Miércoles de la XXXIII semana del tiempo ordinario

Lc 19,11-28 

El señor de la parábola es Jesús, los servidores somos nosotros y los talentos son el patrimonio que el Señor nos confía. ´El patrimonio de su Palabra, la Eucaristía, la fe en el Padre celestial, su perdón… en resumen, tantas cosas, sus bienes más preciosos. ¡No solamente para guardarlo, sino para que crezca!

Si en el lenguaje común la palabra «talento» indica una capacidad individual sobresaliente, en la parábola, los talentos son los dones del Señor. El agujero excavado en el terreno por el «servidor malo y perezoso» indica el temor del riesgo que bloquea la creatividad y la fecundidad del amor… 

Es más cómodo no hacer nada y luego buscar una buena excusa de porque no hemos hecho nada. Sin embargo para Jesús esto no funciona. Nos ha dado a cada uno ciertas capacidades para la construcción del Reino (especialmente la gracia, que es a lo que parece referirse aquí Jesús) y debemos ponerlas a trabajar. Esto puede no ser muy sencillo, incluso puede involucrar riesgos… sin embargo hay que correrlos. Yo estoy seguro que si el último siervo le hubiera dicho: «señor, puse a trabajar tu dinero, pero me fue mal y no solo lo perdí sino que ahora debes…» El Señor lo hubiera amado, y hubiera cubierto hasta la deuda. 

Las manos se nos dieron para trabajar, para abrazar, para orar; no para tenerlas metidas en los bolsillos. Hombre, sé hombre de verdad. La inteligencia se nos dio para dejarnos sorprender por la verdad de las cosas; para conocerlas ordenadamente en su belleza propia y en su vinculación con el manantial de todo ser y vida, que es Dios; no para destruir la vida con malévolo ingenio. Hombre, no te empobrezcas solo. La voluntad se nos dio para que actuáramos con libertad responsable, apeteciendo el bien, no siendo esclavos de pasiones. Libre, de tus errores.

La memoria se nos dio para que recordáramos con gratitud la mano creadora, el deber a cumplir, la caridad a llenar, el hambre a saciar… ¡Hombre!, que al final de tus días tengas tus manos, tu corazón y tu mente llenos de vida, amor, verdad  y paz. No dudemos en poner a trabajar nuestras capacidades para construir un Reino en donde haya más paz, más justicia y más amor. Dios está con nosotros para hacer la parte difícil. ¡Animo!

Jesús no nos pide que guardemos su gracia en una caja fuerte… Quiere que la usemos en beneficio de los demás. Todos los bienes que hemos recibido son para darlos a los demás, y así crecen…

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