Martes de la XVIII Semana Ordinaria

Mt 14, 22-36

«Soy yo, no tengáis miedo»

Es una constante en Jesús, reflejo puro de la mirada del Padre. A veces no entendemos lo que Dios hace con nosotros, no terminamos de entender que las manos de Dios no son como las nuestras y tenemos miedo. Ciertamente las olas hoy están encrespadas y la frágil barquilla que es la Iglesia sufre sus embates que amenazan hundirla. Asustados gritamos como hicieron en aquella ocasión “¡Sálvanos, Señor, que perecemos!”. Parece como si Cristo se hubiera ido de nuestro lado y estuviéramos sin defensa a merced del furioso oleaje.

Nos falta fe para recordar que Jesús está con nosotros hasta la consumación de los siglos, que no está dormido, sino que está vigilante, respetando la libertad del hombre para acertar o equivocarse. Puede que queramos a un Jesús en pie, increpando al viento y las olas, y puede, también, que Jesús esté esperando a que nosotros hagamos nuestro trabajo. Seguimos pidiendo a Dios que quite el hambre del mundo; decimos muy convencidos de estar haciéndolo bien: “¡Padre, escúchanos!” Le traspasamos a Dios nuestra obligación, cuando ya nos ha dicho como quitar el hambre del mundo: “¡Dadles vosotros de comer!” Pedimos la paz del mundo y olvidamos hacer nosotros nuestra pequeña paz con el vecino. Olvidamos, porque no nos interesa recordar, que la paz del mundo no es otra cosa que la suma de nuestras pequeñas paces individuales.

Queremos creer que el que viene a nosotros andando sobre el ruido de la tormenta es un fantasma y nos da miedo. Sabemos que él está cubriéndonos las espaldas hasta el final de los días, pero se nos encoge el ánimo por nuestra inercia a seguir sin hacer nada o haciendo muy poco. Y cuando nos invita a caminar por las olas a cada uno de nosotros, saltamos de la barca alegremente, pero apenas hemos puesto los pies sobre el abismo, dejamos de estar seguros y comenzamos a hundirnos.

Encendamos la antorcha de la fe y salgamos al mundo firmes sobre las aguas que amenazan tragarnos, porque la mano de Jesús está entre las nuestras, solo falta que lo creamos y confiemos en él.