Homilía para el jueves 21 de Marzo de 2019

Lc 16, 19-31

Hace algún tiempo se publicaba el nombre de las personas más ricas del mundo, y aparecía junto a sus nombres las cantidades fabulosas que ganaban diariamente. A veces nos enteramos de lo que ganan los políticos y funcionarios públicos, y así poder hacer comparaciones con los sueldos de la mayoría de las personas.

Muchas personas se quedan como Lázaro, a la espera de las migajas que caen de la mesa, pero nadie se las da. Los poderosos hasta con las migajas quieren hacer negocios.

El problema del hambre en el mundo no es por falta de alimento, es por la mala distribución. No es que no haya lugar en la mesa de la vida para los pobres, es que se les niega el acceso a ese puesto.

Vivimos en medio de contrastes brutales, donde millones de personas no alcanzan a obtener ni siquiera un euro para pasar el día, mientras otros, ciertamente unos cuantos, derrochan sus ganancias.

La parábola es una fuerte crítica a esta inhumana distribución de los bienes, a los que todos los hermanos tenemos derecho, pero también es una crítica fuerte al corazón duro de quien ni siquiera se da cuenta de que su hermano está sufriendo a la puerta.

Es dura la comparación, pero son más sensibles y humanos los perros que se acercan a lamerle las llagas, que sus hermanos de carne y de sangre rodeados de alimentos y placeres.

La parábola no pretende un adormilamiento o un premio de consolación para el pobre que está sufriendo. Es el reclamo a todos nosotros porque hemos hecho de la casa de todos, el privilegio de unos cuantos; porque hemos roto la hermandad y vivimos en el egoísmo.

No, después de muertos no podremos construir la hermandad, con fantasías y amenazas no se abre el corazón.

Quizás las palabras de Jeremías en la primera lectura nos den la pauta para entender estas palabras: “Maldito el hombre que confía en el hombre y aparta del Señor su corazón, será como un cardo en la estepa”

Que esta parábola nos haga reflexionar y nos abra los ojos para descubrir cada uno de nosotros al hermano que sufre y para luchar por unas estructuras más justas y solidarias.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *