Martes de la XXXI semana del tiempo ordinario

Lc 14,15-24

Hoy Jesucristo nos presenta la parábola de los invitados que rechazan acudir a la boda.

Esta parábola nos hace pensar porqué a todos nos gusta ir a una fiesta, nos gusta ser invitados. Pero en este banquete había algo que a los tres invitados, que son un ejemplo de tantos, no les gustaba

Uno dice que debe ver su campo, tiene ganas de verlo para sentirse un poco potente, la vanidad, el orgullo, el poder, y prefiere más bien aquello que quedarse sentado como uno entre tantos.

Otro ha comprado cinco bueyes, por lo tanto está concentrado en los negocios y no quiere perder tiempo con otra gente.

El último, finalmente, se excusa diciendo que es casado y no quiere llevar a la esposa a la fiesta. No quería el afecto para sí mismo: el egoísmo.

Al final, los tres tienen una preferencia por sí mismos, no por compartir una fiesta: no sabe qué es una fiesta. Siempre, hay un interés, está lo que Jesús ha explicado como el contracambio.

Si la invitación hubiera sido, por ejemplo: Vengan, que tengo dos o tres amigos negociantes que vienen de otro país, podemos hacer algo juntos, seguramente nadie se habría excusado. Pero lo que los asustaba a ellos era la gratuidad. Ser uno como los otros, allí. Precisamente el egoísmo, estar al centro de todo.

Es tan difícil escuchar la voz de Jesús, la voz de Dios, cuando uno gira alrededor de sí mismo: no tiene horizonte, porque el horizonte es él mismo.
Y detrás de esto hay otra cosa, más profunda: está el miedo de la gratuidad. Tenemos miedo de la gratuidad de Dios. Es tan grande que nos da miedo.

Esto sucede porque las experiencias de la vida, tantas veces nos han hecho sufrir, como sucede a los discípulos de Emaús que se alejan de Jerusalén, o a Tomás, que quiere tocar para creer. Cuando la oferta es tanta hasta el Santo sospecha, porque la gratuidad es demasiada. Y cuando Dios nos ofrece un banquete así, pensamos que es mejor no meterse.

La gratuidad. Obligar a aquel corazón, a aquella alma a creer que es gratuidad de Dios, que el don de Dios es gratis, que la salvación no se compra, es un gran regalo, que el amor de Dios…es el amor más grande! Ésta es la gratuidad.

Y nosotros tenemos un poco de miedo y por esto pensamos que la santidad se hace con nuestras cosas. La santidad, la salvación es gratuita.
La iglesia nos pide que no tengamos miedo de la gratuidad de Dios. Solamente, nosotros debemos abrir el corazón, de parte nuestra hacer todo lo que podemos, pero la gran fiesta la hará Él

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *