San Esteban, Protomártir

Mt 10, 16-23

Después de celebrar la Navidad, la Iglesia nos presenta al primer mártir de la Iglesia, el primero que dio su vida por el Niño que acaba de nacer. Con ello nos recuerda que la cruz está siempre muy cerca de Jesús y de los suyos.

Esteban es un hombre lleno de gracia y de Espíritu Santo. Diácono, servidor de sus hermanos y testigo de Cristo resucitado mediante la proclamación de la Palabra por la que pone su vida al servicio de Jesucristo. Y por esta Palabra, por proclamar la verdad, se convierte en testigo fiel hasta la muerte.

En el relato de Lucas vemos el claro paralelismo que hay entre el martirio de Esteban y la muerte de Jesús. San Esteban no sólo muere por Cristo, sino que muere como Él, con Él. Muere, como Jesús, perdonando a sus verdugos, y poniendo toda su confianza en el Señor: “Señor, recibe mi espíritu”.

El Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros

En el Evangelio de hoy, Jesús aparece preparando a los discípulos para las dificultades que vendrán. Jesús es realista, no les augura éxitos fáciles, sino que les previene ante las dificultades, las acusaciones, calumnias, persecuciones que sufrirán en todo tiempo. “Todos os odiarán por mi nombre”: La cruz nunca abandonará a los discípulos del Señor; ahora como entonces los cristianos sufrirán la persecución de los poderosos que ni entienden ni quieren entender el mensaje del Evangelio. Por ello es necesario que los discípulos comprendan que el anuncio del Evangelio tendrá que desarrollarse en un clima de oposición y persecución.

Pero Jesús sabe que no todos aguantarán el tipo, no todos somos Esteban, no todos poseemos su fe y su fuerza. Y por eso, las palabras de Jesús son de esperanza y de fortaleza: “No os preocupéis”, porque en las peores circunstancias garantiza a sus discípulos la fuerza del Espíritu Santo. Estas palabras dan confianza a los suyos: ante los enemigos es el “Espíritu del Padre (el que) hablará por vosotros”; el mismo Espíritu suscitará en la mente y en el corazón de los discípulos lo que han de decir y cómo lo dirán. 

El único remedio válido contra el miedo es la fe, la confianza en Jesús, en la fuerza que viene del Espíritu Santo. Quien vive abandonado en las manos de Dios no está especialmente preocupado por una posible persecución, porque sabe que el Espíritu del Padre hablará por él, sabe que el amor que Dios nos tiene es más grande que todo el odio junto de los hombres. Los discípulos que hayan sabido dar testimonio de Jesús ante los hombres escucharán el testimonio de Jesús a favor suyo ante Dios.

Al celebrar la fiesta de San Esteban pidamos al Señor la gracia de no acobardarnos ante las dificultades y persecuciones de todo tipo que se nos presenten, sino renovemos nuestra confianza en que el Señor estará ahí, como nos ha prometido, siendo nuestra guía, nuestra fuerza, nuestro consuelo y nuestra esperanza.