Mt 12,1-8
¿Cuántas veces nos hemos estrellado contra el muro de una incomprensión basada en leyes? No se puede hacer algo porque está escrito en la ley o porque la ley no lo permite. Hemos llegado hasta la estupidez de no poder hacer trámites educativos o legales porque al haberse perdido un documento, “la persona no existe”.
Hoy como ayer, leyes que fueron puestas para cuidado de la dignidad y el respeto de las personas se pueden convertir en esclavitudes y desprecios de la persona.
Jesús pone el dedo en la llaga en un mundo en que la legislación farisaica ha convertido la Torá (la ley) en cadenas que atan y dominan al pueblo. Jesús no está en contra de la Torá o del reposo sabático, sino en contra de las ataduras que con esta ley se han impuesto sobre las personas. Nunca podrá ponerse ni la ley, ni las normas, ni los códigos morales por encima de las personas. Existen para ayudar a hacer una vida más digna, para proteger su dignidad, para dar oportunidad de relacionarse con Dios.
Parecería que la religión y las leyes han caído en manos de personas que las usan para su propio provecho. Actualmente también tenemos estos peligros y podemos manipular las leyes y las normas a favor de los poderosos. Baste pensar en los fuertes intereses que se mueven detrás de cada una de las leyes, aún las más sagradas, que no dudan en pasar por encima de la vida y la dignidad de los pueblos y las personas.
“Misericordia quiero y no sacrificios”, nos recuerda Jesús aludiendo al profeta. Misericordia quiere decir hacer el corazón pequeño para ponerlo junto al otro. Misericordia es signo de fraternidad y comprensión. Serían los principios que deberían guiar a toda persona en sus decisiones y proyectos.
También las autoridades y los gobiernos deberían poner en primer lugar la dignidad y el respeto de los pueblos, de las comunidades y de las personas, antes que sus intereses partidistas, comerciales o políticos.
¿Qué nos sugieren a nosotros estas palabras de Jesús? ¿También nos olvidamos de las personas por cumplir las reglas?.