Hoy celebramos a una santa «evangélica», amiga del Señor. Escuchábamos en la lectura como Santa Marta aparece como ejemplo de vida cristiana.
No podíamos leer todos los momentos evangélicos en los que aparece santa Marta, pero al meditar el que se proclamó hoy podemos recordar los demás.
Vemos a Jesús muy a gusto con la familia de Betania, en un clima lleno de cariño hacia Él.
Marta es la que dirige todo, es «su casa», y se afana en diversos quehaceres.
A veces se ha presentado el contraste Marta- María como una ejemplificación de dos aspectos contrarios de la vida cristiana: el activo y el contemplativo, pero en realidad no se trata de aspectos contrarios sino complementarios; son los dos aspectos de una sola realidad: el amor a Cristo.
Hoy hemos visto en el evangelio un ejemplo de esta entrega al Señor. Marta cree firme y profundamente en Jesús pues le dice: «estoy segura que Dios te concederá cuanto le pidas», y en medio del dolor por la pérdida de su querido hermano, hace una profesión de fe – que es todo un modelo- en la misión de Jesús y en el centro de esa misión: su misterio pascual de muerte y vida nueva. Marta le dice: «creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo, el que tenía que venir al mundo».
Al celebrar la Eucaristía, presencia de Cristo en su Pascua, conmemoramos a esta gran amiga de Cristo, la vemos como un modelo de servicio a Cristo, modelo aplicable a todas las maneras como Él se nos hace presente hoy. Su fe firme en la Pascua es también un modelo para la nuestra.
Que de esta Eucaristía saquemos la fuerza y el valor para ser, cada vez más, unos auténticos testigos de Cristo.