Lunes de las IV Semana Ordinaria

Mc 5, 1-20

¿Por qué camino quieres ir, el que parece no tener dificultades y no te enseña cómo superarlas, buscar la comodidad y la superficialidad, pensando en que nada tiene importancia? ¿Prefieres asumir los riesgos y aprender de los golpes, al igual que se aprende de lo que nos hace disfrutar?

¿Qué es lo mejor?

Por norma general cuando nos enfrentamos a algo nuevo, solemos poner sobre la mesa los pros y los contras, las posibles dificultades, el tiempo que vamos a tener, cómo temporizar las pequeñas metas para llegar al final de lo que nos ocupa… Cuando lo que tenemos delante es una dificultad a resolver, la situación se vuelve más tensa, puede que el miedo no nos deje pensar con claridad, tomar las decisiones de forma fría y objetiva, todo esto es lo normal, pero ¿qué debemos hacer?, cada uno debe contestar a esta pregunta porque ni todos somos iguales, ni los problemas son iguales para todos.

Las soluciones siempre benefician a unos y perjudican a otros, hay que buscar la que es mejor, siendo beneficiosa para unos y no perjudicando demasiado a otros, intentar alcanzar un equilibrio que nos lleve a pensar que es lo mejor que se podía hacer. Si nos toca ser facilitadores de esa solución hemos de ser conscientes de que unos nos felicitarán y podremos ser alabados como “héroes-heroínas” a la vez que de otros recibiremos todo lo contrario, reproches, acusaciones, insultos, puede que te pidan que te alejes… todo eso es posible.

Está claro, “Nunca llueve a gusto de todos” pero la lluvia es necesaria, lo que hagas no siempre va a gustar a todos por igual, eso no debe impedir que hagamos lo que creemos conveniente, lo que sea mejor, buscando las soluciones más óptimas a las dificultades o a las circunstancias que se nos vayan presentando cada día.

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