24 de Diciembre Feria Privilegiada (Misa matutina)

Lc 1, 67-69

Dios, nos dice hoy en la Escritura por boca de Zacarías, que ha visitado y redimido a su pueblo. 

De nuevo este cántico nos invita a reflexionar en lo importante que es la consciencia histórica de la salvación. Pensemos por unos momentos que el mismo Dios ha visitado nuestra tierra, nuestra vida, nuestras propias casas. 

La Navidad no es simplemente una fiesta sino un acontecimiento salvifico de dios, que tiene que ser parte de nuestra propia historia. Dios nos visita, para darnos el verdadero sentido de la vida, del amor, del trabajo… para sacarnos de las tinieblas del pecado, del consumismo, de nuestro propia egoísmo que nos cierra y que nos impide darnos cuenta de lo importante que es aquel que también camina conmigo. 

La Navidad es la celebración de la luz que hoy hay en nuestros corazones, y que hace que la vida sea totalmente distinta. Dentro de lo agitado que puede ser este día, démonos unos momentos para hacer consciente en nosotros, este paso de Dios en nuestra vida, busquemos en nuestro corazón esta luz, démonos cuenta que Dios verdaderamente a lo largo de nuestra vida, ha hecho historia en nosotros y en nuestra familia.

23 de Diciembre Feria Privilegiada

Lc 1, 57-66

El evangelio de hoy nos presenta la gran alegría que trajo para toda la comarca el nacimiento de Juan el Bautista, el Precursor.

Muchas veces nos parece que Dios nos tiene olvidados. Le pedimos montones de cosas y no recibimos respuesta. Como si fuese sordo a nuestras peticiones.

Isabel sufría la vergüenza de la esterilidad. Pedía a Dios con insistencia que le diese la gracia de traer un hijo al mundo, aunque ya era avanzada en edad.

Pero para Dios no hay nada imposible. Isabel concibió y dio a luz a un hijo varón. Ella recordó todas las veces que había pedido a Dios que le concediese el don de ese hijo sin perder la esperanza. Y ahora lo estaba acunando entre sus brazos. Ese pequeño ser le llenó el corazón de alegría. Y al venir al mundo no sólo colmó de gozo su corazón como madre. Ese bebé era también la confirmación de que Dios les había estado escuchando.

Tantos años de súplicas aparentemente estériles. Todas las veces que les habían dicho que Dios nunca les escucharía. Ahora sabía que Dios siempre había estado junto a ellos. Que era Él quien les había dado las fuerzas para seguir pidiendo sin desesperar. Y ellos no se olvidaron de dar gracias abundantes a Dios.

No hay que perder la esperanza. Dios escucha siempre. ¿Cuándo llegará la hora de Dios? No lo sabemos, pero nuestras oraciones no van a parar a un saco roto. Él las recibe y las guarda delicadamente, con amor de Padre. No estamos solos.

22 de Diciembre Feria Privilegiada

Lc 1, 46-56

Este es el único “discurso” de María que se ha conservado hasta nuestros días: una oración. De hecho, todos los “mariólogos” estudian cada una de las palabras del “Magníficat” para penetrar en la profundidad humana y espiritual de la Virgen.

¿Qué pensaba María de su propia vida? ¿Qué papel ocupaba Dios? ¿Son importantes los pobres para la Madre de los hombres? Todas estas cuestiones quedan resueltas al contemplar esta hermosa oración de María.

Ella sabe quién es y que todo lo que tiene se debe a la bondad de Dios. Si ella es grande es porque el Creador así lo ha querido. Siente por Él todo el amor que puede sentir una mujer por su esposo, pero comprende que al mismo tiempo es el Poderoso, el Santo, el que tiene infinita misericordia. Se toma a Dios realmente en serio. Porque sabe que Él es el dueño de la vida y de la historia, que puede colmar de bienes a los hambrientos y dejar sin nada a los ricos.

Sin embargo, hay una palabra que, curiosamente, se repite varias veces entre esas líneas: la humildad. Será porque quizás sea la virtud característica de la Virgen.
La humildad cristiana no consiste en considerarse poca cosa, lo último, lo peor, sino en saber que nuestra pequeñez unida a la de Dios lo puede todo, y que todo lo grande que somos y tenemos es don de Dios. Por este motivo, siendo María humilde, dijo que todas las generaciones le llamarán bienaventurada.

21 de Diciembre Feria Privilegiada

Lc 1, 39-45

María, embarazada de la Palabra, embarazada del Amor, no puede permanecer inmóvil, su silencio se ha hecho fecundo y tiene que transmitir su alegría. Nadie mejor para recibir su mensaje que su prima, tanto tiempo despreciada, tanto tiempo avergonzada de su esterilidad.

El encuentro de las dos mujeres se vuelve en canto de Acción de Gracias y alabanzas al Dios que se ha manifestado en las pequeñeces y en las esterilidades.

No es el orgullo ni la falsa modestia, no es la exigencia de la visita que busca atenciones y servicios, es la profunda alegría de dos mujeres que han visto florecer su seno por la gracia de la misericordia de Dios y que ofrecen lo mejor que ellas poseen para la alegría del otro.

Es al mismo tiempo el encuentro de último profeta del Antiguo Testamento con el profeta de las promesas tantas veces anunciadas. Encuentro de dos testigos: el uno de la luz que viene dominar las tinieblas, el otro el testigo de la verdad. Encuentro también lleno de alegría porque la luz y la verdad siempre aportan la verdadera alegría.

María, retomando el simbolismo del Arca que portaba la presencia de Dios, lleva en su seno al que es la alegría del mundo; Isabel lleva en su seno al nuevo David que danza y canta, mostrando a todos los pueblos al Mesías que llega.

Dos madres que quedan escondidas ante la mirada del mundo y cuyos senos florecen con el más grande acontecimiento. Así actúa Dios en el silencio, en la generosidad y en la alegría.

Nos acercamos ya a los días de Navidad, ojalá también nosotros llevemos en nuestro interior la presencia del Mesías; ojalá nuestro compartir esté lleno de generosidad y de verdadera alegría; ojalá también bailemos de felicidad, pero mostrando al que es la Luz y al Cordero que puede dar la verdadera libertad.

Contemplemos en este día a estas dos mujeres, compartamos su alegría y pensemos nosotros a quién y cómo estamos llevando felicidad, cómo compartimos nuestros bienes y cuáles son nuestras alegrías.

De la fe de María, de la fe de Isabel, porque han creído en la Palabra, han nacido estos dos grandes testigos de la verdad y de la luz.

Que de nuestra fe broten también la verdad, la luz y la justicia.

19 de Diciembre Feria Privilegiada

Lc 1, 5-25

Las lecturas de este día nos muestran el camino que sigue el Señor en todos sus proyectos. Dos mujeres estériles, ancianas y débiles: La madre de Sansón y la madre de Juan el Bautista. Nadie esperaría que se convirtieran en madres de dos hombres que han marcado la historia. Dios interviene en la historia a favor de su pueblo y manifiesta su poder y su misericordia por caminos insospechados. Los débiles y despreciados se convierten en sus instrumentos favoritos.

Siguiendo los sueños de Isaías que hablaban de fertilidad que tendría el desierto y del reverdecer del tronco seco, ahora las madres escogidas por el Señor, se convierten milagrosamente en senos fértiles que dan a luz en medio de la necesidad del pueblo.

Clama el pueblo en tiempos de Sansón, clamaba en los tiempos del Bautista y Dios responde a su clamor, pero donde menos esperan los hombres. Rompe los proyectos y las expectativas humanas, hace brotar fuerza de donde no se espera y ofrece la salvación a su pueblo.

Zacarías, el padre de Juan el Bautista, nos ofrece el testimonio de lo que espera el pueblo y de la sorprendente forma de actuar de Dios. Ha dado todas las recomendaciones, ha anunciado la misión que tendrá su hijo, le pone una misión difícil pero extraordinaria. Zacarías se queda atorado en sus dudas y sus incredulidades en el camino del Señor.

No es fácil creer en el camino del Señor y es mucho más difícil seguirlo. El silencio y la lengua atada de Zacarías, permiten que se desaten toda clase de comentarios, pero el Señor sabe lo que hace y prepara el seno de Isabel con la simiente del pregonero por excelencia.

Hoy también Dios sigue actuando de la misma forma. No esperemos a ángeles ni portentos, Dios sigue actuando en el pequeño, en el estéril, en el despreciado y desde ahí presenta su evangelio, porque en medio de la pequeñez se sigue encarnando Cristo.

Escuchemos y creamos en su Palabra.

18 de Diciembre Feria Privilegiada

Mt 1, 18-24

Hemos reflexionado en esto días con frecuencia en dos personajes que nos ayudan a preparar la Navidad: María y Juan el Bautista.  Hoy vuelve a aparecer María como la madre de Jesús, envuelta en todo el dramatismo de un embarazo con todas las dificultades humanas.

Pero aparece también otro personaje que nos ayuda a preparar el nacimiento de Jesús de un modo muy especial: José.  Ya sabemos que los evangelios de la infancia no son precisamente una historia, sino que están basados sobre todo en propósitos teológicos para ayudarnos a comprender mejor a Jesús.  Pues aquí aparece José, un hombre que según la genealogía que escuchábamos ayer une a Jesús con toda la tradición y las promesas del pueblo de Israel.

San José, sin duda, no era alguien importante en la sociedad de su tiempo. Sí es verdad, era descendiente del Rey David pero en aquel entonces ser descendiente del rey David no significaba absolutamente nada. Pero José sí era una lámpara en su casa. Y por eso Dios lo eligió para ser el padre putativo de su Hijo y el esposo de la Santísima Virgen. No todos podemos ser estrellas de nuestro mundo pero sí podemos ser lámparas de nuestra casa, de nuestros hogares.

José es sacudido por los acontecimientos y hace resaltar su figura forjada en la fe y en la humildad.  Pocas explicaciones y sueños misteriosos, grandes compromisos al aceptar ser padre de Jesús.  Y sin embargo, si en un principio aparece justo abandonado a María, después en silencio respetuoso, en responsabilidad sostenida, en obediencia humilde, cumple la misión maravillosa y difícil que se le ha encomendado.

Fe, justicia y silencio para escuchar al Señor, discernimiento para descubrir el mensaje, son cualidades que a primera vista nos ofrece José.  Acerquémonos a él y preguntemos cómo puede nuestro mundo ser justo cuando vivimos en medio de tanta corrupción y tanta injusticia.

Aprendamos cómo José confía toda su vida y toda su historia a Dios.  Solamente quien está dispuesto a una apertura total y obediente a los designios de Dios es capaz de superar las más grandes dificultades.  Escuchando la Palabra de Dios uno se siente seguro y afronta los más difíciles problemas. 

Que san José nos ayude en este tiempo tan especial a descubrir la Palabra de Dios que nos impulsa a discernir la realidad y a tomar las decisiones correctas que nos acercan al Salvador. 

Junto con José, preparemos entusiasmados el nacimiento de Jesús.

17 DE DICIEMBRE FERIA PRIVILEGIADA

Mt 1, 1-17

San Mateo inicia su Evangelio con la Genealogía de Cristo para indicarnos que Él es el Mesías anunciado desde Abraham y que es verdaderamente humano.

Cada periodo de 14 años nos presenta una etapa de la historia de la salvación en medio de la cual Dios fue construyendo esta misma historia. Dios se mete en nuestra historia de manera total, se hace hombre, se encarna para tomar parte de las realidades humanas (menos del pecado) y desde ahí proponer un estilo de vida.

Jesús no fue una teoría sino una instrucción práctica del amor de Dios. Dios está en nuestra historia personal. El problema es que algunos no le permitimos actuar con libertad y por ello nuestra vida se complica. Dios no es una idea es una persona encarnada, por ello el cristianismo no es una filosofía sino un estilo de vida. Vivámoslo esta Navidad y siempre.

Miércoles de la III Semana de Adviento

Lc. 7, 19-23.

La pregunta que Juan manda a decir a Jesús en el evangelio de hoy nos deja con una inquietud a nosotros: ¿dudaba Juan? Es posible que, como ser humano que era, agobiado además por una prisión injusta y cruel, hubiera llegado al extremo de sus fuerzas y se preguntara si todo había valido la pena.

O es posible que en un acto supremo de heroico desprendimiento haya enviado a sus discípulos sólo para que estos se convencieran de quién era aquel a quien ahora debían seguir. La pregunta en todo caso sirve de ocasión para que Cristo haga hablar no a sus labios sino a sus manos, pues son las obras de amor y salvación las que proclaman aquí quién es el Señor.

Puede extrañar la frase final de lo que dice Jesús, «Dichoso el que no se escandalice de mí.» Recordemos que «escandalizarse» según el sentido original del término es «tropezar,» esto es, encontrar algo que impide seguir avanzando o creyendo. ¿Y cómo puede Cristo ser motivo de escándalo? Puede serlo porque la audacia de su amor y las exigencias de su seguimiento pueden parecer excesivas.

Reconocer que Cristo es admirable no es difícil; reconocer en Él la Palabra que define mi vida y el juez de mi existencia no es obvio, y necesitamos auxilio de lo Alto para no equivocarnos, o como dice Cristo, no «escandalizarnos.»

Martes de la III Semana de Adviento

Mt 21, 28-32

Hoy la enseñanza de Jesús se basa en la figura de Juan el Bautista, pero añade además una parábola para que a todos nos quede claro que es lo que pretende.  Con la comparación del comportamiento de dos hijos, nos manifiesta que a Dios le interesa, no tanto, lo que se dice, sino lo que se hace.

Las palabras que no corresponden a la vida no sirven para nada; los actos que no son coherentes con la predicación, borran las más bellas palabras y deslucen los más bellos pensamientos. 

Pero en estos tiempos de tanta comunicación es fácil escondernos en aparentes compromisos, en publicadas acciones o en la simulación de una entrega.

Para Cristo, basándose en la figura de Juan, todo esto es basura.  El reclamo que les hace a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, parece que nos alcanza también a muchos de nosotros: hablamos, prometemos, aparentamos, pero no cumplimos.

Cuantas veces hemos oído compromisos de luchar contra la corrupción, cuantos descalabros hemos tenido porque después de haber aparentado una administración honorable, descubrimos las grandes estafas.

Los que nos llamamos cristianos, ¿realmente estamos comprometiendo nuestra vida en el seguimiento de Jesús?  Suenan duras las palabras de Jesús si las tomamos en su verdadero sentido: “los publicanos y las prostitutas se nos han adelantado en el camino del Reino de Dios”, y da la razón muy clara: “porque vino Juan y predicó el camino de la justicia y no le creyeron”

La coherencia de Juan es un fuerte reclamo a nuestras incoherencias.  Ya decía en la primera lectura el profeta Sofonías: “Ay de la ciudad rebelde y contaminada, de la ciudad potente y opresora, no ha escuchado la voz ni ha aceptado corrección, no ha confiado en el Señor”

Claro que anuncia un nuevo día, pero al igual que Juan el Bautista, exige conversión.  Adviento tiempo de conversión. ¿Realmente lo estamos viviendo como un tiempo de cambio, de conversión, de volvernos hacia Dios en un camino de justicia?

Lunes de la III Semana de Adviento

Mt 21, 23-27

Los fariseos y todos aquellos que habían sido perjudicados por la expulsión de los vendedores del Templo, se unen para poner a prueba a Jesús. Podrían tramar algo así: “A ese maestro tenemos que acusarle de blasfemo. Si le tiramos de la lengua y le provocamos con adulaciones nos dirá quién es, lo que la gentuza anda pregonando de Él: que es “divino”, que es hijo del Altísimo… o algo por el estilo. Entonces será más sencillo acusarlo…”

Pero Jesús conoce sus pensamientos, sus intenciones torcidas y su mala fe. No responde, porque ellos tampoco tienen el valor de reconocer su pecado. Jesús enseñaba con autoridad, no como los escribas y fariseos. Mientras ellos se refieren a las tradiciones, a interpretaciones o a normas, Jesús habla en primera persona. “Yo les digo”… su autoridad moral es incomparable porque a su doctrina añade la convincente fuerza de sus milagros. Habrá quien no crea en sus palabras, pero ¿y a los hechos? ¿quién los podía negar? Como arguyó ante los fariseos el ciego de nacimiento recién curado: “si éste (Jesús) no viniera de Dios, no podría hacer nada”. Pero he aquí que “topamos” con el misterio de nuestra libertad humana, que es capaz hasta de negar lo que es evidente. 

La libertad es el mayor don que hemos recibido y también nuestro mayor riesgo. Con ella podemos aceptar a nuestro Creador, pero paradójicamente también negarle. Dios no nos ha “programado”, para que le aceptemos por obligación. No somos computadoras, sino que nuestras opciones son libres. Prueba de ello es que podemos optar por lo que no es de Dios. ¡Qué responsabilidad tenemos para saber usar bien de ella! Y ser libre es optar por obrar según la conciencia. 

No según es simple gusto… porque la conciencia responde ante Dios del bien, de lo mejor, y también del mal. Por ejemplo: una mentalidad materialista, no puede ser libre, porque está condicionada por el dinero, etc. Por tanto, si la libertad está gobernada por una conciencia recta, regida por la ley del amor (generosa, veraz, sincera y sacrificada), aunque pueda equivocarse alguna vez, también sabrá reencontrar el camino y elegir siempre lo bueno. 

Dios habla en nuestro interior, lo ilumina para que nuestra libertad sea siempre la de un buen hijo ante su Padre.