Santos Simón y Judas

Lc 6, 12-19

A toda la tierra alcance su pregón…

…y hastas los límites del mundo su lenguaje. Todo está imbuido por la presencia del Señor. La creación entera es un cántico de alabanza y nosotros en medio de ella nos hacemos voz y eco de cuanto existe de maravilloso. Solo hace falta abrir bien los ojos del corazón y de la mente para darnos cuentas de que cuanto nos rodea es obra del Señor, y, por ello, prorrumpir en alabanza… si es silenciosa, mejor. No necesitamos de algarabías que suelen sonar a hueco. Todos nos hemos extasiado ante la salida del sol, ante una puesta de sol intensa en una tarde cualquiera; todos nos quedamos admirados cuando contemplamos el cielo estrellado…

Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce

Antes de tomar una decisión transcendental: elegir a los que iban a ser sus testigos (eso significa apóstoles), Jesús ora, “pasó la noche orando”, dándole vueltas, sopesando las posibilidades de cada uno, viendo pros y contras. No cualquiera valía y aun así… nos desdeñó a Judas que lo traicionaría, ni a Pedro que lo negaría, ni a Tomás que dudaría hasta el final, ni a Santiago y Juan que buscaban los primeros puestos (¿o era su madre la que lo quería? ¡Ah las madres!), ni a… Debía dar un paso decisivo -hoy diríamos decisión empresarial– y de elección aun a riesgo de equivocarse. Pero es que se trataba de que estuviera representado todo el género humano, con sus actitudes buenas o menos buenas, para que en el futuro nadie se sintiese no merecedor de ser elegido.

Había que confiar en su Padre Dios que los amaba por igual. Había que confiar en el Espíritu que los moldearía en su momento. Había que dilucidar porque ya se estaba haciendo de día -la oración fue a oscuras, en la noche, la elección fue con las primeras luces del alba, para que no hubiera engaño alguno- y tenía que reunirlos para contarles lo decidido…

La luz del amanecer en los cerros de palestina es bellísima; así no tenían nada que reprocharle. Jesús era resolutivo, tras pensarlo/orarlo muchos. Decía George Bernanos: ¡Cómo cambian mis ideas cuando las rezo! Seguro que aquella noche cambió de ideas alguna vez hasta que llegó la luz del alba y…

¿Y lo que no fueron elegidos…?  ¿Cómo se sintieron? Seguro que lo comprendieron y aceptaron aquella decisión rara del Maestro. Bueno, otra vez será… pensarían; nosotros aquí seguimos. No entendemos lo de Judas, pero parece que está cambiando… ¿Por qué 12 y no aquellos 72 que fueron enviados a predicar…? ¿Y ellas, es que acaso no están aquí desde el principio… ¿Acaso no dice el Maestro que todos somos hermanos y hermanas por igual…? Sí, sí, las 12 tribus de Israel representadas en la nueva misión del “nuevo pueblo de Dios”, pero es que…

Qué más nos da por qué lo hizo así, lo importante es que lo hizo como núcleo de lo que vendría después, de las elecciones posteriores, de… y aquí estamos nosotros, continuadores eficaces de aquella noche de oración…

Hoy es la festividad de Simón y Judas Tadeo, apóstoles/testigos, cada uno a su manera, cada uno con una misión…como nos toca a nosotros por igual.

Santos Simón y Judas, Apóstoles

Lc 6, 12-19

Hoy celebramos a dos compañeros del Señor, miembros del círculo inmediato de los Doce y enviados por el Señor (esto es lo que quiere decir apóstol) a llevar a todo el mundo la Buena Nueva de la salvación.

A San Simón y San Judas Tadeo se les celebra la fiesta en un mismo día porque según una antigua tradición los dos iban siempre juntos predicando la Palabra de Dios por todas partes. Ambos fueron llamados por Jesús para formar parte del grupo de sus 12 preferidos o apóstoles. Ambos recibieron el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego el día de Pentecostés y presenciaron los milagros de Jesús en Galilea y Judea y oyeron sus famosos sermones muchas veces; lo vieron ya resucitado y hablaron con Él después de su santa muerte y resurrección y presenciaron su gloriosa ascensión al cielo.

Con frecuencia nos hemos quedado con la idea de san Judas, solamente como un santo milagroso que resuelve todos los problemas y corremos el riesgo de no penetrar en lo realmente importante de su vida.

Igualmente les pasaba a los discípulos y a las multitudes que seguían a Jesús, querían milagros, resurrecciones, obras prodigiosas y descuidaban el mensaje esencial del Evangelio.

Hoy las lecturas nos invitan a reconocer la dignidad de los apóstoles y su gran misión en la transmisión del Evangelio.

San Pablo en su carta a los Efesios, insiste sobre la importancia de constituir una nueva familia, la gran familia de Dios, edificada sobre Jesús que es la piedra angular en el cimiento de los apóstoles.

Para san Pablo es importante que todos los pueblos reconozcan a Jesús como su Salvador y que se unan como una sola familia.  Nadie debe sentirse como extranjero o como advenedizo.  Esta misión la recibieron de un modo muy especial los apóstoles de Jesús.

San Lucas nos recuerda el camino que siguieron: hombres sencillos con una familia, con un trabajo, son llamados primero a convivir con Cristo, se les pide que primero sean discípulos, es decir que primero se conviertan en seguidores y conocedores de Jesús, que aceptan su vida y su doctrina, que comprenden su sueño de formar una sola familia, que experimentan en su propio corazón el amor que Jesús les tiene.

Después serán enviados a proclamar, a manifestar este amor, pero si no lo han vivido en su corazón, ¿Qué proclamarán?

En esta fiesta de san Judas y San Simón, también nosotros queremos convertirnos primeramente en discípulos que aceptamos en mensaje del Señor y espontáneamente cuando nuestro corazón este lleno de su amor, podremos también convertirnos en mensajeros que hablemos de lo que hay en lo profundo de nuestro corazón: el Evangelio.

Santos Simón y Judas

Hoy celebramos a dos compañeros del Señor, miembros del círculo inmediato de los Doce y enviados por el Señor (esto es lo que quiere decir apóstol) a llevar a todo el mundo la Buena Nueva de la salvación.

A San Simón y San Judas Tadeo se les celebra la fiesta en un mismo día porque según una antigua tradición los dos iban siempre juntos predicando la Palabra de Dios por todas partes. Ambos fueron llamados por Jesús para formar parte del grupo de sus 12 preferidos o apóstoles. Ambos recibieron el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego el día de Pentecostés y presenciaron los milagros de Jesús en Galilea y Judea y oyeron sus famosos sermones muchas veces; lo vieron ya resucitado y hablaron con Él después de su santa muerte y resurrección y presenciaron su gloriosa ascensión al cielo.

Con frecuencia nos hemos quedado con la idea de san Judas, solamente como un santo milagroso que resuelve todos los problemas y corremos el riesgo de no penetrar en lo realmente importante de su vida.

Igualmente les pasaba a los discípulos y a las multitudes que seguían a Jesús, querían milagros, resurrecciones, obras prodigiosas y descuidaban el mensaje esencial del Evangelio.

Hoy las lecturas nos invitan a reconocer la dignidad de los apóstoles y su gran misión en la transmisión del Evangelio.

San Pablo en su carta a los Efesios, insiste sobre la importancia de constituir una nueva familia, la gran familia de Dios, edificada sobre Jesús que es la piedra angular en el cimiento de los apóstoles.

Para san Pablo es importante que todos los pueblos reconozcan a Jesús como su Salvador y que se unan como una sola familia.  Nadie debe sentirse como extranjero o como advenedizo.  Esta misión la recibieron de un modo muy especial los apóstoles de Jesús.

San Lucas nos recuerda el camino que siguieron: hombres sencillos con una familia, con un trabajo, son llamados primero a convivir con Cristo, se les pide que primero sean discípulos, es decir que primero se conviertan en seguidores y conocedores de Jesús, que aceptan su vida y su doctrina, que comprenden su sueño de formar una sola familia, que experimentan en su propio corazón el amor que Jesús les tiene.

Después serán enviados a proclamar, a manifestar este amor, pero si no lo han vivido en su corazón, ¿Qué proclamarán?

En esta fiesta de san Judas y San Simón, también nosotros queremos convertirnos primeramente en discípulos que aceptamos en mensaje del Señor y espontáneamente cuando nuestro corazón este lleno de su amor, podremos también convertirnos en mensajeros que hablemos de lo que hay en lo profundo de nuestro corazón: el Evangelio.