Mt 1, 16. 18-21. 24a
En el interior de este tiempo cuaresmal, celebramos hoy la fiesta de san José. Nuestra curiosidad instintiva que quisiera saber muchos detalles de su vida queda desde luego bastante decepcionada. Es muy poco lo que los evangelios nos dicen de él. La vida del carpintero de Nazaret no sobresale ni destaca por su espectacularidad, sino por su fidelidad.
Es curioso… ¿Cuántas palabras de José se recuerdan en los evangelios? ¡Ni una sola! José es el hombre del silencio. No habla, pero actúa. Lo contemplamos en las más diversas circunstancias, en los más graves peligros, pero siempre en silencio.
Es el hombre justo que no es capaz de condenar a la mujer que ama a pesar de estar embarazada y recibe de un ángel la respuesta y las órdenes para que pueda continuar su camino. Es el esposo amoroso que acoge a María a pesar de no entender sus acciones. Es el hombre de fe que entiende que los planes del Señor se realizan a pesar de las personas, pero con la cooperación de las personas.
Es el padre providente y atento que educa, hace crecer, enseña, cuida, a ese niño que intuye que sabe mucho más que él. Es el hombre de paz que supera los odios de un rey que busca matarlos y opone sólo su pacífica resistencia.
Es el migrante que confiado en la palabra del Señor se aventura en países desconocidos con otras culturas y otras lenguas, tan sólo para salvar a su hijo. Es el trabajador de manos encallecidas que ora, trabaja y construye un nuevo mundo con trozos de madera y trozos de vida hecha fe.
Es el padre preocupado por su hijo que se ha extraviado en el camino pero que al encontrarlo recibe por respuesta que hay otros caminos y otras preocupaciones. Es el hombre que calla y desaparece para que aparezca el único que puede dar verdaderas respuestas.
José es modelo de tantas y tan diferentes personas que también hoy en silencio luchan por la vida, buscan la justicia, se aventuran en busca de mejores condiciones, se angustian por sus hijos perdidos y enseñan en silencio con las callosas manos que hablan más que las palabras.
Hoy nos acercamos a este santo patriarca y le descubrimos nuestros miedos y angustias, y recibimos como respuesta que nuestra vida, como la de él, está en manos del Señor, pero que también nosotros tendremos que actuar más y hablar menos. Que nuestras palabras como las de José, sean nuestro trabajo, nuestro compromiso y nuestro amor.