Martes de la XXII semana del tiempo ordinario

Lc 4, 31-37 

En nuestro mundo, lleno de tecnología y ciencia, con frecuencia aparecen fenómenos que nos desconciertan y nos asombran.

Negamos la existencia del demonio y después quedamos desconcertados ante los acontecimientos a los que no les encontramos explicación. Se han multiplicado los exorcismos y las protecciones contra Satanás. ¿Se están haciendo más presente el demonio en nuestros días?

No creo que ese tipo de presencias, posesiones y fenómenos paranormales tengan mucho que ver con la presencia del demonio, y no es esta la situación que más me preocupa, ni la que más parece preocuparle a Jesús. Su preocupación es el mal que ata y esclaviza a la persona, su preocupación son las cadenas que nulifican a la persona, su preocupación es la injusticia y la impiedad.

Jesús inicia su ministerio predicando la palabra que lleva paz y armonía al corazón, que libera de la mentira, que levanta y dignifica.   Y después, en una forma visible, delante de todos, libera a un hombre atormentado por el demonio.

No nos imaginemos posesiones en cada ocasión que se ha habla del espíritu del mal en los pasajes evangélicos. A toda enfermedad y dolencia se le considera atadura de Satanás, y de todas estas ataduras nos viene a liberar Jesús.

Que no nos asusten estos fenómenos en qué se quiere a fuerza descubrir a Satanás, pero también, que no seamos ingenuos y neguemos toda la influencia que están teniendo las fuerzas del mal en nuestros tiempos, en las decisiones que se toman diariamente, en el caminar del pueblo, en el miedo, la violencia, los desastres.

Quizás nosotros, no tanto con las palabras, pero si con las actitudes también le decimos a Jesús que se aleje de nosotros y que nos deje en nuestro mundo de mentiras, de corrupción, de placer y de egoísmo.

Déjanos, porque te metes con nosotros dicen los demonios a Jesús. Déjanos porque te metes con nosotros, quizás, también nosotros le decimos a Jesús. Es el contraste entre la forma de pensar y de actuar de quién tiene el Espíritu de Jesús y de quien se deja conducir por el Espíritu del mundo.

Que hoy, nos acerquemos a Jesús, que le permitamos compartir su vida con nosotros, que cambiemos nuestra forma errónea de vivir.

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