San Matías

Hoy celebramos la fiesta de San Matías, Apóstol. ¿Qué se requiere para ser un apóstol? Era muy difícil la elección para sustituir a Judas. No solamente porque el puesto del traidor sería visto con dolor, sino porque para encontrar un verdadero discípulo se pondrían muchas condiciones.

Las dos lecturas de este día nos ofrecen las pistas para ser verdaderos discípulos de Jesús. Las condiciones que le ponen al substituto de Judas es que sea alguien que ha acompañado a Jesús durante toda su vida pública: desde que fue bautizado hasta su ascensión. Pero no sólo un acompañante, sino que tiene que ser un testigo de la resurrección de Jesús.

¿Cómo ser testigo de Jesús Resucitado? El testimonio que nosotros podemos ofrecer aparece claramente en el evangelio: reconocerse primeramente amado por Jesús, permanecer en ese amor y amar como ama Jesús. 

El amor que Jesús nos ofrece es gratuito. El amor que nosotros debemos ofrecer a los hermanos es también gratuito.

La elección de Matías tuvo por una parte una cuidadosa selección por parte de la comunidad, pero además se pusieron en oración y se confiaron a la providencia para que fuera elegido conforme al Espíritu. Quizás nos parezca hasta una forma infantil de hacer elecciones, eso de echar suertes, pero lo que quiere resaltar el libro de los Hechos, es la conciencia que tenía la comunidad de que todo era obra del Espíritu. Así queda muy claro que no es tanto por las cualidades y por los méritos propios, sino que es por la gratuidad del Espíritu que había sido elegido.

Cristo insiste en este aspecto al señalarnos que no somos nosotros los que lo hemos elegido, sino que es Él quien nos ha elegido. Así que no tendremos nada de que vanagloriarnos, ni por lo cual actuar como si fuéramos héroes a la hora de seguir a Jesús. Todo es gratuidad y sin mérito propio.

Ojalá que también hoy nosotros apreciemos este regalo de sabernos llamados por Jesús, de ser considerados de los suyos, de sus amigos y confidentes. Y así nos dispongamos a dar los frutos que Él espera de nosotros.

Jueves de la VI Semana de Pascua

Jn 16, 16-20

¿Podrá alguien alegrarse cuando la persona amada va a alejarse de nuestra vida?  Claro que no, siempre la ausencia de las personas que queremos nos produce tristeza y nostalgia. Sin embargo, algunas veces aceptamos esa ausencia o separación cuando esperamos que produzca frutos mayores y el encuentro posterior estará colmado de mayor felicidad.

Muy difícil era para Jesús explicar su separación.  Nosotros, a veces, nos imaginamos un poco a Jesús como entre Dios y hombre, como si estuviera jugando con los dos aspectos: primero aparece como Dios y luego como hombre, para luego aparecer nuevamente como Dios.  Pero no es así.  Jesús asumió la plena humanidad y siente en su corazón la partida que se avecina, no es una aparente despedida.

Jesús ama a sus discípulos a las personas con las que comparte su vida, pero entiende que su despedida tiene la finalidad de enviar al Consolador y que fortalecerá el corazón de sus discípulos.

A nosotros nos pasa igual que a los discípulos, no somos capaces de comprender las ausencias de Jesús de nuestra vida.  Lo quisiéramos siempre muy visible y actuante en medio de nosotros.  No aceptamos ese “dentro de un poco no me veréis”.  Pero ojalá que ese deseo de que Cristo esté presente en medio de nosotros, se manifieste no sólo en desear su protección y sus cuidados, sino más bien en configurar nuestra vida con sus deseos, con sus mandamientos y sus recomendaciones.

Frente a la ausencia que se ya se avecina, Jesús hace una serie de recomendaciones a sus discípulos que harán que su presencia siga en medio de ellos: el amor entre los hermanos, el servicio de unos con otros, el lavarse los pies como Él lo ha hecho, la seguridad de su presencia cuando dos o más se reúnen en su nombre, la Eucaristía como signo de comunión con Él y con los demás, la permanencia en su amor al igual que una vid.  En fin, toda una serie de recuerdos, que no son sólo recuerdos sino memoria y presencia viva que lo hacen actuante y operante en medio de nosotros.

No veremos su rostro, pero será fácil descubrir que sigue actuando si hacemos lo que Él nos manda.  El problema muchas veces radica en que quisiéramos que siguiera en medio de nosotros no tanto para hacer lo que Él manda, si no para que Él hiciera lo que nosotros pretendemos.

En estos días que nos separamos para su ausencia, miremos si estamos cumpliendo sus últimas recomendaciones y deseos.

Miércoles de la VI Semana de Pascua

Jn 16, 12-15

Cuando la oscuridad de la duda, se enciende en nuestro corazón, cuando no encontramos soluciones y respuestas para nuestros interrogantes más crudos: la muerte, la violencia, la injusticia, el mal, etc., entonces parece que todo está perdido y brota la tentación que nos pide abandonar la fe y la esperanza.

Hoy las dos lecturas nos previenen contra esta aparente solución y nos muestran que en esos momentos difíciles también está presente el Señor con nosotros.

San Pablo es capaz de descubrir, en medio de una multitud de dioses griegos, al verdadero Dios que ha acompañado a este pueblo sin que este pueblo pudiera reconocerlo con claridad pero que siente esa presencia también del dios desconocido.  Y san Pablo se lo muestra y trata de acercarlos a él y de dárselo a conocer.

Jesús en el ambiente de despedida, intimidad y nostalgia que envuelve la última cena, busca dar a sus discípulos razones de esperanza para los momentos difíciles.  Explica que serán momentos de incomprensión, que parecerá todo perdido, pero también anuncia que el Espíritu de verdad los irá guiando.

Y nosotros hoy, ¿qué estamos haciendo?  La vorágine de un mundo acelerado que parece ahogar toda presencia divina, los antitestimonios que desfiguran el rostro de Dios, la maldad que acaba con las legítimas esperanzas, muchos dicen no creer, sin embargo en medio de nosotros también se puede sentir la presencia de Dios y su amor.

Podríamos decir que también a nuestro mundo necesitamos ayudarle a descubrir que ese dios desconocido está presente en medio de nosotros y que muchos lo buscan y lo presienten aún sin saberlo. 

Cuando alguien está luchando por la verdad y la justicia, entonces está presente en medio de nosotros ese Dios; cuando se dan muestras de fraternidad, aún en medio de las limitaciones, entonces se puede descubrir ese rostro de amor; cuando se apuesta por la vida y por la naturaleza, cuando se defiende los derechos de todas las personas, cuando se comparte lo poco que se tiene, entonces se hace presente Dios en medio de nosotros.

Que el Espíritu de verdad nos ayude a descubrir cómo responder a ese amor, que nos abra los ojos y el corazón para ser conscientes de ese Dios que se nos revela a cada paso.  Dios está con nosotros, Dios camina con nosotros, no podemos estar desanimados o tristes, debemos luchar con mucha esperanza.

Martes de la VI Semana de Pascua

Jn 16, 5-11

El Señor, en el Evangelio de hoy nos habla de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, el Espíritu Santo que Jesús nos envía para no dejarnos solos. El mismo Jesús dice en este Evangelio a sus discípulos que no estén tristes. Que les conviene que Él se vaya porque entonces vendrá el Intercesor.

Las despedidas siempre nos producen tristeza, dolor, aunque sepamos que quien parte va en busca de un bien mayor, o que su partida nos puede traer algún bien.

Al despedirse Jesús de sus discípulos, obviamente se llenan de tristeza y no entienden que pueda abandonarlos.  Las palabras de consuelo de Jesús les lleva a asegurar la presencia del Espíritu Santo, el defensor, a quien muestra como el que viene a sostener a los discípulos, a esclarecer lo que han aprendido y fortalecerlos en el seguimiento.

Jesús no abandona a sus discípulos, ni tampoco nos abandona a nosotros, al contrario nos da una presencia y una luz que nos ayudarán a caminar con mayor seguridad.  El Espíritu Santo es esa luz.

Claro que algunos tenemos miedo porque ante la claridad que aporta una luz, aparecen más las deficiencias y los pecados.  Por eso también Jesús nos dice que cuando el Espíritu venga con su luz nos hará reconocer la culpa, y lo precisa en tres aspectos muy concretos, primero en materia de pecado: quien no reconoce a Jesús y su verdad está cometiendo un pecado, quien no acepta sus mandamientos y su proyecto, está cometiendo un pecado.

Segundo, en materia de justicia: Él ha venido del Padre y va al Padre.  Quien no reconoce la misión de Jesús que es darnos a conocer al Padre, quien desconoce a Dios como su Padre y quien niega a los hombres como sus hermanos, está cometiendo una injusticia y estorba a la misión de Jesús.

Tercero, en materia de juicio porque el Príncipe de este mundo ya está condenado.  Un juicio donde se da a conocer quién es el verdadero Señor del universo y que descubre las artimañas del mal que engaña a los hombres.  No puede prevalecer una cultura de muerte. 

La venida del Espíritu Santo nos ayudará con su luz a descubrir claramente esas culturas que se oponen a la luz.  La vida de Dios no puede ser vencida por la cultura de la muerte.

Pero también el Espíritu nos hará ver claramente cuál es nuestra postura ante la vida y nos descubrirá como es nuestro actuar.  Dejémonos iluminar por este Espíritu y pidamos dese el fondo de nuestro corazón: “Ven Espíritu Santo, ilumínanos con un rayo de tu luz, haznos comprender la grandeza del amor de Jesús que nos ama a pesar de ser pecadores.

Lunes de la VI Semana de Pascua

Jn 15, 26–16,4

Con frecuencia aparecen anuncios catastróficos que pronostican un muy cercano final del mundo o amenazas sobre determinadas regiones. Lo curioso es que fácilmente se provoca un sicosis colectiva y aparecen los miedos y las angustias a causa de lo que ya está por venir.

Si leyéramos con atención las palabras de Jesús creo que podríamos encontrar más paz y tranquilidad en nuestro corazón. Jesús es muy realista y conoce que la verdad predicada y vivida, siempre produce agresiones y contratiempos para quien la proclama. Previene a sus discípulos porque en su lucha por la verdad muchas veces se tendrá la sensación de que “los buenos van perdiendo” y que la injusticia y la violencia prevalecen sobre los pacíficos.

Jesús sabe muy bien de estas dificultades para quien anuncia el Evangelio y no pretende en ningún momento ocultar la verdad a sus discípulos. ¿Cómo sostenerse en esos momentos difíciles?  Las prevenciones de Jesús son muy claras, pero también lo es su promesa. En los momentos de dificultad estará presente en medio de sus discípulos “el Consolador”, “el Espíritu de Verdad”. 

Jesús busca poner paz en el corazón de sus discípulos anunciándoles que en las duras pruebas que sufrirán a causa de su nombre, su testimonio será apoyado por el testimonio del Espíritu de la Verdad. En un contexto de odio, en un clima de oposición, se deberá mostrar cuál es el temple de los discípulos.

Hoy también Jesús nos asegura la presencia de su Espíritu Consolador en medio de nuestras aflicciones y angustias. No debemos temer los malos augurios y mucho menos inquietarnos por futuras predicciones, pero sí debemos tener muy en cuenta que habrá oposiciones y dificultades para quienes buscan ser fieles al Evangelio y a la verdad.

También hoy los discípulos de Jesús están sometidos al clima de incomprensión y de hostilidad con los que fueron perseguidos los primeros discípulos. No debemos desalentarnos ni porque muchos han fracasado y han abandonado, ni porque las dificultades se multiplican. Debemos mirar en nuestro interior y descubrir la validez del Evangelio y la presencia del Espíritu Consolador en nuestras vidas.

Que hoy la promesa de Jesús se haga realidad y que podamos abrirnos a los nuevos y reconfortantes vientos del Espíritu.

Sábado de la V Semana de Pascua

Jn 15, 18-21

El evangelio de hoy, de san Juan nos habla de las relaciones del creyente con el mundo.

El “mundo” para Juan es, en este texto, el ambiente que rechaza a Jesús, no el conjunto de los seres creados o la sociedad sin más.

El discípulo de Jesús, que vive, como todos, en la sociedad, no participa, sin embargo, de este “mundo” que se rige por criterios contrarios a Jesús y su evangelio. En este sentido, el discípulo es un “separado”.

Si Jesús fue perseguido por este “mundo”, sus discípulos correrán la misma suerte: No es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán.

Hay una “persecución contra la Iglesia” que es fruto de nuestra incoherencia, de nuestro pecado, o de nuestra incapacidad para conectar con el mundo de hoy.

Pero hay otro tipo de persecución que se deriva del choque del evangelio con muchos de los criterios que hoy son vigentes. Esta segunda es un claro signo de autenticidad. Existirá siempre. Tenemos que estar preparados para afrontarla.

Pensaríamos que dentro de las cosas heredadas, esta sería una de esas enfermedades mortales que se tienen sin ser deseadas. Pero la realidad es que Dios en su infinita sabiduría, lo ha puesto como el vínculo más estrecho entre su Reino que espera. Y nosotros peregrinos buscamos siempre la forma de acercarnos más a Él. No temamos, pues, su brazo siempre está con nosotros. Debemos orar y confiar. Él ha vencido al mundo.

Viernes de la V Semana de Pascua

Jn 15, 12-17

De este Evangelio se pueden sacar muchas enseñanzas. Una es el verdadero amor. Otra, lo que es el verdadero amigo. El amor es más fácil de experimentar que de describir.  Es la esencia del mensaje de Jesús y todavía no lo hemos captado del todo.  Nos perdemos en las caricaturas del amor que nos ofrece el mundo.

En una ocasión una adolescente escuchando hablar a un sacerdote sobre el amor le dijo: “de eso sí no me va a enseñar usted, pues yo tengo mucho más experiencia.  Así como me ve de chiquita, a mis quince años yo ya he tenido más de diez novios”

Caricaturas del amor que nos distraen y que devalúan la palabra hasta convertir el amor en mercancía, manipulación y esclavitud.

San Pablo para hablar del amor prefiere describirlo: el amor perdona todo, el amor todo lo cree, el amor todo lo espera, el amor es siempre fiel, el amor no pasará jamás.  Este su precioso himno al mor.

Quizás, por nuestras limitaciones, al momento de entender el amor, Jesús prefiere más que decirnos qué es el amor, ponerse Él mismo como modelo y así nos manda: “amaos unos a otros, como yo os he amado”

Y ¿cómo nos ha amado Jesús?  Cuando éramos pecadores y esclavos de la maldad, Él ya nos amaba; cuando nos íbamos lejos, Él siempre nos amó; cuando estamos cerca también nos ama.

La medida del amor también nos la da a conocer: “nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos”.  La medida es el amor sin medida, hasta dar la vida.

Conviene que distingamos, como lo hace Jesús, entre esclavos y amigos.  Al esclavo lo utilizamos para nuestro provecho y así se disfraza de amor lo que es solamente capricho, placer y utilizar a las personas.

Jesús también nos dice que a los amigos se les da a conocer todo, es decir, hay diálogos sinceros, se descubre el corazón, no hay falsedades ni mentiras.

Finalmente, también nos asegura Jesús que Él es quien gratuitamente nos ha escogido como amigos, no hemos hecho nosotros nada para ser dignos de esa amistad, pero sí podemos corresponder a esa amistad y sí podemos cumplir su mandamiento de amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado.

Jueves de la V Semana de Pascua

Jn 15, 9-11

La auténtica vida cristiana es mantenerse en el amor de Cristo, permanecer en Él; ese amor se vive en la comunidad y se irradia al mundo. Eso es lo que pide ahora Jesús a sus discípulos. Les pide que permanezcan en su amor. Ese amor no es una simple teoría, sino la fidelidad a su palabra.

En pocas palabras Jesús quiere resumir toda su vida y toda nuestra vida: amor, permanencia y alegría plena.

¿Podemos imaginarnos cuánto ama Dios Padre a Jesús?  Seguramente nos perderemos en el infinito de nuestra imaginación buscando alguna imagen que nos permita acercarnos a este amor.  Desde la eternidad y para la eternidad, en total plenitud.  Y Jesús siempre en presencia del amor de su Padre y siempre en participación y videncia de ese amor.

Pues lo que hoy nos dice Jesús es que con ese mismo amor inmenso, incondicional, fiel, constante, nos ama a nosotros.  ¿Nos damos cuenta de ese amor que Jesús nos tiene?

Hoy tendríamos que abrirnos a esa presencia amorosa que se hace realidad en cada uno de nosotros, aceptarla.  Más que hablar y decir que nosotros amamos mucho, tendríamos que callar, guardar silencio, estar atentos y a la escucha, para experimentar ese amor.  Es descubrir a Jesús que está en nosotros, que permanece con nosotros.

Normalmente los amantes se dicen “te amo y te amo para siempre”.  Hoy Jesús se nos muestra como ese amante delicado que a todas horas nos repite “te amo, te amo, te amo para siempre, permanece en mi amor”

Hoy le deberíamos decir a Jesús que Él mora en nosotros como una fuente y nos riega y nos fecunda.  Hoy, podemos experimentarlo como una luz que ilumina nuestra vida, una luz que no hemos encendido nosotros, pero que está muy dentro de nuestro ser.

Hoy sentimos su Palabra que en un diálogo continuo nos susurra y nos repite que nos ama.

Este día experimentemos ese gran amor que nos tiene Jesús, disfrutémoslo y llenémonos de felicidad.  Nadie nos puede quitar ese amor, ni las dificultades, ni los problemas, ni las adversidades de la vida.  Este amor está clavado en lo más profundo de nosotros y nadie lo puede sacar.  Por eso hoy digámosle: Señor Jesús, gracias por este amor maravilloso y magnífico que me tienes sin yo hacer nada para merecerlo.  Gracias por permanecer en mí y darme vida.  Gracias por llenarme de felicidad.

Jesús nos ama y nos espera en su Reino.

Miércoles de la V Semana de Pascua

Jn 15, 1-8

¿Quién no ha tenido la experiencia de sembrar un árbol o bien una planta que nos ofrezca sus flores?  Se hace con ilusión, con esperanza, se aguarda el tiempo necesario para que de flores y frutos.  Pero si nos desesperamos y queremos hacer que por la fuerza que crezca y adelante los frutos, corremos el riesgo de quedarnos sin nada.

A Jesús le gusta mucho hablar de este ambiente campesino porque son experiencias muy cercanas a su tiempo y a las imágenes bíblicas y todavía a algunos de nosotros.

Quizás para quienes ahora viven en las ciudades, Jesús utilizaría otras parábolas.  Quizás diría que Él es el generador y nosotros la energía, o quizás diría que Él es la electricidad y nosotros los electrodomésticos. 

Pensemos en toda la profundidad que tiene esta comparación: una unión tan estrecha que lleva la misma savia que hace crecer, que sostiene y da vida.  Tener la misma savia, la misma vida de Jesús es lo que Él nos propone, y no tenerla solamente un momento, sino tenerla constantemente, siempre, y en todo momento, eso significa permanecer.  No es que ahora sí y luego no; no es que solamente en determinados sitios o para determinados asuntos.  Permanecer significa siempre y a todas horas, y esto se puede constatar por los frutos.

En nuestro mundo moderno, estas técnicas se aplican constantemente: si hay producto es rentable, si no hay producto o ganancias se desecha.  Pero los frutos que Jesús espera, no serán los que esperan este mundo neoliberal y materialista.

Los frutos que Jesús espera son la paz, la fraternidad y el servicio.  Y si lo que estamos cosechando en nuestra sociedad son violencia, venganzas, envidias, crímenes, etc., tendremos que revisar muy bien en dónde estamos poniendo nuestras raíces y cuál es la savia que nos sostiene.

Si queremos obtener los frutos que espera Dios Padre de nosotros, buscaremos la forma de permanecer unidos a Jesús.  La gran ventaja que tenemos es que Jesús siempre está dispuesto a unirse a nosotros, a darnos su vida y a hacernos fructificar.

Unidos a Él por la gracia, seremos capaces de amar a nuestros hermanos hasta el punto de entregar la vida por los enemigos. Unidos a Él por la oración diaria, por la comunión frecuente y la renovada confesión sacramental de nuestras culpas, veremos cómo nuestra vida se llena de Dios, cómo nuestras almas se llenan de paz, y cómo nuestros corazones se llenan de una alegría sobrenatural y serena que ningún sufrimiento podrá arrebatarnos.

Unidos a Él por la lectura cotidiana del Evangelio, experimentaremos en nuestras vidas una «cristificación» que nos llevará a desaparecer por completo para que sólo Jesús brille en nosotros.

Nosotros, ¿estamos dispuestos a unirnos a Él?

Martes de la V Semana de Pascua

Jn 14, 27-31

Cristo se está despidiendo. Se acerca su pasión, morirá en la cruz por nosotros, y nos quiere dar las recomendaciones finales, nos quiere dejar las lecciones que Él considera más importantes.

Primero nos da su paz.  Como quisiéramos que estas palabras de Jesús se hicieran realidad en este día, cómo necesitamos la paz.  Las encuestas, los comentarios, las esperanzas o las desesperanzas están fuertemente relacionados con la inseguridad, con el crimen, con la corrupción.  Hemos perdido la paz y queremos que Cristo hoy nos proporcione esa paz y entendemos claramente que no es la paz del mundo que se basa en las armas, en los castigos, en las penas y en las venganzas.

Queremos esa paz que brota del interior de la persona porque está tranquila nuestra conciencia.  Queremos esa paz y serenidad que se siente cuando se mira el rostro del otro y se descubre la sonrisa y el gesto en sus manos. Queremos esa paz donde la pareja dialoga, se apoya, se perdona y se entienden. Queremos encontrar la verdadera paz del hogar, donde cada casa sea un nido de amor y no una cueva de agresiones y discusiones.

Las protestas y marchas que se dan en nuestra sociedad, parecen tener un mismo objetivo que en silencio grita paz.  Pero es que no hemos entendido, ni aceptado la paz que Jesús propone.  Cuando Él habla de que la felicidad se encuentra en el servicio, nosotros decimos que se encuentra en el poder.  Cuando Él nos enseña que el que quiera ser el mayor se haga el último, nosotros nos peleamos por ser los primeros.  Cuando Él reconoce en cada persona un hermano, nosotros descubrimos un enemigo o a alguien a quien utilizar para nuestros propósitos. Cuando Él habla del perdón, del amor, de la reconciliación, nosotros hablamos de venganza, de indemnizaciones y de egoísmo.

Hemos puesto en nuestro corazón bienes y ambiciones que no nos conducen a la paz, y después nos asustamos que nuestro corazón esté angustiado.

Hemos enseñado que vale más quien más tiene y después nos horrorizamos de los crímenes en las luchas de poder.  Ponemos nuestras esperanzas en el dinero y en el placer y después nos descubrimos huecos, vacíos y sedientos.

Hoy, Señor Jesús queremos pedirte que nos otorgues esa paz que prometiste, ya sabemos que no la hemos merecido y que nos hemos equivocado en nuestros caminos, pero insistimos en que queremos tu paz.  Tú purifica nuestro corazón, renuévalo y concédenos tu paz.