Feria Privilegiada 21 de Diciembre

Cant 2, 8-14

Cuando el evangelista Juan trató de definir a Dios no encontró una fórmula más sintética y al mismo tiempo más expresiva que decir: «Dios es amor»; pero, tal como la sabiduría popular lo dice, «obras son amores y no buenas razones», también el evangelista dice: «tanto amó Dios al mundo que le dio a su propio Hijo».

Este don amoroso de Dios reclama también amor.  Este es el sentido fundamental del Adviento: prepararnos a vivir este encuentro en la liturgia.

El libro del Cantar de los Cantares es todo un poema de amor que la Iglesia ha interpretado como el amor de Dios por su pueblo.

Lc 1, 39-45

El evangelio nos ha hablado de un encuentro: «la Visitación».

María, después de su sí perfecto a Dios ha comenzado a ser la Madre del Salvador y ella comienza a ejercer su acción maternal, no sólo sobre el hijo que se va formando en sus entrañas virginales, sino sobre todo el mundo.  Ella es la portadora de Cristo y su salvación, «se fue de prisa a la montaña».

El don de Cristo no se puede realizar sin la acción del Espíritu que ilumina e identifica: «Isabel quedó llena del Espíritu Santo»  y por eso ella puede exclamar: «¿De dónde a mí que venga la Madre de mi Señor a visitarme?»

El encuentro salvífico no se realiza sin cooperación, sin salida al encuentro.  Dice Isabel: «Dichosa tú que has creído, porque se realizará todo lo que se te ha dicho».  Un poco más adelante, María expresa otra característica de esta salida al encuentro, la humildad: «Mi alma glorifica al Señor, mi espíritu se llena de gozo ante Dios mi Salvador, porque puso sus ojos en la pequeñez de su sierva…»

Y también está el resultado del encuentro salvífico, la alegría, el gozo de saberse objeto del amor: «El niño saltó de gozo»; «dichosa tú que has creído» y, como lo acabamos de recordar: «Mi espíritu se llena de gozo…»

Nuestra Eucaristía es presencia del Señor que viene, es visitación, salgamos a su encuentro con la fe y disponibilidad de María, y su gozo se realizará en nosotros.

Feria Privilegiada 21 de Diciembre

Lc 1, 39-45

Si en el Cantar de los Cantares es “el Amado” el que se pone en camino hacia la amada, ahora es María quien, impulsada por el Amor que se gesta y crece en su seno, se pone en camino, presurosa, hacia el encuentro con otra mujer, también portadora de vida.

En un pueblo de Judá, sin nombre, y en medio de la cotidianidad del día a día, ambas comparten, en la complicidad de quienes se sienten bendecidas por el Dios que hace fecunda la vida, la alegría que brota en su interior y que necesita comunicarse.

La alegría verdadera, es siempre agradecida. Porque reconocer su origen en Aquel que se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta” (Profeta Sofonías 3, 14 y ss). Y no sólo es agradecida, sino expansiva porque brota de una sobreabundancia del amor que lleva en su propio dinamismo el movimiento de salir de sí, de entrega y de servicio.

Cada día nos levantamos, nos ponemos en pie para iniciar nuestra jornada. ¿Hacia dónde o hacia quiénes se dirigen hoy nuestros pies? ¿Cuáles son nuestras “visitas” previstas? ¿Qué llevamos dentro que necesitamos compartir? ¿Somos capaces de reconocer la vida que está latiendo a nuestro lado y en nuestro ser?

A las puertas ya de la Navidad, dejémonos en este día visitar por aquella que nos trae al esperado de los tiempos. Que la alegría de la madre, nos ayude a reconocer la presencia del Hijo en nuestra realidad y que esta presencia nos haga saltar de alegría para ponernos en marcha hacia el encuentro de quienes esperan también nuestra visita y nuestra cercanía solidaria. Dejemos tiempo hoy al encuentro, a los encuentros; alegrémonos de la vida de quienes nos rodean y de la nuestra. Demos tiempo a lo importante que está casi siempre en las cosas pequeñas que con frecuencia no valoramos. Y mantengamos una esperanza activa, que intenta recorrer los caminos de la justicia, la paz y la misericordia; porque tenemos la fe de que “lo que nos ha dicho el Señor, se cumplirá.”

FERIA PRIVILEGIADA 21 DE DICIEMBRE

Lc 1, 39-45

Tres palabras sintetizan la conducta de María: escucha, decisión y acción. Palabras que nos muestran también a nosotros un camino de lo que el Señor nos pide en la vida.

María sabe escuchar a Dios. Pero atención, no es un simple oír, un oír superficial, sino una escucha basada en la atención, en la acogida, en estar disponible a Dios. No es la manera distraída con la que a veces nos presentamos ante el Señor o ante los demás: oímos las palabras pero realmente no las escuchamos.

María escucha también los hechos, lee los acontecimientos de su vida, observa la realidad concreta sin quedarse en la superficie de las cosas, va a lo profundo para comprender el significado.

Y esto también vale para nuestra vida, escuchar a Dios que nos habla y escuchar la realidad cotidiana, prestar atención a las personas y a los hechos porque el Señor está en la puerta de nuestra vida y llama de muchas formas, pone señales en nuestro camino y nos da la capacidad de verlas.

María y su firme decisión. María no se deja arrastrar por los acontecimientos, no evita la fatiga de la decisión. En la vida es difícil tomar decisiones, a menudo solemos aplazarlas, dejamos que otros decidan en nuestro lugar, preferimos dejarnos arrastrar por las situaciones, seguir la moda del momento; muchas veces sabemos qué es lo que debemos hacer, pero no tenemos el valor o nos parece muy difícil porque significa ir a contracorriente.

María va a contracorriente, ella escucha a Dios, medita e intenta entender la realidad y decide confiar totalmente en Dios.

María va pronto a la acción. María, a pesar de la dificultad, de las críticas que va a tener por su decisión… no se para ante nada. No tiene prisa, no se deja llevar por la situación, ni por los acontecimientos.

Pero cuando tiene claro qué es lo que Dios le está pidiendo, lo que debe hacer, no duda, no pospone, actúa rápidamente.

A veces nosotros nos detenemos en la escucha, en la reflexión de lo que debemos hacer, tal vez tenemos clara la decisión que debemos tomar, pero no damos el paso a la acción.

Y sobre todo no nos involucramos «rápidamente» para ofrecer nuestra ayuda a los demás, nuestra comprensión y nuestra caridad.