Lunes de la XXVII Semana Ordinaria

Lc 10,25-37

El texto de Lucas que hemos escuchado hoy, comienza señalando la verdadera intención de ese maestro de la ley. Era muy común que intentarán poner en aprietos al abordar a Jesús. Esperar y ver como era su respuesta, ¿sería un verdadero Rabí? ¿O un embaucador?

En este caso podemos apreciar la forma magistral con la que Jesús, responde. El maestro de la ley le hace la primera pregunta y se queda a la escucha. Jesús va a utilizar una metodología curiosa, (nuestro refranero también la conoce…) le responde formulando otra pregunta y se queda esperando y a la escucha de su interlocutor. Jesús afirma lo correcto de la respuesta y, con una pequeña frase: “Haz eso y vivirás”, da por concluido el dialogo.

Sin embargo, el maestro de la ley hace la pregunta, no para entender mejor, sino para ganar ventaja sobre Jesús y el resultado no pudo ser más desastroso. Jesús le remite a su propia conciencia y conocimiento de la ley. Es como si le hubiera dicho: Ahí, encontrara todo. ¿No eres tú el experto?

El maestro, actúa como un hábil interlocutor que quiere sacar puntos en el debate, de ahí, la 2ª pregunta formulada: “¿Y quién es mi prójimo? Ante esta pregunta, Jesús les narra una historia apasionante, quiere mantener la atención de sus oyentes, que esperen el desenlace final. El maestro de la ley no se imagina cuán lejos va a llevar Jesús la definición de prójimo.

Hemos escuchado la parábola, y no desearía que hoy nos distrajera la explicación de todos los personajes y del porqué actuaron de tal forma en esta historia. A veces podemos dar por buenas ciertas escusas en el actuar, intentemos no caer en ellas. Hoy, en mi situación concreta: ¿quién es nuestro prójimo?

En resumen, es toda persona que necesite nuestra ayuda, comprensión, agradecimiento y colaboración.  Quedémonos con la respuesta correcta a la última pregunta de Jesús y el envío que Él nos hace: “Vete y haz tu lo mismo”.