Mt 17, 14-20
Ten compasión
Es la súplica que hace un padre afligido a Jesús por su hijo enfermo… Fue la súplica insistente de Domingo de Guzmán en favor de tantos hombres y mujeres de su tiempo: “¿Señor, ¿qué será de los pobrecillos pecadores? ¡Ten piedad de tu pueblo!”.
Es bueno reconocer que estamos enfermos, que tenemos deficiencias, que somos pobres e indigentes en muchos aspectos, que no nos valemos por nosotros mismos para todo, pero a veces, muchas veces, acudimos a remedios falsos, a espejismos, a engañosos pseudo-profetas…
¿Por qué no pudieron curar a aquel niño los discípulos?, “por su poca fe” dijo Jesús, dejando translucir un sentimiento de decepción y hasta de impaciencia extraña en Él con relación a sus discípulos, de lo que podemos deducir que esperaba más de ellos… Y nosotros, cristianos del siglo XXI, ¿tendremos que volver a escuchar su queja: “hasta cuándo tendré que soportaros, generación incrédula y pervertida?”; ¿en quién ponemos nuestra fe y confianza?, ¿cuál es la calidad y calidez de nuestra fe?, ¿somos capaces de soltar las amarras de nuestra comodidad, de nuestros egoísmos, de nuestra soberbia, de creer que por nosotros mismos, por nuestras capacidades humanas, intelectuales, científicas, podemos algo?, “si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles” (salmo 126). Con humildad acudamos a Jesús con una auténtica fe y un gran amor que nos posibilite una confianza generosa y audaz.
“Como un grano de mostaza”
Pequeñita pero sincera, firme, bien cimentada en la Roca-Cristo, así ha de ser nuestra fe, como lo fue la de Santo Domingo de Guzmán Nuestro Padre y fundador, del que celebramos con gozo el 800 aniversario de su entrada en el cielo, después de cumplir fielmente la misión que Jesús le encomendó de llevar la luz de la fe, la luz del Evangelio a todos los rincones del mundo conocido en su tiempo y a través de estos ocho siglos por medio de sus hijos e hijas. Que él que nos prometió sernos más útil desde el cielo siga cumpliendo su palabra y haga de los dominicos y dominicas y de todos los hombres auténticos “campeones de la fe”.