Viernes de la XXXI semana del tiempo ordinario

Lc 16, 1-8

Esta parábola podría causar un escándalo a más de uno. ¿Cómo Cristo se atreve a poner de modelo a un hombre y además no muy honrado y que a la hora de ser descubierto se pone a hacer negocios con el dinero que no es suyo?

No es que Cristo justifique la conducta del administrador, sino que pone en evidencia algo que todos nosotros conocemos y vivimos a diario. Es triste comprobar, y se podían multiplicar las historias de cómo se pone tanto entusiasmo, tanta dedicación y hasta inteligencia en las cosas del mundo, mientras nos mostramos tacaños y mezquinos para entregarnos a las cosas de Dios.

Es sorprendente como se organizan los que hacen el mal, el crimen organizado, las mafias de drogas, etc., ¿por qué no se pone igual empeño en hacer el bien?, ¿por qué esos talentos y capacidades no se usan para progresar de una manera justa y equitativa?

Es duro comprobar que en nuestro mundo se hace cruelmente cierta la afirmación de Jesús que los que pertenecen a este mundo, son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz.

Es más fácil encontrar a un amigo que nos quiera acompañar a emborracharnos, o a irnos de fiesta, que alguien que nos quiera a acompañar a apoyar a quien necesita ayuda, a predicar la palabra de Dios o a solucionar algún problema social de nuestra comunidad.

Qué difícil es mover las voluntades para que se comprometan en serio por un cambio en nuestro mundo. Quizás una pequeña ayuda, una limosna, no sean tan difícil de obtener, pero un verdadero compromiso nos cuesta mucho.

Jesús cuando propone su Reino e invita a sus discípulos a seguirlo es muy consciente de esta tendencia de todos los humanos. Sin embargo, no disminuye para nada su propuesta y su compromiso. Corre el riesgo de quedarse solo antes que adulterar el Evangelio.

Hoy tendremos que hacer una reflexión profunda y comprobar si estamos siguiendo a Jesús o bien nos hemos acomodado a los intereses del mundo y disimulamos los compromisos.

Cristo necesitas personas dinámicas, comprometidas, listas para anunciar el Evangelio en todos los lugares y para proponer el Reino en todas las circunstancias, también cuando parece que todo está perdido, ahí se necesita más la presencia de Dios.

¿Cómo lo estamos haciendo nosotros?

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