TEMA 9: LA MONARQUÍA EN EL PUEBLO DE DIOS
Objetivo: Invitar a que trabajemos, apoyados en Dios, como David, para establecer la unidad y la paz, entre los hombres.
Ideas principales:
· Para el creyente el verdadero rey es Dios, y no puede admitir como absoluto ningún poder temporal.
· David consigue salvar y unir al pueblo porque no se hizo como Dios, sino servidor suyo, para realizar una misión (= ungido).
· Su reinado, al poner a Dios como cimiento de la paz y de la unión entre los hombres, prefiguró fugazmente el definitivo reinado de Dios.
· Cuando Dios elige a alguien, no lo hace ni por su riqueza, ni su saber, ni por la nobleza de su cuna. Elige a personas que harán brillar su amor y fidelidad ante todos. Así sucedió con David, a pesar de sus negligencias y pecados.
· Por su fidelidad al Señor, David prefigura al futuro Ungido = Mesías, que saldrá de su descendencia para instaurar el verdadero Reino y unificar a toda la humanidad.
RESUMEN DE LAS IDEAS PRINCIPALES
Los que en su corazón, tienen a Dios por Rey, son los que pueden traer la paz, la unidad y el amor entre los hombres, dando así testimonio de la cercanía del Reino definitivo.
DESARROLLO DE LA CATEQUESIS
Primer paso: EXPERIENCIA HUMANA
Reconocemos que la unión hace la fuerza y que si todos nos pusiéramos de acuerdo la vida sería más fácil. Evitando las divisiones, todo nuestro esfuerzo se centraría en los verdaderos problemas, que pronto dejarían de serlo.
Sin embargo, en la familia, en el trabajo, en las relaciones sociales e incluso en la Iglesia, esto no se consigue fácilmente. Podríamos preguntarnos el por qué y quiénes se están preocupando por remediarlo.
Segundo paso: DESARROLLO DE LAS IDEAS PRINCIPALES
Reticencia de Israel ante la monarquía: 1 Sam 8,5-9; 10,19.
La derrota de Afec (1050 a.C. aprox.) ante los filisteos pone en peligro la propia vencen fácilmente. Por eso quieren tener también su rey «como las demás naciones» y eso les hace dudar: ¿ No es el Señor nuestro único rey? Nombrar un rey,¿ no supondrá rechazar al Señor?. Para entender bien esa actitud, hay que recordar cómo en aquella época los pueblos vecinos consideraban de naturaleza divina o hijos de Dios a sus reyes, lo que chocaba frontalmente con los preceptos de la Alianza.
El fracaso de Saúl: 1 Sam 10,1-2; 15,11 y 26-28.
El último juez – profeta, Samuel, al ungir a Saúl, deja claro que el poder y la misión que le encomienda como rey viene del Señor. Pero Saúl, con sus victorias iniciales, olvida pronto esto; se atribuye el poder como cosa propia, desoye la voz del Señor e incluso cae en supersticiones (1 Sam 28,7-8). Todo esto le hace ser rechazado
por el pueblo y fracasar finalmente.
David, rey y servidor de Dios.
El carisma de David, sucesor de Saúl, consistió en saber conjuntar lo religioso y lo político, pues su experiencia de fe que, según la tradición bíblica, se trasluce en algunos Salmos, le hace saberse instrumento de Dios, verdadero protagonista de la unión y las victorias del pueblo. La total identificación de David con el pueblo y su fe le hacen ver la importancia del Arca de la Alianza (signo de la presencia de Dios entre los hombres). El es quién la rescata para entronizarla en Jerusalén, su ciudad que a partir de entonces será la ciudad de Dios, convirtiéndose en un fuerte centro de unificación política y religiosa tanto de las tribus del Norte como de las del Sur (Judá). Históricamente David es el rey más grande de Israel. El es quien lo convierte en el principal reino de su entorno aprovechando la decadencia en esta época tanto de la
dinastía egipcia como de los imperios mesopotámicos. Su reino será el prototipo idealizado que añore el pueblo en sus posteriores épocas oscuras.
David, pecador: 2 Sam 11,2-4 y 14-17; 12,7-13.
Este rey de origen humilde no es ni mucho menos perfecto; incluso mancha sus manos de sangre. Sin embargo, su profunda fe en Yavé le lleva a un sincero arrepentimiento que restablece sus vínculos de fidelidad a El, lo que le permite continuar la misión para la que fue ungido.
La profecía de Natán: 2 Sam 7,11-16; Jr 33,14-15; Rm 1,1-4.
David, como un nuevo patriarca, se beneficia de una promesa sobre su descendencia dinástica, que se superpone y potencia a la Promesa fundamental hecha al pueblo para el futuro. Por ello, cuando el breve periodo de hegemonía de Israel en la zona termina, la dinastía de David será el eje alrededor del cual se desarrolla la esperanza de un nuevo Ungido, el Mesías, salido de su casa para, desde Israel, implantar el Reinado de Dios sobre todas las naciones. En Jesús se cumplirá esta profecía.
Nota sobre los textos
Los libros 1 y 2 de Samuel (en realidad uno sólo, artificialmente dividido) recogen las tradiciones del nacimiento de la monarquía, algunas ya escritas por contemporáneos. Se refunden en un solo libro alrededor del 700 a.C. y posteriormente se retocan en la época del destierro. Son claros, por ejemplo, los retoques en la profecía de Natán.
El mensaje religioso fundamental de este libro, a la luz del cual deben interpretarse sus textos, es enunciar las condiciones y dificultades de un pueblo consagrado a Dios.
Tercer paso: NOS PREGUNTAMOS
REFLEXIÓN E INTERROGANTES
Ante el tema de hoy debemos ver concretamente si los puestos de
responsabilidad en que estemos (y el ser madre o padre de familia lo es) los estamos desempeñando como David o como Saúl.¿ Le damos al Señor su sitio de rey de nuestra vida o usurpamos su puesto? En nuestra familia, relaciones de amistad, trabajo, etc.,¿ nos esforzamos por conseguir la unidad y la paz como fruto de su reinado?¿ o lo hacemos como imposición de nuestra voluntad? ¿o ni siquiera movemos un dedo por esto?
Cuarto paso: TEXTO PARA LA ORACIÓN E INTERIORIZACIÓN
Sal 72,1-4
Quinto paso: ORIENTACIONES PARA HABLAR CON LOS NIÑOS
Hacerles ver con algún ejemplo que en los grupos suele haber alguien que lleva «la voz cantante», unas veces para conseguir beneficios para todos y otras para aprovecharse del grupo.
Animarlos a ser de los que buscan el bien de los demás o ayudan a desenmascarar los manejos de los que sólo buscan su propio provecho.