REALISMO EXISTENCIAL

No podemos, por ejemplo, seguir constriñéndonos al lenguaje verbal, olvidando nuestras capacidades tan enriquecedoras de expresión corporal. Tampoco apartarnos de algunos seres humanos porque hagamos recaer en ellos las culpas de sus antepasados, perdiendo así posibles amigos. Ni tampoco podemos seguir apoyando un canon restringido de la belleza que, con grave injusticia, niega esta riqueza a tantas razas, edades, etc., que quedan fuera de ella con gran sufrimiento; los niños ven bello todo lo que existe por el hecho de ser, sólo rechazan la injusticia. No se debe proclamar como objetivo a alcanzar la autosuficiencia individualizadora, cuando es tan humano y enriquece la convivencia el pedir y el confiar. (No en todos los ambientes puede vivirse esto, ciertamente, sino en los más amigos, donde más se respete a la persona humana. Es decir, donde los seres sean adultos).

Tampoco puede seguir imperando el criterio de que es más adulto aquél que más mando tenga sobre otros que quedasen obligados a él, olvidando que, por el contrario, crece en madurez el que sabe relacionarse con los demás sin dominarlos, sino respetando su libertad; el que logra vivir en equipo, en grupos libres, ni aislado ni dominador. No es la óptima madurez el saber pelear, sino el saber dialogar para construir la paz.

Muchas publicaciones, cómics, relatos y películas de aventuras proponen soñadoramente ante la infancia al guerrero, como modelo de adulto ideal. ¡La misma enseñanza de la historia ha caído a veces en esta trampa cuando ha relatado el pasado destacando los episodios bélicos, las gestas y contiendas como lo más importante y sobresaliente acontecido!

El adulto que necesitamos debe ser, mucho más que en la actualidad, cercano y amigo de la naturaleza, incluso ha de aprender mirándose en los animales y no querer volar en un vano intento de angelismo.

 Debemos proclamar que es infantil el querer mantener la libertad personal virgen e intacta, y que lo adulto es la capacidad de compromiso, en el que la libertad se realiza y produce gozo y bien. En fin, es hora de decir y vivir de una vez para siempre que cualquier persona humana vale más y está por encima que cualquier interés e ideología.

El adulto presente, incluso desde su «adulteración», tiene fuerzas para superar este panorama que sólo debería ser inquietante para quien rehusara contemplarlo. El ser humano actual tiene urgencia de reforma, pero también tiene en sí, ya, capacidades de recuperación y reciclaje. Alberga energías aún inexplotadas que permiten vivir el hoy con alegría y esperanza.