Es un gesto humano y elogiable alegrarse por el éxito de los demás y celebrarlo. Esto es lo que hacemos cuando un deportista o nuestro equipo favorito ha conseguido una victoria. Entonces salimos a la calle aclamándolos y hacemos fiesta para celebrar esa victoria, porque nos sentimos solidarios con los éxitos y los fracasos de los demás.
Esto es lo que celebramos hoy, festividad de Todos los Santos. Recordamos con alegría a los que han conseguido el éxito definitivo. Los Santos que hoy celebramos son personas de nuestra familia, de nuestro pueblo; gente del mundo entero, personas como nosotros, que con esfuerzo, amor y fe, consiguieron alcanzar el cielo.
Estas personas han vivido y han hecho realidad el proyecto de vida que Dios tiene para cada uno de nosotros. No fueron personas privilegiadas ni les resultó fácil seguir y hacer la voluntad de Dios día a día, ya que tuvieron que superar muchos obstáculos que se cruzaban en su camino. Pero tenían un reto diario: hacer el bien y no dejarse tentar por el mal ni por las trampas de este mundo. Gracias a esta fidelidad a Dios, al terminar sus vidas han recibido su recompensa: estar para siempre con Dios.
Hoy celebramos, pues, a esa multitud de hermanos nuestros que participan ya de la felicidad de Dios, esa felicidad que todos buscamos mientras vivimos peregrinos en este mundo.
¿Qué ha sido lo que han hecho estos hombres y mujeres para ser santos? ¿Cómo han vivido para alcanzar la santidad?
Los Santos son esas personas que han buscado a Dios con el corazón sincero, que se han dejado encontrar por Dios, que Dios ha sido el sentido de sus vidas. Son personas que han seguido firme, valiente y decididamente a Jesucristo y han vivido heroicamente las virtudes cristianas de la fe, la esperanza y la caridad. Son personas hechas de barro como nosotros, pero que han comprendido y han vivido el amor de Dios y se han mantenido firmes en ese amor a Dios.
Los Santo, son personas que supieron reconocerse pecadores, pero siempre pidieron perdón a Dios y confiaron en la misericordia de Dios; fueron personas que se alimentaron continuamente de la Palabra de Dios y del Pan de Vida, Cuerpo y Sangre de Cristo; fueron personas que transmitieron con fidelidad el Evangelio a todas las personas.
Los Santos, al igual que nosotros, han sufrido tribulaciones, dificultades, pero no perdieron la alegría del corazón y tuvieron puesta siempre su esperanza en Dios y en hacer la voluntad de Dios Padre.
Todos estos hombres y mujeres que hoy celebramos tenían un único deseo: ver a Dios cara a cara. Por ello, durante toda su vida se alimentaron de la oración y de los sacramentos, vivieron y practicaron la caridad hacia el prójimo. Y todo esto es algo que nosotros también podemos hacer y vivir.
Los Santos que hoy celebramos fueron felices porque durante toda su vida se esforzaron por vivir en Gracia de Dios, por imitar cada día más y más a Jesucristo, nuestro Señor que es el verdadero modelo de santidad para todos nosotros.
Por su número y porque han demostrado que es posible vivir según el Evangelio de Jesús, los Santos son dignos de que hoy celebremos su fiesta y que nos alegremos porque ellos son el mejor fruto de la Iglesia.
Hoy, podemos estar seguros de una cosa y es que a lo largo de todos estos siglos de historia de la Iglesia ha habido muchas personas buenas que han tomado y vivido en serio su fe, que han vivido en serio el Evangelio. Todas estas personas deben ser para nosotros un estímulo y una garantía de que sí es posible vivir el estilo de vida que Cristo nos propone, que sí es posible vivir auténticamente como cristianos. Ser cristiano no es un nombre, no es haber sido bautizados. Es vivir todo un estilo de vida. Es vivir al estilo de Jesucristo. Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida.
Los Santos no han sido ángeles y héroes de otro planeta, son personas que han vivido en nuestro mundo, en tiempos tan difíciles o más que los nuestros pero se han mantenido fieles a Dios.
Para ser santo, tampoco necesitamos hacer milagros, lo que necesitamos es vivir la Bienaventuranzas que proclamó Jesucristo; vivir la humildad, la apertura a Dios, la pureza de corazón, la actitud de misericordia, trabajar por la paz. Viviendo así podremos nosotros también llegar un día a ser santos. No olvidemos que el Señor nos llama a todos a ser santos: “Ses Santos, como vuestro Padre celestial es santo”, nos dice el Señor.
Esto es lo que celebramos hoy: al contemplar el ejemplo de los santos, despertar en nosotros el gran deseo de ser como los santos, felices por vivir cerca de Dios, en su luz, en la gran familia de los amigos de Dios. Todos estamos llamados a vivir cerca de Dios, a vivir en su familia. A esto somos llamados todos los cristianos.
Los Santos son para nosotros amigos y modelos de vida. Invoquémoslos para que nos ayuden a imitarlos y esforcémonos por responder con generosidad, como ellos lo hicieron, a la llamada a la santidad.