Ef 2, 12-22; Lc 12, 35-38
Uno de los grandes problemas que tienen los educadores y los padres de familia es que ya no saben cómo acercarse a los jóvenes y a los niños, parecen, o más bien, son de otra época, con otros intereses, con otros canales de comunicación. Pero lo más difícil y a la vez preocupante es que se deja a estos jóvenes y niños a la deriva y no nos atrevemos a ofrecerles lo que es el gran don del encuentro con Jesús.
Estamos como adormilados y azorados ante tantos cambios. Cambios y muy drásticos había en los tiempos de Jesús, sin embargo, invita a sus discípulos a que estén despiertos, dispuestos al servicio.
La peor decisión que podemos tomar ante los problemas es cruzarnos de brazos y no hacer nada. Podremos equivocarnos cuando tomamos nuestras decisiones, pero ciertamente no hacer nada, el continuar indiferentes es la peor de las decisiones.
San Pablo, en su carta a los Efesios, nos ofrece un buen ejemplo de cómo el buen discípulo de Jesús se atreve a hacer propuestas audaces y logra entusiasmar a sus oyentes, le presenta a Cristo como el único camino posible y los alaba porque gracias a Jesús han podido abandonar el antiguo camino y ahora se transforman en ciudadanos nuevos y llenos de esperanza.
A nuestro mundo, necesitamos proponerle a Cristo como nuestra verdadera paz y como el único camino para lograr vencer las tensiones, las desigualdades, la injusticia y los crímenes que azotan nuestra sociedad. Quien vive como verdadero discípulo y como verdadero hijo no puede adormilarse y mirar indiferente como se desarrollan las cosas en el mundo. Tendrá que tener su lámpara encendida, aunque parezca muy débil y pequeña su luz, si al fin es luz y no oscuridad.
La semejanza que hoy nos presenta el Señor es muy rica, porque nos alienta a una actitud siempre atenta y a dejar nuestra somnolencia. El gran premio es que el mismo Señor se recogerá la túnica y nos hará participar de su mesa, donde nos ofrecerá los alimentos.
La comida compartida siempre es signo del Reino que se vive en hermandad y comunidad.
Que hoy nos despertemos, que hoy nos entusiasmemos por proclamar la llegada del Reino con fe, con espíritu, con alegría.