Ez 28, 1-10
Hemos escuchado el oráculo de Ezequiel contra Tiro. Otros profetas: Amós, Isaías y Zacarías, también acusaron fuertemente a esa ciudad.
Tiro era una ciudad de la costa del Mediterráneo construida en un islote y defendida por el mar. Siendo uno de los principales puertos fenicios, representa la riqueza mercantil. Es una ciudad pagana llena del orgullo de su poder, de su situación, de su fuerza naval, que representa el orgullo cerrado de los paganos.
Jesús dirá: «Habrá menos rigor para Tiro y para Sidón que para ti, Cafarnaúm» (Lc 10, 13-15). Las invectivas de Ezequiel preludian las de Cristo contra todas las ciudades, contra todos los poderes, contra todos los hombres que, en su orgullo, se alzan contra Dios y lo rechazan: «Tú, Cafarnaum, ¿crees que llegarás hasta el cielo? Serás precipitada a los infiernos» (Mt 11,23).
Mt 19, 23-30
La enseñanza del evangelio de hoy: «Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico se salve».
El problema no está en la bondad o maldad de las riquezas en ellas mismas, sino, en que con enorme facilidad son tomadas como finalidad, siendo sólo medio, y nos apegamos a ellas con desprecio de otros valores más importantes. El segundo tema, la recompensa a los que se desprenden de las riquezas, nos presenta el valor evangélico de esta renuncia ya que es un medio muy eficaz para tomar parte en la renovación mesiánica. Si los bienes materiales tan fácilmente atrapan nuestro corazón y lo apartan de otros bienes más valiosos, será una urgencia siempre actual el revisar nuestras jerarquías de valores no sólo en la teoría sino en la práctica, para que nada impida nuestro seguimiento fiel del Señor.
A la luz de estas enseñanzas vivamos hoy nuestra Eucaristía.