Mt 1, 1-17
San Mateo nos ofrece esta larga lista de personas, que pertenecen a la genealogía de Jesús, con un propósito muy claro: demostrar que Jesús es el Mesías esperado.
Al presentarnos a sus antepasados, San Mateo nos enseña como Jesús pertenecía a un pueblo, el de Israel; a una descendencia, la de Abraham; y a una familia determinada, la del rey David; para demostrar que en Él se cumplen las Escrituras. Además, las tres series de catorce generaciones tienen claramente un significado simbólico de alcanzar la plenitud de la vida y de los tiempos. Así, con esta enumeración San Mateo ofrece un homenaje a Jesús como Mesías y Salvador.
Pero más allá de los nombres también quiere enseñarnos algo muy importante: Jesús al hacerse hombre, viene a participar en plenitud de la humanidad. Se inserta en la genealogía de personas muy concretas de carne y hueso, de triunfos y fracasos. Sólo asumiéndola puede redimirla. Cristo quiere, pues, participar del dolor, sufrimiento, alegrías y dolores de todos los hombres. Viene a hacerse hombre para poder hacernos hijos de Dios.
Ya estamos muy próximos a celebrar la Navidad, si Él participa de todo lo que nosotros somos, preparémonos también nosotros para participar de todo lo que Él nos ofrece.
Entre los antepasados de Jesús encontramos la grandeza y la caducidad humana, pero Dios es siempre fiel. Nosotros también nos reconocemos con grandes logros, pero también con crueles miserias. Este Cristo que se hace uno de nosotros, que toma nuestra carne y nuestra historia viene a redimirnos. Pero aun cuando la liberación es un precioso regalo, requiere la participación y respuesta humana.
Necesitamos reconocer a Cristo como uno de los nuestros, necesitamos aceptarlo en nuestras vidas y en nuestras luchas.
Que estos días de Adviento sean una verdadera preparación para participar del Emmanuel: Dios con nosotros.