LA RESPONSABILIDAD DE EDUCAR
Cuando hablamos de educación hay que saber qué entendemos por educar. El objetivo de la educación debe ser hacer crecer a la persona.
La persona es la única realidad que tenemos para trabajar y acompañar en este camino. Todo este él o ella se concreta en su cuerpo.
El ser humano receptivo se relaciona con el entorno inmediato a partir de tres capacidades inmediatas: receptividad, creatividad y expresión. Tres únicas herramientas educables que nos permiten establecer los lazos básicos del vínculo educativo.
Receptividad: capacidad que nos permite leer, captar del entorno a partir de los cinco sentidos. A menudo poco definidos, poco estimulados. Ver, escuchar, olfatear, tocar, paladear… acciones que nos permiten leer el entorno inmediato.
Expresión: desarrollada a partir de todos los lenguajes, no sólo el oral. También la mirada, la ternura, la incomodidad o no de un cuerpo ante una situación…
Creatividad: no meramente artística, sino humana, buscarse la vida, herramienta de desarrollo. Creatividad como don de la vida. Dicen los sociólogos que si al aprendiz se le plantean situaciones creativas en su aprendizaje –situaciones en las que debe buscar fórmulas y salidas, variar el punto de vista– esta persona aprende a buscar soluciones. Si las situaciones de juego son creativas aprendemos a construir una manera de pensar ante la vida.
Las tres capacidades se están educando al mismo tiempo. El conjunto de los cinco sentidos está también en el cuerpo humano. El reto de educar está en dar vida a este cuerpo, vida plena. Un cuerpo educable, moldeable, que padece y disfruta en la plenitud de cada momento, un cuerpo vivo desde la discapacidad o la enfermedad.
Nuestro cuerpo es presencia, es signo –me identifico con mi cuerpo–, signo de identidad global, un lenguaje vivo –consciente o inconsciente–, el único vehículo para ir arriba y abajo, y es límite de nosotros mismos. Si lo conozco, no sabré hasta donde puedo llegar: conocer las características físicas y psíquicas. El límite sólo se conoce experimentando, jugando… es un proceso gradual de la vida.
Nuestro cuerpo es templo. Es sagrado. Si es la única herramienta que tenemos para la vida, profanamos nuestro templo con el estrés, la mala alimentación, las malas posturas, los malos talantes… Plantear cualquier situación en la que este cuerpo se desarrolle es plantear una situación educativa.
Si somos capaces de educar todos los lenguajes expresivos y el lenguaje del cuerpo, estamos facilitando la globalidad de la educación.
Aprovechemos esta dimensión maravillosa de la única herramienta que tenemos para estar en el mundo, disfrutando con certeza de que toda su dimensión será el gran objetivo de la educación en plenitud del ser humano.