Un ángel le revela a san José la voluntad de Dios en sueños, para salvar al Niño Jesús y a María…
Dios nos habla también a nosotros cuando nos detenemos a descansar en el Señor. Me gustaría descansar en el Señor con todos ustedes, y reflexionar sobre el don de la familia.
Descansar en el Señor, levantarse con Jesús y María, y ser una voz profética, son los tres aspectos para defender el don de la familia.
1.- Descansar en la oración
Descansar en la oración y rezar en familia, para escuchar la voz de Dios y entender lo que Él nos pide.
José fue elegido por Dios para ser el padre putativo de Jesús y el esposo de María. Como cristianos, también ustedes están llamados, al igual que José, a construir un hogar para Jesús. A prepararle un hogar en sus corazones, sus familias, en sus parroquias y comunidades.
2.- Levantarse y actuar.
Al igual que san José, una vez que hemos oído la voz de Dios, debemos despertar, levantarnos y actuar. La fe no nos aleja del mundo, sino que nos introduce más profundamente en él. Cada uno de nosotros tiene un papel especial que desempeñar en la preparación de la venida del reino de Dios a nuestro mundo».
Así como el don de la sagrada Familia fue confiado a san José, así a nosotros se nos ha confiado el don de la familia y su lugar en el plan de Dios, que nos llama a reconocer los peligros que amenazan a nuestras familias para protegerlas de cualquier daño…
Las dificultades y amenazas que hoy pesan sobre la vida familiar son muchas. Como los sufrimientos causados por los desastres naturales; la situación económica que separa a las familias con la migración y los problemas financieros que gravan sobre muchos hogares.
Pero también las demasiadas personas que viven en pobreza extrema y otras, en cambio, atrapadas por el materialismo y un estilo de vida que destruye la vida familiar y las más elementales exigencias de la moral cristiana.
Sin olvidar el creciente intento, por parte de algunos, de redefinir la institución misma del matrimonio, guiados por el relativismo, la cultura de lo efímero, la falta de apertura a la vida.
Así pues: protejan a sus familias. Vean en ellas el mayor tesoro de su país, susténtenlas con la oración y los sacramentos. Sean ejemplo vivo de amor, de perdón y atención. Sean santuarios de respeto a la vida, proclamando la sacralidad de toda vida humana desde su concepción hasta la muerte natural.
Qué don para la sociedad si cada familia cristiana viviera plenamente su noble vocación. Levántense con Jesús y María, y sigan el camino que el Señor traza para cada uno de ustedes».
3.- Ser voces proféticas.
Esto es nuestro deber cristiano en medio de nuestra sociedad… Cuando las familias tienen hijos, los forman en la fe y en sanos valores, y les enseñan a colaborar en la sociedad, se convierten en una bendición para nuestro mundo.
Que las familias sean discípulas misioneras de Jesús, ayudando a los más necesitados, los que no tienen familia, a los ancianos y niños sin padres. ¡No escondan su fe, no escondan a Jesús, llévenlo al mundo y den el testimonio de su vida familia