Mc 7, 1-13
Este pasaje contiene diferentes enseñanzas de las cuales podríamos hoy hacer una buena reflexión, sin embrago el texto se centra en la unidad que debe haber entre fe y vida. Los fariseos adoptan una postura que a la vista de los demás aparenta fidelidad y cumplimiento a la ley, pero en realidad su corazón está lejos de Dios.
Cuántas cosas hacemos sólo para salir del paso, cuantos ritos, costumbres y ceremonias se van quedando huecas y sin sentido.
Jesús desmonta el teatro de los escribas y fariseos que pretenden presentar el rostro de un Dios duro, justiciero y vengador, a quien hay que aplacar con sacrificios y purificaciones, pero que en el fondo, aprovechan esta imagen para enorgullecerse y beneficiarse, dejando de lado lo importante.
No, el Dios de Jesús no es el Dios del castigo ni de la compraventa, el Dios de Jesús no es el Dios del comercio y la conveniencia, el Dios de Jesús es el Dios del amor, de la integridad, de la vida, es el Dios Papá amoroso de todos los hombres y mujeres que mira el corazón y no se queda en la superficialidades de la piel o de las impurezas exteriores.
Al Dios de Jesús, no lo podemos calmar o comprar con nuestros regalos o sacrificios, a Él no podemos engañarlo con perfumen o máscaras. Él prefiere los corazones sinceros y limpios. Nosotros estamos acostumbrados a vivir de exterioridades y nos preocupa mucho la apariencia de las cosas.
Es fácil honrar a Dios con la boca, es hasta cierto punto fácil aparentar que seguimos sus caminos, pero hoy nos manifiesta Jesús que no le preocupa tanto las leyes y los preceptos sino que es más importante la persona.
Es triste comprobar que actualmente se manipulan las leyes que condena a inocentes; las cárceles están llenas, a veces, no de culpables sino de quien no ha sabido defenderse. La ley no defiende a la persona o se la manipula para los propios beneficios.
Hoy Jesús nos invita a que descubramos el profundo sentido de una única ley que nos puede acercar a nuestro Dios: la Ley del amor. Que dejemos a un lado los preceptos humanos y podamos descubrir qué es lo que Jesús espera de nosotros y podamos mirar este nuevo rostro de un Padre amoroso.
Pidamos hoy que el Señor nos conceda la limpieza, concédenos la honradez, concédenos la paz.