Heb 2, 14-18
Este texto que nos invita a reflexionar en lo importante que somos nosotros delante de Dios.
Distintamente a lo que muchos pudieran pensar, nosotros no somos una creación cualquiera sino única y exclusiva de Dios, creatura a la cual, por medio de Jesús nos incorporó a su familia y por ello podemos llamar verdaderamente Padre a Dios.
Pero más aún, eres tan importante y tu vida es tan apreciada por Dios que envió a su único Hijo para que dando su vida en rescate, te diera la vida…. Imagínate, pagó tu vida eterna con su propia vida. Ya no eres más esclavo, sino que ahora eres un hijo de dios.
¿Cómo no responder con generosidad a un Dios que nos ama tanto? ¿Cómo no darle lo mejor de ti a aquel que entregó su sangre para que tuvieras vida y la tuvieras en abundancia?
Mc 1, 29-39
Nuestro evangelio nos resalta tres elementos esenciales en la vida de Jesús: La predicación incansable del Reino, dar la salud a los enfermos y expulsar a los demonios y la oración.
Es decir la predicación siempre tendría que estar acompañada de signos (sanar y expulsar demonios) y de la oración. La primera comunidad lo entendió perfectamente, y de manera especial los apóstoles quienes reproducían la misma forma de proceder del Maestro: No se cansaban de anunciar la buena noticia del Reino, sanaban y oraban incansablemente.
Los milagros eran algo normal entre los creyentes. Era una comunidad sumergida en el misterio del amor de Dios en donde lo extraordinario se convierte en ordinario y lo imposible en la realidad cotidiana.
Si nosotros verdaderamente nos decidimos a ser discípulos, a orar y a vivir conforme la enseñanza del Maestro veremos nacer en nosotros un deseo inmenso de predicar y nuestra predicación será siempre acompañada de signos. ¿Seremos capaces de intentarlo?
Y nosotros que somos seguidores del Maestro no podemos conformarnos con un conocimiento de Él de carácter teórico. No podemos quedarnos en lo que nos han contado de pequeños o lo que hemos aprendido en los libros. Tenemos que pararnos delante de Él y decirle: «He oído muchas cosas de ti, pero ahora quiero formarme mi propia opinión en vez de trajinar con conocimientos prestados; vamos a caminar y charlar».