San Bartolomé, apóstol

Natanael o también llamado Bartolomé, nos ofrece una gran lección en este día: La búsqueda de Jesús tiene que ser personal, arriesgada y muchas veces en los lugares más insospechados.

Cuándo Bartolomé recibe la noticia de parte de Felipe de que ha encontrado al Mesías, espontáneamente deja escapar la expresión “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” esta expresión, manifiesta todo el desprecio que un pueblo siente por sus vecinos más alejados.

Ciertamente, Nazaret pequeña población, olvidada de Galilea, no ofrecía muchas posibilidades de ser una nación del que esperaran al libertador de Israel. Nazaret no estaba cercana al templo, no figuraba como potencia económica, no brillaba por sus maestros o la sabiduría de sus escribas. Pero Natanael o Bartolomé se deja convencer por las palabras misioneras de Felipe: “ve y lo verás”.

No es cuestión de doctrinas, es cuestión de encuentro; no es cuestión de linajes, es cuestión de amistad; no es cuestión de privilegios, es cuestión de dejarse amar. Y lo sorprendente, es que mientras Natanael se expresaba con desprecio de quien no conocía, Jesús pronuncia una de las más grandes y sincera alabanzas que se puede hacer a un israelita: “un israelita de verdad, en quien no hay engaño”.

Jesús ya lo conocía, Jesús ya lo amaba, Él ya ponía sus ojos en su corazón y lo aceptaba. Así es Jesús, siempre toma la iniciativa, siempre está dispuesto a amar, siempre nos conoce y nos acepta, y solo entonces surge la respuesta del corazón de Bartolomé: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”.

Solo cuando se ha tenido un encuentro personal con Jesús podemos reconocerlo. Nadie puede amarlo por nosotros, nadie puede encontrarse con Él por nosotros. Alguien puede acercarnos a Jesús, pero siempre se requiere el encuentro personal con Jesús, para después transformarnos en sus discípulos y misioneros. Primero necesitamos dejarnos amar.

Que la enseñanza de este apóstol Bartolomé nos acerque más a Jesús, que también para nosotros sean las palabras “ven y lo verás”.

Quién se acerca a Jesús nunca terminará decepcionado.

San Bartolomé, Apóstol

Jn 1, 45-51

El evangelio de hoy nos lleva al encuentro personal con Jesús, un encuentro de tú a tú, de amigos, de conocidos, o incluso con desconocidos. Un encuentro que nos hace ser testigos de nuestra fe.

Un encuentro que nos une y nos hace hermanos

Así podemos  ver  cómo fueron los comienzos  de nuestro cristianismo, ese  encuentro  que  vivieron los  apóstoles  con Jesús, que sintieron algo muy especial  al  verle, algo  que les  transformó  el  corazón y  atentos a su llamada  dejaron  todo y se  fueron  con Él.

Hoy es la fiesta del Apóstol San Bartolomé, él nos ayuda a recordar el motivo por el que fue creado el grupo de los Apóstoles. Bartolomé vivió este encuentro con Jesús, ciertamente con muchas dudas, ya que dudó  de si de Nazaret  podría  salir  algo  bueno,  dudó  de Jesús;  por  eso  muchas  veces  el testimonio de otros nos pueden a ayudar a VER, a  disipar  esas  dudas, a llevarnos  con su testimonio a VER  el rostro de Jesús, y creer que él es el Camino que nos lleva  a Dios,  es la VERDAD  que  nos hace  hijos  de Dios y hermanos suyos, y es la VIDA que nos  hace  ser uno con Cristo.

Así como Felipe le dijo a Bartolomé: “VEN Y VERÁS”, así puede ser nuestra primera experiencia en nuestra búsqueda de Dios. Pudo ser otra  persona  quien nos mostró el camino  de nuestra  fe,  nos ayudó a CREER,  a SEGUIR, a CONFIAR, porque  vimos  en ellos  ese  brillo  de Cristo en sus ojos,  sentimos  ese Amor que Cristo nos  da  en  el corazón de los otros, en su forma  de vivir , de transmitir lo que sienten, en  su felicidad. Eso nos transforma y nos ayuda a ser amigos de Jesús.

Los Apóstoles son comparados con las doce puertas de Jerusalén, la Jerusalén celestial, a través de las cuales todos podemos entrar en el mismo corazón de Dios, en el corazón de la iglesia.

Al igual que dentro del grupo de los seguidores de Jesús hay mucha variedad, también dentro de la iglesia sigue habiendo mucha variedad, hombres y mujeres, jóvenes y menos jóvenes, pobres, campesinos, incluso quienes viven un tanto escépticos pero que aun así forman parte de nuestra iglesia.

Es muy importante que exista esa variedad porque se abre ante nosotros un mar de riqueza, una iglesia llena de vida y así nuestra iglesia y el evangelio será extendido a todas las partes, y la siembra tendrá su fruto.

Quizás también nosotros, como Bartolomé, dudamos de las cosas sencillas que Jesús nos pone en el camino y no somos capaces de ver en la gente humilde y sencilla, en esos a los que nadie quiere, al mismo Cristo que habita en sus corazones, el que murió y resucitó por todos.

Sin embargo somos llamados a escuchar lo bueno que Dios pone en nuestra vida, tenemos que ver la misericordia de Dios en cada situación, en cada momento, aunque creamos que Él no está ahí presente.

Jesús es la llave que nos abre las puertas de la iglesia, nuestra iglesia. A la que todos, no sólo estamos invitados, sino que tenemos la obligación, el derecho y el gozo de hacer una iglesia viva, que tenga las puertas abiertas a todos. Una iglesia que no genere dudas, sino seguridad y PAZ.

Jesús es nuestro camino que nos llama de una manera personal para ir y ver las grandezas de Dios.

San Bartolomé, Apóstol

Natanael o también llamado Bartolomé, nos ofrece una gran lección en este día: La búsqueda de Jesús tiene que ser personal, arriesgada y muchas veces en los lugares más insospechados.

Cuándo Bartolomé recibe la noticia de parte de Felipe de que ha encontrado al Mesías, espontáneamente deja escapar la expresión “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” esta expresión, manifiesta todo el desprecio que un pueblo siente por sus vecinos más alejados.

Ciertamente, Nazaret pequeña población, olvidada de Galilea, no ofrecía muchas posibilidades de ser una nación del que esperaran al libertador de Israel. Nazaret no estaba cercana al templo, no figuraba como potencia económica, no brillaba por sus maestros o la sabiduría de sus escribas. Pero Natanael o Bartolomé se deja convencer por las palabras misioneras de Felipe: “ve y lo verás”.

No es cuestión de doctrinas, es cuestión de encuentro; no es cuestión de linajes, es cuestión de amistad; no es cuestión de privilegios, es cuestión de dejarse amar. Y lo sorprendente, es que mientras Natanael se expresaba con desprecio de quien no conocía, Jesús pronuncia una de las más grandes y sincera alabanzas que se puede hacer a un israelita: “un israelita de verdad, en quien no hay engaño”.

Jesús ya lo conocía, Jesús ya lo amaba, Él ya ponía sus ojos en su corazón y lo aceptaba. Así es Jesús, siempre toma la iniciativa, siempre está dispuesto a amar, siempre nos conoce y nos acepta, y solo entonces surge la respuesta del corazón de Bartolomé: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”.

Solo cuando se ha tenido un encuentro personal con Jesús podemos reconocerlo. Nadie puede amarlo por nosotros, nadie puede encontrarse con Él por nosotros. Alguien puede acercarnos a Jesús, pero siempre se requiere el encuentro personal con Jesús, para después transformarnos en sus discípulos y misioneros. Primero necesitamos dejarnos amar.

Que la enseñanza de este apóstol Bartolomé nos acerque más a Jesús, que también para nosotros sean las palabras “ven y lo verás”.

Quién se acerca a Jesús nunca terminará decepcionado.

San Bartolomé

Natanael o también llamado Bartolomé, nos ofrece una gran lección en este día: La búsqueda de Jesús tiene que ser personal, arriesgada y muchas veces en los lugares más insospechados.

Cuándo Bartolomé recibe la noticia de parte de Felipe de que ha encontrado al Mesías, espontáneamente deja escapar la expresión “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” esta expresión, manifiesta todo el desprecio que un pueblo siente por sus vecinos más alejados.

Ciertamente, Nazaret pequeña población, olvidada de Galilea, no ofrecía muchas posibilidades de ser una nación del que esperaran al libertador de Israel. Nazaret no estaba cercana al templo, no figuraba como potencia económica, no brillaba por sus maestros o la sabiduría de sus escribas. Pero Natanael o Bartolomé se deja convencer por las palabras misioneras de Felipe: “ve y lo verás”.

No es cuestión de doctrinas, es cuestión de encuentro; no es cuestión de linajes, es cuestión de amistad; no es cuestión de privilegios, es cuestión de dejarse amar. Y lo sorprendente, es que mientras Natanael se expresaba con desprecio de quien no conocía, Jesús pronuncia una de las más grandes y sincera alabanzas que se puede hacer a un israelita: “un israelita de verdad, en quien no hay engaño”.

Jesús ya lo conocía, Jesús ya lo amaba, Él ya ponía sus ojos en su corazón y lo aceptaba. Así es Jesús, siempre toma la iniciativa, siempre está dispuesto a amar, siempre nos conoce y nos acepta, y solo entonces surge la respuesta del corazón de Bartolomé: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”.

Solo cuando se ha tenido un encuentro personal con Jesús podemos reconocerlo. Nadie puede amarlo por nosotros, nadie puede encontrarse con Él por nosotros. Alguien puede acercarnos a Jesús, pero siempre se requiere el encuentro personal con Jesús, para después transformarnos en sus discípulos y misioneros. Primero necesitamos dejarnos amar.

Que la enseñanza de este apóstol Bartolomé nos acerque más a Jesús, que también para nosotros sean las palabras “ven y lo verás”.

Quién se acerca a Jesús nunca terminará decepcionado.