San Mateo, apóstol y evangelista

Mt 9, 9-13

La liturgia nos habla hoy de la llamada de Mateo, el publicano, elegido por Dios y constituido apóstol. Mateo era un corrupto porque, por dinero, traicionaba a su patria. Era un traidor de su pueblo: lo peor. Y alguno puede pensar que Jesús no tiene buen sentido al elegir a la gente porque, además de Mateo, eligió a muchos otros sacándolos del lugar más despreciado. Así la Samaritana y a tantos otros pecadores, y los constituyó apóstoles. Y luego, en la vida de la Iglesia, tantos cristianos, muchos santos fueron elegidos de entre lo más bajo… Esa conciencia que los cristianos deberíamos tener –de dónde fui elegido para ser cristiano– debería permanecer toda la vida, quedarse ahí y guardar la memoria de nuestros pecados, la memoria de que el Señor tuvo misericordia de mis pecados y me escogió para ser cristiano, para ser apóstol.

¿Cómo reacciona Mateo a la llamada del Señor? No se vistió de lujo, ni empezó a decir a los demás: yo soy el príncipe de los Apóstoles, y aquí mando yo. ¡No! Trabajó toda su vida por el Evangelio. Cuando el apóstol olvida sus orígenes y empieza a hacer carrera, se aleja del Señor y se convierte en funcionario; quizá haga mucho bien, pero no es apóstol. Será incapaz de trasmitir a Jesús; será especialista en planes pastorales, y tantas otras cosas; pero al final, un negociante, un negociante del Reino de Dios, porque ha olvidado de dónde fue elegido. Por eso, es importante la memoria de nuestros orígenes: esa memoria debe acompañar la vida del apóstol y de todo cristiano.

En vez de mirarse a uno mismo, tendemos a mirar a los demás, sus pecados, y a hablar mal de ellos. Una costumbre que sienta mal. Es mejor acusarse a uno mismo, y recordar de dónde el Señor nos sacó, trayéndonos hasta aquí. El Señor, cuando escoge, lo hace para algo grande. Ser cristiano es una cosa grande, hermosa. Somos nosotros los que nos alejamos y nos quedamos a mitad de camino. Nos falta la generosidad y negociamos con el Señor, pero Él nos espera.

Al ser llamado, Mateo renuncia a su amor al dinero para seguir a Jesús. E invitó a los amigos de su grupo a comer con él para celebrarlo. ¡En aquella mesa se sentaba lo peor de lo peor de la sociedad de aquel tiempo! Y Jesús está con ellos. Y los doctores de la Ley se escandalizan. Llaman a los discípulos y les dicen: “¿Cómo es posible que tu Maestro haga eso, con esta gente? ¡Se volverá impuro!”: comer con un impuro te contagiaba la impureza, y ya no eres puro. Pero Jesús toma la palabra y dice: “Id y aprended qué significa misericordia quiero y no sacrificios”. La misericordia de Dios busca a todos, perdona a todos. Solo te pide que digas: “Sí, ayúdame”. Solo eso.

A cuantos se escandalizan, Jesús responde que “no tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos”, y “misericordia quiero y no sacrificios”. Entender la misericordia del Señor es un misterio; el misterio más grande, más bonito, es el corazón de Dios. Si quieres llegar precisamente al corazón de Dios, toma la senda de la misericordia, y déjate tratar con misericordia.

San Mateo

Mt 9, 9-13

Hoy celebramos a san Mateo, que era un recaudador de impuestos.  Si ahora no nos gusta que nos cobren impuestos, imaginaros lo que sería en aquellos tiempos.  Una persona que cobra, pero para beneficiar al Imperio Romano que está sometiendo al pueblo de Israel. 

La iniciativa de la llamada parte de Jesús, que lo hace en libertad y gratuidad.

En la Iglesia se ve la catolicidad de la llamada, que no hay distinción de raza, color, condición social, lengua o religión y esta llamada el Señor te la hace hoy y constantemente, renovándose todos los días. Te pide que dejes todo, las posibles redes que puedas tener y enamorarte de Él cada día.

Es impresionante y una maravilla que el Señor no tenga la misma mirada que nosotros, personas racionales, calculadoras, que nos fijamos mucho y en algunas ocasiones, solamente en las apariencias; el Señor mira el corazón. ¡Cómo sería la mirada de Jesús para que un hombre como Mateo, que tenía de todo: dinero, una casa, amigos, etc., y que realmente en el fondo no buscaba ni pretendía seguir al Señor, deja al instante lo que estaba haciendo y le sigue!

Cuando el corazón del que se siente elegido por el Señor es un corazón sencillo y pobre, que sabe que todo lo recibimos de Él, es muy fácil dar una respuesta; porque en la llamada que personalmente Jesús nos hace a cada uno hay mucho amor, que traspasa miras humanas y acoge con un amor único y profundo a todos los hombres y mujeres, sin distinción alguna, incluso a los que como Mateo, eran personas muy mal vistas para su tiempo, porque el Señor elige lo que no cuenta para anular a lo que cuenta. Para Él todos somos hermanos e hijos de un mismo Padre y para seguirlo no se necesitan dotes especiales, sino estar atentos y prontos a su llamada.

¿Quién no está necesitado de la misericordia de los demás? ¿A quién no le duele el corazón?  Pero, ¿somos nosotros tan misericordiosos como queremos que los demás lo sean con nosotros? ¿Por qué nosotros no agradecemos al Señor su llamada?  ¿Yo estoy dispuesto a dejarlo todo?   Vivamos con alegría el banquete Eucarístico, sabiendo que todos los invitados somos pecadores, como sucedió en aquella comida en la casa de San Mateo.

San Mateo

Hoy celebramos a san Mateo, que era un recaudador de impuestos.  Si ahora no nos gusta que nos cobren impuestos, imaginaros lo que sería en aquellos tiempos.  Una persona que cobra, pero para beneficiar al Imperio Romano que está sometiendo al pueblo de Israel. 

Sus compañeros lo consideraban impuro y traidor al pueblo, por tratar con los paganos y estar al servicio del opresor extranjero.

Dios nos sorprende, Dejémonos sorprender por Dios. Y no tengamos la psicología del ordenador de creer saberlo todo. ¿Cómo es esto? Un momento y el ordenador tiene todas las respuestas, ninguna sorpresa.

En el desafío del amor Dios se manifiesta con sorpresas. Pensemos en san Mateo, era un buen comerciante, además traicionaba a su patria porque le cobraba los impuestos los judíos para pagárselo a los romanos, estaba lleno de dinero y cobraba los impuestos.

Jesús pasa, mira a Mateo y le dice: ven. Los que estaban con él dicen: ¿a este que es un traidor, un sinvergüenza? y él se agarra al dinero. Pero la sorpresa de ser amado lo vence y siguió a Jesús.

Cada vez que celebramos a uno de los apóstoles, podemos recordar nuestra propia vocación, sobre todo nuestra vocación a ser discípulos de Cristo.

En este llamado veremos que no nos llamó por que fuéramos los mejores, los más santos, los más inteligentes, sino muchas veces, como el caso de casi todos los apóstoles, porque tuvo compasión de nuestra miseria… pues como bien dice San Pablo: «Escogió lo que el mundo considera como inútil para confundir a los sabios y potentes de este mundo».

Esa mañana cuando se despidió de su mujer, Mateo nunca pensó que iba volver sin dinero y apurado para decirle a su mujer que preparara un banquete.

El banquete para Aquel que lo había amado primero. Que lo había sorprendido con algo más importante que todo el dinero que tenía.

¡Déjate sorprender por Dios! No le tengas miedo a las sorpresas, que te cambian todo, que te ponen inseguro, pero nos ponen en camino.

El verdadero amor te mueve a quemar la vida aún a riesgo de quedarte con las manos vacías.

San Mateo

Hoy celebramos a san Mateo, que era un recaudador de impuestos.  Si ahora no nos gusta que nos cobren impuestos, imaginaros lo que sería en aquellos tiempos.  Una persona que cobra, pero para beneficiar al Imperio Romano que está sometiendo al pueblo de Israel. 

Sus compañeros lo consideraban impuro y traidor al pueblo, por tratar con los paganos y estar al servicio del opresor extranjero.

Dios nos sorprende, Dejémonos sorprender por Dios. Y no tengamos la psicología del ordenador de creer saberlo todo. ¿Cómo es esto? Un momento y el ordenador tiene todas las respuestas, ninguna sorpresa.

En el desafío del amor Dios se manifiesta con sorpresas. Pensemos en san Mateo, era un buen comerciante, además traicionaba a su patria porque le cobraba los impuestos los judíos para pagárselo a los romanos, estaba lleno de dinero y cobraba los impuestos.

Jesús pasa, mira a Mateo y le dice: ven. Los que estaban con él dicen: ¿a este que es un traidor, un sinvergüenza? y él se agarra al dinero. Pero la sorpresa de ser amado lo vence y siguió a Jesús.

Cada vez que celebramos a uno de los apóstoles, podemos recordar nuestra propia vocación, sobre todo nuestra vocación a ser discípulos de Cristo.

En este llamado veremos que no nos llamó por que fuéramos los mejores, los más santos, los más inteligentes, sino muchas veces, como el caso de casi todos los apóstoles, porque tuvo compasión de nuestra miseria… pues como bien dice San Pablo: «Escogió lo que el mundo considera como inútil para confundir a los sabios y potentes de este mundo».

Esa mañana cuando se despidió de su mujer, Mateo nunca pensó que iba volver sin dinero y apurado para decirle a su mujer que preparara un banquete.

El banquete para Aquel que lo había amado primero. Que lo había sorprendido con algo más importante que todo el dinero que tenía.

¡Déjate sorprender por Dios! No le tengas miedo a las sorpresas, que te cambian todo, que te ponen inseguro, pero nos ponen en camino.

El verdadero amor te mueve a quemar la vida aún a riesgo de quedarte con las manos vacías.