
1 Tim 6, 2-12
Cuanta verdad tiene la palabra del Apóstol dirigidas a Timoteo: «El afán de dinero es la raíz de todos los males». Es por dinero que el hombre llega no solo a cometer los crímenes más terribles, sino que es incluso capaz de renunciar a su propia identidad como persona.
Decía un amigo: «Conozco gente tan pobre, tan pobre que lo único que tiene es dinero». El afán de atesorar nos vacía y aísla en nuestro mundo privado, roba poco a poco la paz del corazón y nos sume en la tristeza y la soledad. Y no es que el dinero sea malo en sí mismo, sino que es, como bien dice el Apóstol, una trampa para hacerle perder al hombre el sentido de los auténticos valores como son la familia, los amigos, el descanso, etc.
Si no queremos perder el sentido de la vida y con ello la felicidad debemos aprehender a compartir, a reconocer, como dice Jesús, que hay más felicidad en dar que en recibir. No permitas que el dinero te posea… sé señor del dinero y haz buen uso de lo que Dios te ha dado.
Lc 8, 1-3
Se ha dicho que el evangelio de Lucas, mucho más que los otros, destaca a la mujer. Lucas dice: «lo acompañaban los Doce» y añade inmediatamente «y algunas mujeres». Los rabinos excluían a las mujeres de su círculo inmediato. Para la oración pública se necesitaba un mínimo de diez personas, pero éstas deberían ser varones, la mujer no contaba.
La Palabra de Dios no está encadenada; no está restringida para un grupo de personas selectas; abre sus puertas y acoge todos los corazones sedientos de verdad, ¡y qué más sensible que el corazón de una mujer!
La mujer por su misma estructura corporal está preparada para acoger la vida; para ser donación al otro; para escuchar y meditar todo lo que por ella pasa. La sensibilidad femenina cuando se entrega al amor, capta y penetra hasta lo hondo derramando su afecto en mil detalles que el varón difícilmente sabría ponerle vida.
En la conversión al evangelio ya no hay hombre o mujer, esclavo y libre, porque todos son uno en Cristo Jesús; pero resaltar el valor de la mujer en el seguimiento de Jesús es algo que a todos enriquece y a la Iglesia embellece de singular manera.
Jesús, asoció su obra redentora a María su madre, y no despreció la ayuda de otras mujeres en la extensión del Reino, pidamos por todas las mujeres que aún viven bajo el yugo de la servidumbre, para que reconocida su dignidad puedan vivir la felicidad de la Buena Nueva que Jesús nos trajo.