REALISMO EXISTENCIAL



EL SER HUMANO: PERSONA ECOLÓGICA

Es importante todo cuanto significa la vertiente de la ecología que hace referencia a la conservación de la naturaleza y mejora de nuestro entorno, a fin de que cada vez el medio tenga más esplendor y se pueda huir de aquello que aprisiona la vida y los sentimientos, por antiestético o antibiológico, y afecta al ecosistema. Es importante también que la ecología tenga un fundamento que implique al hombre y la creación por completo.

El ser humano vive en su seno toda una serie de dimensiones que, a medida que las hace conscientes, le llevan a sentirse protagonista de su propia realidad ecológica: hay una adaptabilidad natural a la alimentación, con un rechazo de lo que no conviene; hay unas apetencias, unos deseos, unas respuestas térmicas ante una determinada climatología que hacen que el individuo sea capaz de estar haciendo una especie de balance constante del propio ser en relación con el entorno; ya hay también todo un ritmo complejo de vivencias psicológicas que responden a un trasfondo personal y que son verdaderamente ecológicas del individuo, de tal modo, que no sería propio de la persona natural reprimirlas o falsearlas. Es decir, para aquella persona cuyo hacer es violento, esta violencia le es natural. Es preciso, no obstante, en este concepto, considerar una cuestión aparte: la valoración ética o moral del comportamiento humano, que va más allá de lo que es natural.

Es ecológico que los animales se devoren unos a otros. El lobo se come al oveja. Lo hace también la persona: también las personas se matan entre sí, y esto es una ecología brutal, pero es la cruda realidad de la proximidad de los vivientes.

Las realidades de la naturaleza, ya sea en su estado primigenio, ya sea elaboradas por el hombre (un carro o un electrodoméstico), se encuentran insertas en su entorno natural. Dichas realidades tienen valor por sí mismas por el solo hecho de ser existentes o de que, de uno u otro modo, han tenido vida. Esta es una vertiente de todo lo creado que a veces se esconde.

Las aristas de la naturaleza y de cuanto hay en el mundo tienen sentido a partir del concepto que el hombre da a todo lo existente. La persona no es una especie de amo de la naturaleza. Es un elemento más, quizá el más cualificado, porque puede decir «yo», porque se puede tener como referencia de su entorno, algo que no puede hacer el animal. A nivel natural, el hombre puede establecer un diálogo con la naturaleza mucho más distendido, más hermanado, menos grave y, ante todo, con menos soberbia.

A partir de aquí, se puede establecer un diálogo ecológico del hombre con la naturaleza mucho más comprensivo, incluso con los desatinos que comete la persona, la naturaleza con sus tempestades, los animales con sus instintos y el hombre con sus afanes viscerales que también son ecológicos.