REALISMO EXISTENCIAL

EL AGUA, UN BIEN ESCASO

El ciclo del agua es un ejemplo único de un recurso renovable. Puesto en marcha por la poderosa máquina del sol, el vapor del agua se condensa en grandes nubes que se desplazan por el globo terráqueo y descargan en áreas más o menos lejanas del lugar de origen. Esta descarga se acumula en los glaciares, recarga las aguas subterráneas, hace brotar manantiales, origina los ríos y, finalmente, regresa al mar donde empezará nuevamente este ciclo. Unos 40.000 kilómetros cúbicos (el equivalente a un billón de litros) realizan cada año este viaje. Esta cantidad tendría que ser suficiente como para garantizar agua dulce y abundante para todas las criaturas de la tierra, incluido el hombre. Pero, desde hace unos años, estamos experimentando que esto no es así. Una sola especie, el hombre, monopoliza un tercio de todos los recursos.

Descubrimos, pues, por un lado, que nuestro planeta contiene, con creces, un bien necesario como es el agua y, por otro lado, nos planteamos con cierto desasosiego si el agua dulce será suficiente y abundante para los seres vivos de la tierra. Se tiene la sensación de que no sólo somos malos administradores, sino que también somos malos regeneradores y poco creativos. Un buen administrador no es sólo aquel que sabe administrar los recursos y repartirlos, según las necesidades de cada momento; es aquel que sabe ver las necesidades de cada momento; es aquel que sabe ver las necesidades reales del momento presente y futuro y, mientras coordina las atenciones en el momento presente, va buscando las necesidades del futuro. Nosotros hemos sido malos administradores; no hemos sabido repartir el agua de una manera coherente y, al mismo tiempo, no hemos sido capaces de mirar hacia el futuro y buscar soluciones globales y posibles entre todos. Cada uno se ha preocupado de su terreno y, ahora, ha llegado a ser un tema que despierta tanto miedo que hace aún más difícil la solidaridad y dificulta encontrar soluciones equitativas.

Por otro lado, no hemos sido capaces de crear nuevas fuentes de agua dulce. Seguimos aprovechando el agua que se descarga del cielo y de la que, por culpa de nuestra negligencia, cada vez cuesta más de predecir la actuación. Hemos llegado a ser, un poco, como hijos de herederos millonarios. Hemos ido gastando la fortuna familiar, pensando que era tan grande que nunca se agotaría. Esta actitud tan poco humilde no nos ha hecho previsores. Tenemos que inventar recursos económicos y todos los esfuerzos necesarios, para que un bien tan preciado pueda llegar a todas las criaturas de la tierra sin excluir a nadie. Es un derecho de todos los seres humanos y de todas las criaturas existentes.

Sin agua o sin sol, no puede haber nada. Tenemos que volver la mirada hacia el mar, la nieve, los glaciares, las lluvias, los ríos, las corrientes subterráneas, etc., que son los que fertilizan nuestros campos y crean las energías que sustentan nuestras industrias, que posibilitan la vida en las ciudades, en los pueblos.

¿Por qué, entonces, seguimos invirtiendo infinidad de recursos en un bien importante como el petróleo y hemos descuidado un bien imprescindible como el agua?