Jn 17, 1-11
Hay momentos que se prestan para hablar de intimidad, hay momentos en el que el corazón habla libremente y hace confesiones.
Hoy nos encontramos tanto a Jesús como a Pablo en situaciones parecidas. Despedidas muy emotivas que se prestan para dar consejos, para dejar hablar al corazón.
San Juan presenta una escena donde Jesús se encuentra en este ambiente de despedida y de nostalgia y hace una oración a su Padre Dios, una oración de agradecimiento, de reconocimiento y también de súplica. Todo en un ambiente de mucha intimidad.
Manifiesta las razones profundas de todo su actuar y anuncia el momento culminante que ya se acerca.
¿Qué es lo que más resalta? Primeramente habla de la glorificación del Padre. Toda la actuación de Jesús tiene como objeto la glorificación del Padre y la vida de quienes les ha sido confiados. Al acercarse al final, quiere llevar a plenitud esa misión y manifiesta la estrecha unión que hay entre Él y su Padre. De esa unión participan también todos sus discípulos. La glorificación del Padre será también la principal tarea de cada uno de nosotros, porque la glorificación del Padre será también nuestra felicidad.
La gloria del Padre, la gloria del Hijo será también nuestra tarea. “He manifestado tu nombre». El nombre en la experiencia bíblica representa e indica toda la persona.
Jesús nos ha manifestado y ha dado a conocer el nombre de Dios, nos ha dado a conocer al mismo Padre y nos invita a participar de su misma vida.
Muy tierna y profunda la oración con que termina el Evangelio, » te pido por ellos que tú me diste y son tuyos» y los pone en las manos del mismo Padre.
Hoy, acerquémonos todos a Jesús, dejemos que sus palabras de confidencia entren en nuestros corazones y despertemos el deseo de participar en esa misma vida divina a la que nos ha llamado.