
Rom 9, 1-5
A pesar de su cerrazón, los Israelitas son los primeros en ser llamados a la salvación en Cristo. Y aun cuando no todos aceptaron a Cristo, hubo un pequeño resto fiel que sí lo hizo. Tenemos la esperanza de que algún día, todos reconozcan al Salvador, Cristo Jesús.
Pablo, muchas veces rechazado por ellos, continuaría toda su vida preocupándose por encaminarlos a Cristo; hoy nos dice que, incluso, estaría dispuesto a ser considerado un anatema de Cristo (Separado de Cristo) si eso ayudara a la salvación de los de su pueblo y raza.
Nosotros no podemos conformarnos con vivir nuestra fe de un modo personalista, sino que hemos de esforzarnos constantemente en cumplir con la misión que el Señor nos ha confiado: Hacer que todos los hombres se salven en Cristo; pero ¿Realmente estamos dispuestos a ser condenados con tal de salvar a quienes viven rechazando a Cristo?, ¿Estamos dispuestos a cargar como nuestros sus pecados, y hacer nuestras sus pobrezas y enfermedades? ¿Estamos dispuestos a padecer por Cristo sabiendo que Él está presente en nuestros hermanos? ¿Hasta dónde amamos? ¿Realmente hasta que nos duela? o ¿Sólo anunciamos el nombre de Dios y volvemos a nuestras comodidades y a nuestra vida muelle y poltrona? ¿Cuál es nuestro compromiso de fe?
Lc 14, 1-6
Jesús en este Evangelio nos enseña con su ejemplo que hay algo más fuerte que el legalismo, y es precisamente el mandato de la caridad. Entre los judíos, el día sábado era un día del todo consagrado al Señor. No era lícito hacer actividad alguna. De ningún tipo. Hasta estaban indicados los pasos que se les permitía caminar.
Los fariseos se gloriaban que cumplían la ley en toda su extensión. Y castigaban y denunciaban a las autoridades a todo aquel que violaba una de estas reglas más pequeñas. Eso no es malo. Incluso Cristo dice alguna vez a sus seguidores que hagan lo que los fariseos dicen. Sin embargo, es preferible la misericordia con los demás que el cumplimiento frío de un precepto.
Muchos se preguntan si deben hacer esto o aquello, porque ambas cosas están mandadas. ¿Debo estudiar en este tiempo o tengo que hacer lo que ahora me piden mis padres? ¿Cuál es mi obligación? No es fácil discernir, porque muchas veces entran en juego nuestros sentimientos y a veces nos inclinamos por la opción equivocada. Para evitar esta situación, Cristo nos ha dejado un criterio muy claro: ante todo, la caridad. Bajo esta luz todo queda iluminado. Ya no hay conflicto entre curar o descansar en sábado, porque el bien del hombre está por delante del precepto.










