Mt 22, 34-40
«Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»
Rápido es Jesús en responder. Su agilidad mental es enorme. No se anda con subterfugios y vueltas explicativas. Para qué más. El que tenga oído para oír, que escuche bien; el que no, no hay nada que hacer por más explicaciones e interpretaciones que se le den.
Sabe resumir la Ley entera y los profetas en ese 2 x 1: Amar a Dios y al prójimo. No era fácil hacerlo estando como estaban acostumbrados a las 622 leyes del A. T. ¿Tan pocas? Jesús, Tú lo resumes muy fácilmente. La gente necesita más y más leyes, sino no están conformes ni satisfechos. Les encanta que les digan lo que tienen que hacer. Cuando en una institución civil o religiosa proliferan las normas, amplían su código de conducta con leyes para todo, corre el riesgo de no cumplirse ninguna. Lógico. Los derechos, por muy canónicos que sean, están dados para iluminar y clarificar, no para atar y crear sensación de que uno no es como debiera ser.
Jesús es práctico. Supo resumir, haciendo del amor y la amistad el centro de todo. Después cada uno debe saber cómo vivenciar y hacer realidad ese amor. ¡Vaya si se sabe! Los esclavos de la Ley o de las leyes no aportan gran cosa a la dinámica vital del cristianismo. Eso no quiere decir que no deba haber leyes y que todo sea anarquía. No. Están ahí para encauzar la libertad, no para oprimirla. No debemos confundir el cómo con el qué. Las leyes orientan, vienen bien, pero después cada uno debe saber cómo ha de ser su obrar libre. Si es verdad, y lo es, que la verdad nos hace libres, vivir con sinceridad y veracidad amplía nuestro campo de libertad.
¿Cómo reaccionaron al oírle? Quedarían confundidos, confusos. Lo importante es cómo reaccionamos nosotros y si después de oír a Jesús, nos sigue interesando el participar de su presencia/reinado de Dios. El resto… Iremos viendo.