Lc 10,25-37
El evangelio de hoy nos plantea la pregunta que busca todo hombre en su vida. ¿Qué se debe hacer para ganar la vida eterna? Al igual que hace XX siglos hoy continuamos preguntándonos lo mismo. Con esto, nos percatamos que no todo termina en esta vida. Esperamos y sobre todo buscamos aquella vida que nos hará eternos. ¿Cuántas películas y cuántos libros se han escrito sobre personajes que quisieran vivir para siempre? Porque en esta vida nos podremos esforzar por superar cualquier dificultad pero a la muerte, ¿quién sino Cristo la puede vencer?
Si a algo temen los hombres en esta vida es precisamente a la muerte. Nos resistimos a morir y a que otros seres queridos mueran. Y es que la muerte es como un coche con velocidades en donde una vez que avanzamos ya no podemos volver a la vida. Imposible volver a vivir a no ser que venga la resurrección de los muertos.
Hoy Cristo nos muestra un camino que puede vencer a la muerte y que nos hará ganar la vida eterna: el amor. Imposible que el hombre pueda vivir sin amor. Estamos hechos para amar y el día que no amemos entonces ese día comenzaremos a morir. No permitamos que nuestro amor se convierta en un amor seco a nosotros mismos. Amemos a nuestro prójimo como Cristo nos amó, hasta el punto de dar su propia vida. Con este ejemplo de Jesús, ¿nosotros seremos capaces de pensar bien de los demás y de hacerlos felices con palabras y comentarios positivos?