La liturgia del Viernes santo es muy especial: es el único día del año en que la Iglesia no celebra la eucaristía, y sólo en la parte final de la celebración se distribuye la comunión. Podemos decir que si habitualmente la parte central de la eucaristía es la consagración, hoy lo va a ser la presentación y la adoración de la cruz.
Hoy vamos a contemplar a Jesús muerto en la cruz. En la cruz de Cristo, descubrimos el gran amor de Dios al mundo. Dios se hace solidario con el sufrimiento de todos los seres humanos.
Jesús se encuentra ahora absolutamente solo. Y grita: “tengo sed”. La sed de Jesús revela el deseo de Dios de derribar los muros que nos separan de Él, que nos encierran en nosotros mismos y nos hace que no veamos la realidad y que no nos sintamos plenamente vivos.
Después Jesús dice: “Todo está cumplido”. ¿Qué es lo que está cumplido? El amor radical, definitivo e incondicional de Dios por los seres humanos. Se ha cumplido el amor “hasta el extremo”. Todo ha terminado porque Jesús ha llevado a cabo su misión. “E inclinando la cabeza entregó su espíritu”. Su último acto antes de morir es darnos su Aliento de Vida.
Pero la Pasión de Jesús no ha terminado, porque continúa en los millones de personas que sufren hambre y pobreza extrema en nuestro mundo. La mayor tragedia de la humanidad sigue siendo el hambre y la desigualdad. También las víctimas de las guerras, del terrorismo y de todo tipo de violencia son parte de la Pasión de Jesús.
Hoy, Viernes Santo hemos de recordar que Jesús sigue muriendo en nuestro mundo. En su muerte encontramos muchas muertes. En su cruz, hay muchas cruces, porque Jesús sigue cargando con nuestros miedos, nuestros dolores y tribulaciones. La Pasión del Señor continúa en los sufrimientos de los hombres y mujeres de toda la tierra.
Hoy Cristo continúa sufriendo su Pasión en los pobres, en los que no tienen trabajo, en los inmigrantes, en los enfermos, los ancianos que se sienten solos y en todos los que viven en el desamor y la angustia.
Hoy, más que nunca, necesitamos el consuelo del Señor que nos ha amado hasta el extremo. Jesús crucificado es el verdadero consuelo de la humanidad. Sólo mirando a Jesús crucificado podemos afrontar el sufrimiento y la muerte.
A pesar de tanto mal y de tanta muerte en este mundo, hoy Viernes Santo nos acercaremos, una vez más, a besar la Cruz. Besando la cruz de Cristo, estamos besando todas las heridas del mundo, todas las heridas de la humanidad. Al besar hoy la cruz de Cristo, estamos besando también a todos los crucificados; besando la cruz de Cristo estamos también besando nuestras propias heridas, nuestros sufrimientos, nuestras soledades, todo lo que nos preocupa y nos angustia.
Al besar hoy la Cruz de Cristo, acogemos su beso, el beso de su amor, que nos reconcilia con nosotros mismos y nos hace vivir. Cristo nos dice hoy a cada uno: entrégame todo los que te pesa demasiado, todo lo que te esclaviza, todo lo que te preocupa, todo lo que te entristece. Entrégamelo todo.
Hoy es un día para mirar hacia la cruz en la que Jesús murió, y agradecerle su amor, y decirle que creemos en Él y que lo amamos.