Mt 7,21.24-27
¿En dónde ponemos nosotros nuestra confianza? En estos días de crisis, se necesita tener una fe y una fortaleza grande para sostenerse en medio de las tormentas que nos sacuden.
¿Nosotros realmente somos cristianos, católicos? Quizás lo manifestemos con algún acto de piedad o por haber recibido algún sacramento, pero hoy las palabras de Jesús suenan a reproche fuerte que nos puede tocar directamente y que nos puede confrontar tanto en nuestra vida personal como en la vida comunitaria. A nosotros que nos decimos cristianos, pueden dirigirse las palabras del Señor, porque hemos sido cristianos de etiqueta y de palabras, pero muchas veces no hemos cumplido la voluntad de nuestro Padre que está en los cielos.
Porque no es voluntad del Padre que haya guerras ni odios, no es voluntad del Padre que a la mesa sólo se acerquen unos cuantos, no es voluntad del Padre que demos la espalda al hermano. Necesitamos revisar constantemente nuestro actuar y confrontarlo con el de Jesús.
Necesitamos revisar los cimientos donde hemos construido nuestras vidas. Él nos ofrece su palabra y nos promete solidez y seguridad para el momento de la tormenta. No nos dice que no habrá vientos ni tempestades, pero nos ofrece que a pesar de ello, podamos permanecer en pie.
Hay quien se ha derrumbado porque encuentra contratiempos, porque sus negocios no han fructificado como él esperaba, porque le han fallado las personas en quien él confiaba… pero no había puesto su confianza en la palabra de Jesús. Sus planes y sus objetivos estaban lejos del Señor.
Es fácil desviarnos del camino de la vida cuando damos más importancia a nuestros sueños y deseos que a la voluntad del Padre.
Hoy pongamos nuestra vida delante del Señor, ofrezcamos todo nuestro esfuerzo por adecuarla a su voluntad, digamos con sinceridad el Padre Nuestro, insistiendo no en nuestra propia voluntad, sino en el “hágase tu voluntad”, pues sabemos que estamos en manos de nuestro Padre.
En estos días de Adviento, pensemos en dónde estamos poniendo los cimientos de nuestra vida y qué caminos tenemos que enderezar. ¡Ven, Señor Jesús!