Celebramos hoy el nacimiento de San Juan Bautista. Celebrar a un santo es oportunidad para recordarnos que la santidad es posible y que a cada uno de nosotros nos toca hacerla realidad.
Con el nacimiento de San Juan también nosotros descubrimos el gran regalo de la vida que el Señor nos ha otorgado y la misión específica que cada uno de nosotros tenemos.
El profeta Isaías en la 1ª lectura nos dice que la vida es un don, un regalo, un misterio que sólo el amor grande de Dios nos puede dar. “El Señor me llamó desde el vientre materno, de las entrañas de mi madre, y pronunció mi nombre”.
No es cierto que valemos poco, no es cierto que, como pretenden las economías, la persona sólo tiene valor comercial, es mucho más grande su valor. Cada hombre y cada mujer son designio amoroso de Dios y su imagen y semejanza.
Cada uno de nosotros debemos descubrirnos como hijos muy amados de Dios. Cada uno de nosotros también somos un regalo y una bendición para los demás.
Pero además, cada uno de nosotros, al ser hechos a imagen y semejanza de Dios, hemos recibido la misión de parecernos a Él en todas nuestras actividades y en todo nuestro ser. Isaías comprende que el Señor lo ha llamado no sólo para que sea su siervo, sino para que sea luz para las naciones y la salvación llegue hasta los últimos rincones de la tierra.
También nosotros debemos comprender nuestra dignidad y nuestra misión en función de lo que somos y para lo que fuimos hechos. Debemos descubrir que nuestra causa está en manos del Señor y que nuestra tarea no puede hacerla nadie más que nosotros mismos. Otros tendrán grandes cualidades y realizarán grandes empresas, pero la misión confiada a cada uno, sólo la podemos realizar nosotros.
Estamos llamados a ser luz de las naciones, a llevar a los demás alegría y paz. San Juan, en su mismo nombre, encuentra su misión: “Dios es gracia, Dios tiene misericordia”. El nombre, más que un gusto de los padres, como sucede entre nosotros, representa una misión. Y la misión de Juan es hermosa pero muy riesgosa: “Es el hombre enviado por Dios para dar testimonio de la luz, y prepararle al Señor un pueblo dispuesto a recibirlo”.
Cada uno de nosotros tenemos que ser luz que alumbre, fuego que caliente, lucero que oriente en el camino. Pero, esta luz debe brotar de dentro de nosotros mismos. De lo contrario corremos el riesgo de ser solamente candil de la calle y oscuridad de la casa.
“¿Qué será de este niño?”. También el nacimiento de cada uno de nosotros es un milagro. Cada nacimiento es un milagro de Dios y para cada uno de nosotros es también la misma pregunta: “¿Qué será de este niño?”.
Como Juan estamos llamados a ser luz y profetas. No tengamos miedo a los problemas y a los obstáculos que se oponen a la misión. No nos pongamos metas mezquinas, condicionadas por valores de mercado, por cadenas egoístas o por miradas miopes. Con Juan Bautista hoy demos gracias a Dios por nuestro nacimiento, recordemos la grandeza de nuestra misión.