San Mateo

Mt 9, 9-13

Hoy celebramos a san Mateo, que era un recaudador de impuestos.  Si ahora no nos gusta que nos cobren impuestos, imaginaros lo que sería en aquellos tiempos.  Una persona que cobra, pero para beneficiar al Imperio Romano que está sometiendo al pueblo de Israel. 

La iniciativa de la llamada parte de Jesús, que lo hace en libertad y gratuidad.

En la Iglesia se ve la catolicidad de la llamada, que no hay distinción de raza, color, condición social, lengua o religión y esta llamada el Señor te la hace hoy y constantemente, renovándose todos los días. Te pide que dejes todo, las posibles redes que puedas tener y enamorarte de Él cada día.

Es impresionante y una maravilla que el Señor no tenga la misma mirada que nosotros, personas racionales, calculadoras, que nos fijamos mucho y en algunas ocasiones, solamente en las apariencias; el Señor mira el corazón. ¡Cómo sería la mirada de Jesús para que un hombre como Mateo, que tenía de todo: dinero, una casa, amigos, etc., y que realmente en el fondo no buscaba ni pretendía seguir al Señor, deja al instante lo que estaba haciendo y le sigue!

Cuando el corazón del que se siente elegido por el Señor es un corazón sencillo y pobre, que sabe que todo lo recibimos de Él, es muy fácil dar una respuesta; porque en la llamada que personalmente Jesús nos hace a cada uno hay mucho amor, que traspasa miras humanas y acoge con un amor único y profundo a todos los hombres y mujeres, sin distinción alguna, incluso a los que como Mateo, eran personas muy mal vistas para su tiempo, porque el Señor elige lo que no cuenta para anular a lo que cuenta. Para Él todos somos hermanos e hijos de un mismo Padre y para seguirlo no se necesitan dotes especiales, sino estar atentos y prontos a su llamada.

¿Quién no está necesitado de la misericordia de los demás? ¿A quién no le duele el corazón?  Pero, ¿somos nosotros tan misericordiosos como queremos que los demás lo sean con nosotros? ¿Por qué nosotros no agradecemos al Señor su llamada?  ¿Yo estoy dispuesto a dejarlo todo?   Vivamos con alegría el banquete Eucarístico, sabiendo que todos los invitados somos pecadores, como sucedió en aquella comida en la casa de San Mateo.

San Mateo

Hoy celebramos a san Mateo, que era un recaudador de impuestos.  Si ahora no nos gusta que nos cobren impuestos, imaginaros lo que sería en aquellos tiempos.  Una persona que cobra, pero para beneficiar al Imperio Romano que está sometiendo al pueblo de Israel. 

Sus compañeros lo consideraban impuro y traidor al pueblo, por tratar con los paganos y estar al servicio del opresor extranjero.

Dios nos sorprende, Dejémonos sorprender por Dios. Y no tengamos la psicología del ordenador de creer saberlo todo. ¿Cómo es esto? Un momento y el ordenador tiene todas las respuestas, ninguna sorpresa.

En el desafío del amor Dios se manifiesta con sorpresas. Pensemos en san Mateo, era un buen comerciante, además traicionaba a su patria porque le cobraba los impuestos los judíos para pagárselo a los romanos, estaba lleno de dinero y cobraba los impuestos.

Jesús pasa, mira a Mateo y le dice: ven. Los que estaban con él dicen: ¿a este que es un traidor, un sinvergüenza? y él se agarra al dinero. Pero la sorpresa de ser amado lo vence y siguió a Jesús.

Cada vez que celebramos a uno de los apóstoles, podemos recordar nuestra propia vocación, sobre todo nuestra vocación a ser discípulos de Cristo.

En este llamado veremos que no nos llamó por que fuéramos los mejores, los más santos, los más inteligentes, sino muchas veces, como el caso de casi todos los apóstoles, porque tuvo compasión de nuestra miseria… pues como bien dice San Pablo: «Escogió lo que el mundo considera como inútil para confundir a los sabios y potentes de este mundo».

Esa mañana cuando se despidió de su mujer, Mateo nunca pensó que iba volver sin dinero y apurado para decirle a su mujer que preparara un banquete.

El banquete para Aquel que lo había amado primero. Que lo había sorprendido con algo más importante que todo el dinero que tenía.

¡Déjate sorprender por Dios! No le tengas miedo a las sorpresas, que te cambian todo, que te ponen inseguro, pero nos ponen en camino.

El verdadero amor te mueve a quemar la vida aún a riesgo de quedarte con las manos vacías.

San Mateo

Hoy celebramos a san Mateo, que era un recaudador de impuestos.  Si ahora no nos gusta que nos cobren impuestos, imaginaros lo que sería en aquellos tiempos.  Una persona que cobra, pero para beneficiar al Imperio Romano que está sometiendo al pueblo de Israel. 

Sus compañeros lo consideraban impuro y traidor al pueblo, por tratar con los paganos y estar al servicio del opresor extranjero.

Dios nos sorprende, Dejémonos sorprender por Dios. Y no tengamos la psicología del ordenador de creer saberlo todo. ¿Cómo es esto? Un momento y el ordenador tiene todas las respuestas, ninguna sorpresa.

En el desafío del amor Dios se manifiesta con sorpresas. Pensemos en san Mateo, era un buen comerciante, además traicionaba a su patria porque le cobraba los impuestos los judíos para pagárselo a los romanos, estaba lleno de dinero y cobraba los impuestos.

Jesús pasa, mira a Mateo y le dice: ven. Los que estaban con él dicen: ¿a este que es un traidor, un sinvergüenza? y él se agarra al dinero. Pero la sorpresa de ser amado lo vence y siguió a Jesús.

Cada vez que celebramos a uno de los apóstoles, podemos recordar nuestra propia vocación, sobre todo nuestra vocación a ser discípulos de Cristo.

En este llamado veremos que no nos llamó por que fuéramos los mejores, los más santos, los más inteligentes, sino muchas veces, como el caso de casi todos los apóstoles, porque tuvo compasión de nuestra miseria… pues como bien dice San Pablo: «Escogió lo que el mundo considera como inútil para confundir a los sabios y potentes de este mundo».

Esa mañana cuando se despidió de su mujer, Mateo nunca pensó que iba volver sin dinero y apurado para decirle a su mujer que preparara un banquete.

El banquete para Aquel que lo había amado primero. Que lo había sorprendido con algo más importante que todo el dinero que tenía.

¡Déjate sorprender por Dios! No le tengas miedo a las sorpresas, que te cambian todo, que te ponen inseguro, pero nos ponen en camino.

El verdadero amor te mueve a quemar la vida aún a riesgo de quedarte con las manos vacías.