así se disfraza de amor lo que es solamente capricho, placer y utilizar a las personas.

Jesús también nos dice que a los amigos se les da a conocer todo, es decir, hay diálogos sinceros, se descubre el corazón, no hay falsedades ni mentiras.

Finalmente, también nos asegura Jesús que Él es quien gratuitamente nos ha escogido como amigos, no hemos hecho nosotros nada para ser dignos de esa amistad, pero sí podemos corresponder a esa amistad y sí podemos cumplir su mandamiento de amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado.

Viernes de la V semana de Pascua

Jn 15, 12-17

El amor cristiano tiene una característica muy particular: ha de ser semejante al de Cristo. Jesús en este evangelio no deja lugar a dudas de cómo ha de ser nuestro amor: «ámense… de la misma manera que yo los he amado». 

Entre las notas que nos pudieran ayudar a entender y a vivir este tipo de amor, te propongo: El amor de Cristo fue un amor solidario. Dejó su trono del cielo para servirnos, para ser uno de nosotros. Renunció a su «dignidad» para ser uno más entre los humanos. 

Fue un amor compasivo. Por ello no podía ver un enfermo, un hambriento, un atormentado sin que Él hiciera algo concreto por éste. No vino solo a darnos órdenes y sermones sino a aplicar su amor y caridad con los más necesitados. 

Fue un amor total y envolvente. Para Jesús no había clases sociales, culturas, buenos o malos, justos o pecadores, romanos o judíos. 

Los amó a todos, los envolvió a todos de manera total. Junto a Él nadie se sentía excluido. 

Si verdaderamente queremos cumplir el mandamiento de Jesús nuestro amor ha de ser también: Solidario, Compasivo, Total y Envolvente.