REALISMO EXISTENCIAL

CREAR Y CONSERVAR

El creativo acostumbra a ser alabado. Se le atribuye el mérito de la genialidad. La creación artística, literaria, musical, poética, arquitectónica…, los creativos del diseño, la creación del Universo, la creación de una vida –humana, animal o vegetal–, extasían, sobrecogen de emoción a los que son sensibles a la actual realidad. Pero, ¿y después qué? De qué servirá todo lo creado si no hay el buen juicio de velar para que la creación sea viva, dinámica; para que no se quede en el frío “ir haciendo”.

El conservadurismo insiste en no cambiar nada, porque así parece que las cosas sean más auténticas y, por ello, no interesa lo que crece, lo que se renueva, lo que hace surgir nueva vida.

Sin embargo, hemos de entender que la palabra conservar se ha de entender también desde la vertiente creativa. Conservar la esencia de las realidades para, así, ir recreando, regenerando, rehaciendo desde dentro y desde fuera.

Desde este sentido dinámico de conservar, queremos hacer una llamada, sobre la responsabilidad de estar atentos a esta realidad de crear y conservar.

¿Cómo animar las vidas que generan vida? ¿Cómo entender la naturaleza –creada desde hace tantos miles de años– que hoy pide una atención ecológica, abierta y dinámica?

Tantas y tantas realidades que la mano del artista ha hecho surgir              –arquitectos, pintores, músicos, urbanistas, etc.–, ¿cómo las cuida la sociedad?

Los seres humanos –creados por los humanos–, tantas veces poco cuidados, ¿cómo deben educar para este bien ser y bien existir?

¿Cómo conservar la amistad que a veces ha costado lágrimas conseguir?

Se habla mucho del bien colectivo, pero cuesta demasiado definirlo. Muchas veces puede quedar como una especie de buena intención. La colectividad, la forman las personas que en el fondo se necesitan entre sí. Podemos describir el bien ciudadano desde una actitud que cuenta con las repercusiones de cada uno de los actos humanos. Sin duda, el bien ciudadano tiene un fuerte potencial estético que ha de llevar a conservar con gozo el entorno, las obras realizadas por los ciudadanos, incluso los pensamientos y las mismas personas.

Es cierto que no todo el mundo es inepto o desorganizado, pero la sociedad espera de la persona unas inteligentes respuestas ante tantas consecuencias tristes: una biblioteca, un monumento destruido por un bombardeo, un bosque quemado por la maldad humana, una persona que no sonreirá más porque se le ha ido la felicidad. La vida refleja el misterio de la emoción de surgir, pero también esta vida –sea la que sea– ha de crear la emoción de seguir viva. El futuro también es un tesoro.