2 Juan 4-9
Hoy oímos un trozo selecto de la 2a. carta de san Juan.
Esta carta aparece dirigida a una señora «Electa» -elegida- por esto muchos creen que más que tratase de una dama concreta, se trata de una comunidad cristiana del Asia Menor.
Después del elogio de Juan de la fe de sus destinatarios, «viven según la verdad», pasa a las recomendaciones de que esa fe se traduzca en obras y, céntricamente, en amor.
Hay una muy antigua tradición que nos cuenta cómo los discípulos del apóstol Juan, ya muy anciano, le reclamaban que repitiera tanto -a ellos les parecía un estribillo de viejo- el mandato del amor, y que él replicó: «cumpliendo este mandato se cumple todo lo demás».
Desde el principio, la comunidad estuvo amenazada por ideas heréticas. Hoy se hace alusión a los que no aceptan a Cristo como verdadero hombre. «Estos son el verdadero impostor y anticristo», dice san Juan. Anticristo quiere decir «el que va contra Cristo» en todo tiempo y de todas las formas posibles, más que un ser propio del último tiempo y protagonista de profecías y películas de terror.
Por últimos, oímos una invitación apremiante a la perseverancia.
Lc 17, 26-37
Continuamos oyendo el discurso de Jesús sobre el juicio, «el día del Hijo del hombre». Recordemos como le preguntan a Jesús: «¿Cuándo llegará el Reino de Dios?». No olvidemos que este discurso está dicho en el marco de la «subida a Jerusalén» donde será el término de la misión del Señor.
No hay que olvidar tampoco que el año litúrgico se va acercando a su fin. Es natural que las enseñanzas de Jesús se orientan hacia un término definitivo. ¿Cuál tiene que ser nuestra actitud ante ese último día?
Jesús nos presenta la experiencia de tres hechos históricos, dos del pasado, y el tercero, que sucedió cuando fue redactado el Evangelio: El diluvio universal, la destrucción de Sodoma y Gomorra y sus territorios y la destrucción de Jerusalén, todos en la perspectiva del final del tiempo. La enseñanza es clara, en el contexto de la doctrina del Señor: «estén preparados», «quien intente conservar su vida la perderá; y quien la pierda, la conservará».
Recibamos la Palabra, hagámosla vida con la fuerza del Sacramento.