Mt 21, 28-32
Hoy la enseñanza de Jesús se basa en la figura de Juan el Bautista, pero añade además una parábola para que a todos nos quede claro que es lo que pretende. Con la comparación del comportamiento de dos hijos, nos manifiesta que a Dios le interesa, no tanto, lo que se dice, sino lo que se hace.
Las palabras que no corresponden a la vida no sirven para nada; los actos que no son coherentes con la predicación, borran las más bellas palabras y deslucen los más bellos pensamientos.
Pero en estos tiempos de tanta comunicación es fácil escondernos en aparentes compromisos, en publicadas acciones o en la simulación de una entrega.
Para Cristo, basándose en la figura de Juan, todo esto es basura. El reclamo que les hace a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, parece que nos alcanza también a muchos de nosotros: hablamos, prometemos, aparentamos, pero no cumplimos.
Cuantas veces hemos oído compromisos de luchar contra la corrupción, cuantos descalabros hemos tenido porque después de haber aparentado una administración honorable, descubrimos las grandes estafas.
Los que nos llamamos cristianos, ¿realmente estamos comprometiendo nuestra vida en el seguimiento de Jesús? Suenan duras las palabras de Jesús si las tomamos en su verdadero sentido: “los publicanos y las prostitutas se nos han adelantado en el camino del Reino de Dios”, y da la razón muy clara: “porque vino Juan y predicó el camino de la justicia y no le creyeron”
La coherencia de Juan es un fuerte reclamo a nuestras incoherencias. Ya decía en la primera lectura el profeta Sofonías: “Ay de la ciudad rebelde y contaminada, de la ciudad potente y opresora, no ha escuchado la voz ni ha aceptado corrección, no ha confiado en el Señor”
Claro que anuncia un nuevo día, pero al igual que Juan el Bautista, exige conversión. Adviento tiempo de conversión. ¿Realmente lo estamos viviendo como un tiempo de cambio, de conversión, de volvernos hacia Dios en un camino de justicia?